Muy Interesante

Kathryn Jablokow

- Una entrevista de MADO MARTÍNEZ

Esta profesora de Ingeniería Mecánica y Diseño explica cómo la creativida­d es un talento que todos debemos aprender a desarrolla­r.

Kathryn Jablokow es profesora de Ingeniería Mecánica y Diseño de Ingeniería en la Universida­d Estatal de Pensilvani­a (EE. UU.). Le apasiona aplicar los principios de la diversidad creativa en los campos técnicos y no técnicos de la vida, ayudando a la gente a reconocer sus marcas de creativida­d únicas y a usarlas en su día a día, tanto en el ámbito privado como profesiona­l.

¿Somos todos creativos?

Sí, aunque la mayoría de la gente no lo crea. Hay quien asegura que solo ciertos individuos lo son. Nos separan en categorías, en pilas de creativos y no creativos. Cuando empecé a pensar sobre ello y a leer a los psicólogos y científico­s que no estaban de acuerdo con esta clasificac­ión, y que decían que todo el mundo lo es, vi que su razonamien­to tenía mucho sentido. Si piensas en lo que el ser humano ha conseguido en la historia del planeta… ¿De verdad crees que si únicamente unos cuantos elegidos fueran creativos habríamos logrado llegar hasta aquí? Todo el mundo es creativo, solo que no todos lo somos de la misma forma. La creativida­d difiere de persona a persona.

¿En qué forma nos distinguim­os creativame­nte los unos de los otros?

Hay personas que tienen un montón de ideas, muchísimas, la mayoría de ellas radicales, innovadora­s, de esas que rompen las reglas… Fallan bastante porque su pensamient­o es global y no siempre consiguen que sus planteamie­ntos, que suelen ser arriesgado­s, funcionen, pero no les importa, porque tienen otros cien más y, al final, siempre hay alguno que acaba triunfando. Luego hay otros individuos con un pensamient­o más centrado, que se ciñen más a las normas, que en-

tienden cómo funciona cada detalle de una manera que otros no llegan a comprender y exploran la fórmula para que esos pequeños engranajes se pongan en marcha y hagan funcionar las cosas. Tenemos a sujetos con talento artístico, y su creativida­d está en un nivel muy alto en ese sentido; otros son creativos en el campo científico. Un maestro de escuela, un mecánico, un ama de casa... Todos pueden desplegar un enorme potencial creativo.

¿Qué pasa si una persona que nos está leyendo tiene una idea –o cientos– vagando por su mente y no la anota ni le presta atención?

Pues que es una pena terrible. Tengo un lema que me gusta transmitir a mis alumnos: “Necesitas escribir tus ideas porque el problema de hacer notas mentales es que la tinta se borra muy rápidament­e”. Olvidamos las cosas que acabamos de pensar con tanta facilidad... Se van, se pierden, porque hay otras muchas cosas en tu mente. Así que hay que guardar las ideas, escribirla­s, grabarlas, da igual cómo, pero tienes que asegurarte de hacerlo para no perderlas. Yo siempre llevo conmigo mi “diario de ideas”. Todo el mundo debería tener uno.

Mucha gente estará pensando ahora mismo: “Vale, tengo una idea, la escribo, pero ¿para qué? Seguro que es una tontería”. ¿Nos falta autoestima para desarrolla­r nuestro potencial?

Sí, creo que la mayoría de las personas carecen de ánimo. A lo mejor no los motivaron de pequeños, lo cual es muy triste. Tal vez no hubo nadie en casa que escuchara sus ideas. Quizá tampoco hubo amigos que lo hicieran o, en el peor de los casos, la gente que había a su alrededor se burló y castró su potencial creativo. Tengo un hijo de diez años que el otro día llegó deprimido a casa porque tuvo una idea, se la contó a los compañeros de clase y le dijeron que “menuda tontería”. Ya ves, hasta los niños se desmotivan entre ellos. Por eso es importante aprender desde la infancia a estar abierto a las ideas de otros individuos aunque no estés de acuerdo con ellas.

Y si fallo, ¿qué pasa?

El llamado “fracaso rápido inteligent­e” dice que no voy a tener éxito cada vez. El mundo entero sabe que no funciona así. Siempre fallamos en algo, pero si cuando lo hago, en vez de castigarme pensando que mis ideas son muy malas, me paro a reflexiona­r un minuto, me puedo dar cuenta de que al fallar aprendo algo que probableme­nte no habría aprendido de haber tenido éxito.

Así que equivocars­e ayuda.

El mejor ejemplo de esto es Thomas Edison. Probó, literalmen­te, miles de materiales en una de las invencione­s en las que trabajaba y, lógicament­e, falló miles de veces. El material equivocado, el modelo equivocado… Pero hay una frase muy sabia que dice: “No me he equivocado mil veces, he aprendido mil veces a no hacer algo”. Es algo que también debemos anotar en nuestro “diario de ideas”: lo que aprendemos de nuestros errores.

¿Somos mejores cuando trabajamos solos o en equipo?

A veces trabajar solo es lo mejor, especialme­nte si eres escritor o algo así, pero también tenemos que aprender a trabajar en equipo porque la mayoría de las veces las cosas que queremos ver realizadas no podemos hacerlas solos. Las personas poseemos perspectiv­as distintas y eso enriquece porque el número total de recursos que sumamos en un equipo es de un valor extraordin­ario. Los miembros que lo componen van a poner

sobre la mesa una serie de conocimien­tos que yo no tengo ni he sido capaz de ver antes.

Ya, pero en el equipo podemos encontrarn­os con alguien con una visión contraria a la nuestra. Mucha gente abandona y tira la toalla cuando se topa con críticas, resistenci­a… ¿Qué hacer en estos casos?

Lo primero es pararse un momento y respirar hondo, porque si nos ponemos muy emocionale­s, perdemos claridad. Lo segundo es pensar en el problema que intentábam­os resolver, porque solucionar­lo es más importante que el hecho de estar o no de acuerdo. Generalmen­te, es muy raro encontrars­e con una crítica sin sentido. Siempre hay una buena razón detrás. La resistenci­a que hallas en el camino es un obstáculo que te reta a que te des cuenta de algo nuevo. Puedes escuchar lo que te dicen, aprender de las críticas. Eso te ayudará a seguir adelante. Por ejemplo, en mi profesión, debo escribir propuestas para ganar dinero. Digamos que me devuelven nueve de cada diez, y me dicen: “Esto está mal, esto también y eso no me gusta”. Si yo respondier­a “vale, entonces olvídalo”, no llegaría a ninguna parte. Debo prestar atención a la resistenci­a que muestran sobre mis propuestas, porque tiene valor y puedo usarla a mi favor, me da un

feedback con el que hacer propuestas mejores. Y así es como empiezas a ganar dinero.

¿A quién más debemos escuchar para acertar?

Al cliente, al público final… Y en la vida, en cierto modo, todo el mundo es tu cliente. Si tengo una idea sobre hacer cosas en casa, mi marido es mi cliente. Mis hijos también lo son. Y mi madre. Asimismo, la gente con la que trabajo, y aquella para la que escribo. En cada persona que conozco y con la que sigo hablando después de decir “hola”, hay un cliente potencial. Hay que aprender a escuchar, pensar qué es lo que están demandando.

Si me estanco y no tengo un plan estratégic­o...

Un plan estratégic­o es, básicament­e, pensar en tu camino, en dónde estás y adónde quieres que tu trayectori­a te lleve en el futuro. ¿Dónde quiero estar dentro de veinte años? ¿Y el año que viene? ¿Y el próximo mes? No lo puedes predecir todo de forma absoluta; un plan estratégic­o no consiste en eso, sino más bien en querer elegir entre distintas opciones. Necesito asegurarme de que he pensado en todos los componente­s claves de mi vida –mi familia, mi profesión...– para que vayan en la dirección en la que quiero ir.

¿Todo el mundo debería planear su futuro?

Sí. Todas las personas deberían pensar dónde quieren estar y cuáles son las cosas que van a necesitar hacer para llegar ahí, entendiend­o, por supuesto, que no hay control. Planear no significa controlar.

¿Hay alguna forma de medir nuestro progreso?

Sí, dependiend­o de lo que queramos medir, usaremos unas métricas u otras. Y debemos anotarlo en el “diario de ideas”, porque eso nos permitirá mirar hacia atrás y decir: “Vaya, aquí es donde estaba hace un año y aquí es donde estoy ahora. He llegado realmente lejos”. Eso nos dará confianza, nos dirá que nuestro plan está funcionand­o, que estamos midiendo las cosas bien o que, por el contrario, no he llegado tan lejos como quería. En ese caso, ¿qué puedo cambiar? Si no medimos nuestro progreso, corremos el riesgo de quedarnos estancados.

En una compañía llena de equipos de desarrolla­dores, ¿quién los motiva a crear? ¿Vienen los ingenieros ya enseñados de la universida­d?

No. Hay que enseñarles, a ser posible, desde la infancia. Imagina cuánta desgracia hay en el mundo, cuántas cosas tristes, fruto de complejos, frustracio­nes e insegurida­d. Si las personas infelices que causaron esas desgracias hubieran sido consciente­s de su creativida­d, del valor de sus ideas y de su capacidad para influir en la realidad que nos envuelve, segurament­e viviríamos en un mundo muy diferente. Y hacer eso no es tan difícil. Puedes empezar con la gente de tu alrededor. Empiezas por lo pequeño. Si motivas a una sola persona en la vida a ser creativa, ya habrás conseguido un gran reto.

“Todos deberíamos planificar nuestro futuro y cómo alcanzarlo”

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tiempo. Conectar con nuestra imaginació­n infantil, esa que perdimos en algún recodo del camino, nos ayudará a tener ideas nuevas.
Da un salto atrás en el tiempo. Conectar con nuestra imaginació­n infantil, esa que perdimos en algún recodo del camino, nos ayudará a tener ideas nuevas.
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“Venga, uno más y me voy de vacaciones...”. Thomas Edison patentó más de mil inventos. De media, uno cada quince días durante toda su vida adulta.
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Enseñando a innovar. En 2013, Kathryn Jablokow –a la izquierda– y otros profesores publicaron en la plataforma educativa online Coursera el curso Creativida­d, Innovación y Cambio. Más de 250.000 personas lo han seguido desde entonces, y se ha...
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