LA MONJA ALFÉREZ
Catalina de Erauso y Pérez Galarraga nació en San Sebastián en 1585, y cuando solo tenía cuatro años fue ingresada junto con dos de sus hermanas en un convento y destinada a la vida monacal. Pero a ella lo que le iba era la vida de soldado que había visto en su padre, un capitán del ejército con el que jugaba a la guerra, al igual que con sus hermanos varones. De niña ya destacaba por su fuerza y arrojo, a lo que se unía un pronunciado aspecto masculino.
Dura y brava. De adolescente se escapó del convento y, vestida de campesino, vagó por distintas partes de España hasta que llegó a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Allí se embarcó hacia América del Sur. Disfrazada de hombre, ingresó en el ejército, donde destacó por su dureza y bravura. Dada a meterse en disputas y duelos, la Monja Alférez fue detenida en Perú en 1623, y no tuvo más remedio que desvelar su identidad femenina. La sorpresa que causó despertó la clemencia de las autoridades, que la devolvieron a España. En el país, su historia había tenido tanto eco que hasta el mismísimo rey Felipe IV quiso conocerla.
El monarca le mantuvo su graduación militar, reconocimiento que también recibió del papa Urbano VIII en un viaje a Roma, antes de que su espíritu aventurero la impulsara a volver a América. En México vivió los últimos años de su vida y escribió –no se sabe si sola o con ayuda–sus memorias: La historia de la Monja Alférez.