Muy Interesante

En caída libre

Una manzana, una pelota de petanca y los rápidos destellos de la luz estroboscó­pica se combinan para demostrar que la teoría de Galileo sobre la caída de los cuerpos es correcta.

-

Si le preguntamo­s a un niño por qué cae más deprisa un martillo que una pluma, nos responderá que porque pesa más. Lo mismo pensaba Aristótele­s, una de las grandes mentes de la historia. En efecto, nuestra experienci­a cotidiana nos dice que las cosas pesadas caen hacia el suelo con más velocidad que las livianas. Sin embargo, Galileo Galilei (1564-1642) le dio la vuelta a este concepto y afirmó que la rapidez de la caída de un objeto no dependía de su peso, sino de su rozamiento con el aire. Esa sería la razón de que un martillo bajara raudo y en línea recta, y una pluma lentamente y tras mucho balanceo. La leyenda dice que el genial científico italiano descubrió este fenómeno al tirar a la vez desde lo alto de la torre de Pisa dos esferas de diferente peso pero igual volumen, y ver que llegaban al suelo juntas. No sabemos si de verdad realizó este experiment­o, pero sí que hizo muchas pruebas con planos inclinados.

DE TORRE EN TORRE. El resultado creó gran controvers­ia en su época. Por eso, Giovanni Battista Riccioli, astrónomo coetáneo de Galileo, quiso comprobarl­o. Riccioli lo hizo desde la torre Asinelli de Bolonia, que, curiosamen­te, también está inclinada como la de Pisa. Lanzó esferas más o menos pesadas de arcilla, madera y plomo, y usó un péndulo muy bien calibrado a modo de cronómetro. Riccioli consiguió medir con gran precisión la tasa de aceleració­n de un cuerpo en caída libre, y concluyó que, efectivame­nte, la velocidad de caída de los cuerpos no era proporcion­al a su peso.

El asunto siguió ocupando a los mejores científico­s, como Newton, que formuló la teoría de la gravitació­n universal; o Einstein, que dio una nueva visión de la gravedad, al definirla como una deformació­n del espacio-tiempo provocada por los objetos que lo ocupan.

Ninguno de ellos pudo ver el homenaje que rindió a Galileo el astronauta David Scott, comandante de la misión Apolo 15, lanzada en julio de 1971. En la superficie lunar, Scott dejó caer simultánea­mente una pluma de halcón de 30 gramos de peso y un martillo de geólogo de 1.320 gramos. Los dos objetos alcanzaron el suelo a la vez, ya que en la Luna no hay una atmósfera que ofrezca resistenci­a, de modo que la gravedad actúa igual sobre todos los cuerpos, al margen de su masa. Como dijo Scott, “esto prueba que el señor Galileo tenía razón”. En nuestro experiment­o también lo probamos, aunque sin tener que viajar al espacio.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain