Ya no les queda pa-ciencia
¿Por qué los investigadores han aguantado durante tantísimos años casi sin alzar la voz contra esta precariedad laboral? Desde siempre, cuando un becario se quejaba de lo poco que cobraba, tenía que escuchar respuestas de este estilo: “No te quejes, que haces lo que te gusta”. Carrera científica y sueldo son un tema sobre el que siempre se ha pasado de puntillas; quizá porque hablar de emolumentos cuando estás intentando “levantar una punta del velo con el que Dios ha cubierto su obra” –que decía Pasteur– se ve como una grosería.
Esa malentendida grandeza de la ciencia ha llevado
a menospreciar cuestiones más mundanas, como llegar a fin de mes. ¿Cómo queremos que los jóvenes se dediquen a la investigación si su futuro laboral es una larga ristra de contratos temporales que se puede prolongar sine die?
DISCRIMINADOS. Tal vez la escasez de vocaciones tenga más que ver con la imposibilidad de meterse en una hipoteca que con la inherente dificultad de estas materias. “La ciencia es una profesión, no una vocación religiosa, y no implica un voto de pobreza o celibato”, explica Jonathan Katz, físico de la Universidad de Washington. La lógica empresarial dice que para tener a los mejores hay que empezar por ofrecer un buen contrato. Al parecer, los responsables de política científica no creen que esto se aplique a los investigadores.
¿Quién mejor para rebatirles que los propios interesados? Miles de científicos se manifestaron el pasado mes de abril en más de quinientas ciudades del mundo –incluidas Madrid, Barcelona, Sevilla y Gerona– en el Día de la Marcha por la Ciencia. En ella, además de celebrar el papel que esta juega en nuestra vida diaria, se reivindicó una política científica mejor y unas condiciones de trabajo dignas para los investigadores.