SUICIDIOS: ¿REALIDAD O FANTASÍA?
Las especulaciones sobre la posibilidad de que algunos animales se quiten la vida son antiguas. Asumimos que el suicidio es solo humano, por tratarse de un acto deliberado que implica la capacidad de imaginarse a uno mismo ejecutándolo, y la conciencia de la propia mortalidad. Además, consideramos a los animales impulsados por un instinto de supervivencia ilimitado. Si se dañan a sí mismos es porque algo va mal en su organismo. Pero se conocen casos de ejemplares de ciertas especies que dejan de comer cuando pierden a un ser querido y fallecen por inanición. Así se ha documentado en chimpancés, gorilas, elefantes o guacamayos. No podemos afirmar que se suiciden, pero parecen dejarse ir.
Los cetáceos son los seres en los que la hipótesis del suicidio resulta más plausible, ya que su respiración no es refleja. La activan o detienen conscientemente, en función de si están sumergidos o no. ¿Pueden dejar de respirar a propósito para matarse? Tal vez. La naturalista estadounidense Margaret Lovatt trabajó en los sesenta con un delfín llamado Peter al que enseñó a reconocer algunas palabras. Su investigación, en la que colaboró la NASA, cesó por falta de presupuesto, y el animal fue trasladado a un tanque donde apenas podía moverse. No tardó en deprimirse y morir. Lovatt asegura que el delfín se suicidó al dejar de respirar. Ric O'Barry, conocido entrenador de delfines, contó la historia de Kathy, una hembra que habría hecho lo mismo.
Uno de los fenómenos que más comentarios suscita sobre el suicidio animal es el de las ballenas varadas en las playas, donde mueren. Es algo común: solo en el Reino Unido se han registrado más de once mil casos. Las causas no se conocen, y de ahí la especulación. Se habla de los sonares, que despistarían a los cetáceos al interferir en sus sistemas de orientación y los llevarían a encallar, pero esto ocurría antes de surgir esta tecnología. También se responsabiliza a contaminantes como el mercurio, que dañarían sus cerebros y alterarían su comportamiento. Pero que no haya una prueba de la causa hace que los medios se hagan eco de estos casos.
A la vista de todos estos ejemplos podría parecer que los animales padecen problemas psicológicos casi humanos. Tal vez llegue el día en que el influyente Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, tan usado en Estados Unidos, incluya una sección dedicada a las dolencias de otras especies.