Thompson revoluciona la teoría del calor
Este prolífico investigador descartó que el calor fuese un fluido, una postura en boga en el siglo XVIII, e introdujo una nueva teoría que lo relacionaba con el movimiento y lo consideraba un tipo de energía.
La biografía de Benjamin Thompson (1753-1814) es una de las más fascinantes de la historia de la ciencia. Había nacido en la colonia británica de Massachusetts, en Norteamérica, pero tuvo que huir a Europa, pues durante la guerra de independencia de Estados Unidos apoyó a los ingleses. Tras un confuso episodio de espionaje, se trasladó a Baviera, donde acabaría siendo ministro del Ejército. En 1791, fue nombrado conde del Sacro Imperio Romano Germánico –se rumoreó que facilitaba informaciones secretas a los británicos– y tomó el nombre de Rumford. Se casó dos veces; a los diecinueve años, con una rica viuda de 33, con quien tuvo una hija –las abandonaría para dirigirse al Viejo Continente–; y a los 51, con Marie-Anne Lavoisier, viuda del padre de la química moderna, a la que escribió trescientas cartas en cuatro años de noviazgo. El matrimonio duró tres. Quizá era una persona poco de fiar, pero Thompson fue un excelente científico.
GENIO MULTIDISCIPLINARIO.
Entre otras muchas cosas, ideó barcos de guerra, chimeneas, hornos industriales, una cafetera de goteo y la que hoy conocemos como cocina económica. También diseñó el Jardín Inglés de Múnich, investigó las propiedades de diferentes aislantes térmicos, como plumas, lanas y pieles –dedujo que impedían las corrientes de convección en el aire– y fue pionero en la preparación de alimentos al vacío. En 1799, participó en la fundación de la Royal Institution de Gran Bretaña, dedicada a la divulgación científica.
En su aportación más impor- tante, abordó la naturaleza del calor. A finales del siglo XVIII, prevalecía la postura defendida por Antoine Lavoisier, que establecía que la temperatura de los cuerpos se debía a la presencia de un fluido invisible y sin masa, llamado calórico, que podía pasar de las cosas calientes a las frías. Para Lavoisier, la cantidad de calórico de un objeto determinaba la distancia entre sus moléculas, y podía encontrarse como sólido, líquido o gas. Thompson hizo una presentación histórica en la Royal Society de Londres, con el título Estudio experimental sobre el origen del calor generado por rozamiento, donde relató cómo le sorprendió la cantidad de calor que se desprendía cuando se perforaba el ánima de los cañones, sobre todo cuando se usaban barrenas poco afiladas. Sucedió el 25 de enero de 1798. Detalló, asimismo, los ensayos realizados en el arsenal de Múnich, en los que comprobó que la generación de calor era casi inagotable, y que no se producía cambio en el material del cañón antes y después de la perforación. Según Thompson, ello era incompatible con la teoría del calórico. Así, concluyó que el calor producido por el rozamiento es una forma de energía relacionada con el movimiento. Su trabajo supuso el punto de partida de la termodinámica.
PURA ENERGÍA.