ESTRÉS POSTRAUMÁTICO, DEPRESIÓN Y NEUROSIS
Los chimpancés son nuestros parientes vivos más cercanos, y eso se refleja en su comportamiento. Las pruebas más fiables de la existencia de algo muy parecido a la depresión en animales tienen a estos homínidos como protagonistas. Las obtuvo la célebre primatóloga británica Jane Goodall durante su trabajo de campo en los años sesenta con una comunidad de chimpancés en Gombe (Tanzania). Goodall narró por escrito el sufrimiento de unacrí al lama daFlint tras la muerte de suma dre,Flo:“Flint trepaba lentamente a un árbol junto al arroyo y se quedaba quieta mirando a la nada. A veces pasaba todo el día en el nido que había compartido con su madre”. La pequeña dejó de comer hasta debilitarse gravemente, y se mostraba siempre desmotivada y como ausente. No tardó mucho en enfermar y morir. Goodall estaba segura de que la causa fue una depresión con los mismos rasgos que las que afectan a los humanos.
El psicólogo estadounidense Hope Ferdowsian ha revisado muchos casos de chimpancés con indicios de trastornos de personalidad y estados de ánimo alterados. Para evaluarlos, usa el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría. Los individuos estudiados habían pasado por sucesos traumáticos: ver morir a su madre, vivir aislados en jaulas desde crías o convertirse en ejemplares de laboratorio. Todos mostraban conductas anormales. Ferdowsian concluyó que los chimpancés sufren desórdenes mentales similares a los humanos con estrés postraumático, y que también cumplen con los criterios que usamos para diagnosticar una depresión.
Otros animales a los que atribuimos menos consciencia que a nuestros primos primates también parecen sufrir tras sucesos traumáticos. En las recientes guerras de Afganistán e Irak, los militares estadounidenses han tratado a perros usados en diversas tareas con medicamentos contra la ansiedad y antidepresivos. Los canes mostraban síntomas típicos del estrés de combate. Estaban heridos psicológicamente por las bombas, los disparos y el pánico.
En el sur de África se ha documentado otro caso de posible estrés postraumático animal. Allí, elefantes jóvenes han atacado a decenas de rinocerontes en los últimos años, a menudo hasta matarlos. Es un fenómeno extrañísimo, y los científicos sospechan que puede deberse a trastornos mentales de los proboscidios que derivan en acciones violentas inesperadas. La etóloga Joyce Poole, experta en el comportamiento de los elefantes, cree que los responsables son machos huérfanos a causa de cacerías furtivas que los han traumatizado, y afirma que existen asombrosas semejanzas entre el estrés postraumático que sufren los
Homo sapiens y el de estos mamíferos. La ansiedad tampoco parece entender de especies. Al fisiólogo ruso Iván Pávlov (1849-1936) le fascinaban las similitudes entre los desórdenes mentales humanos y los de otros animales. Contemporáneo de Freud, se interesó por las reflexiones de este sobre la neurosis. En una ocasión se inundó el laboratorio de Leningrado donde vivían los perros con los que Pávlov experimentaba. La mayoría de los que se salvaron de ahogarse cambiaron su carácter y se volvieron muy nerviosos tras el accidente. Según el científico ruso, su sistema nervioso se había debilitado. Para probar su hipótesis, simuló un conato de inundación en el laboratorio. Al ver el agua, los animales reaccionaron como lo hubiera hecho una persona con neurosis: los poseyó la ansiedad. Así, ejecutaron movimientos repetitivos, dieron vueltas en círculo...