IDA PFEIFFER (1797 - 1858)
UN AMA DE CASA QUE NO SE RESIGNÓ
Su infancia entre hermanos varones en Viena dio a Ida una libertad de la que otras niñas no gozaban y la oportunidad de leer muchos libros de viajes. Sin embargo, cuando murió el padre, la madre recondujo su educación para convertirla en la dama que supuestamente correspondía a su estatus social. Así, se vio forzada a resignarse y a casarse con el doctor Pfeiffer, con quien tuvo dos hijos, y ejerció lo mejor que pudo el rol impuesto de ama de casa mientras esperaba la oportunidad de lanzarse a la anhelada vida viajera.
Entre canívales. El momento llegó tras la muerte de su madre, cuando Ida recibió una pequeña herencia que consideró suficiente como para abandonar a su familia y lanzarse a ese mundo desconocido. Tenía 45 años, no era mucho dinero y sabía que le esperaban trayectos y circunstancias difíciles, pero, en vez de amedrentarse, asumió su decisión.
Comenzó así un periplo de diecisiete años, en los que dio dos veces la vuelta al mundo por diferentes rutas y padeció hambre, sed y asaltos que no le impidieron seguir adelante. Después del primer viaje de dos años, regresó a Viena y publicó un libro en el que narraba sus experiencias. Tuvo un gran éxito y ganó el dinero y la fama que hicieron más cómodas sus siguientes expediciones, aunque nunca estuvieron exentas de aventuras: convivió con tribus caníbales y fue encarcelada en Madagascar por la reina Ranavala. Todo lo plasmó en dos libros más que le valieron un gran reconocimiento. Murió a los 61 años, mientras preparaba un viaje a Australia.