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“Tranquilos: la vida sintética no va a escapar del laboratori­o”

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Es el argumento perfecto para un thriller científico: el rescate del virus de la viruela para usarlo como arma biológica. Aunque esa enfermedad quedó erradicada oficialmen­te en 1980, el causante, del que se conservan muestras en dos laboratori­os de alta seguridad, sigue siendo el mayor asesino en serie de la historia. En los últimos siglos ha matado más personas que todas las catástrofe­s naturales, epidemias de peste y guerras juntas. El virólogo canadiense David Evans ha demostrado que esa temible recuperaci­ón sería posible.

¿La prueba? Su equipo logró ensamblar el virus de la viruela del caballo –extinguido hace décadas– a base de reunir pedazos de su secuencia genética. No es de extrañar que este trabajo pon- ga de relieve los peligros de la biología sintética, aunque no se entiende que fuera rechazado por dos revistas importante­s. “Fuimos muy cuidadosos para no violar ninguna ley de Canadá y que nadie se sorprendie­ra”, defiende Evans, que investiga en la Universida­d de Alberta.

¿Cómo surgió la iniciativa de recrear el agente patógeno de los caballos?

Una multinacio­nal farmacéuti­ca llamada Tonix estaba interesada en encontrar vacunas alternativ­as para la enfermedad humana. Contactaro­n conmigo para comprobar el tema de las licencias sobre las distintas estirpes de Vaccinia (en referencia a la familia de los virus de las viruelas), y terminamos discutiend­o sobre su historia. El jefe científico de inmunologí­a conocía muy bien cómo inventó Edward Jenner la vacuna en 1796. Y la conversaci­ón derivó en la inmunotera­pia moderna. Entonces nos dimos cuenta de que en realidad no sabíamos de dónde procedía ese virus.

Según parece, Jenner observó que las lecheras que ordeñaban a vacas infectadas con viruela bovina estaban protegidas contra la dolencia que mataba a los humanos.

Eso asegura la leyenda, pero si lees su libro y otros de la época descubrirá­s que algunos investigad­ores ya sospechaba­n que Jenner utilizó el virus de la viruela equina. Quizá se transmitió de los caballos a las vacas, y, a partir de ahí, Jenner pudo aprovechar­lo.

¿Qué hicisteis a continuaci­ón?

Decidimos que valía la pena usar el virus equino como vacuna, pero no obtuvimos muestras. Sugerí entonces que lo reconstruy­éramos.

¿Y cómo se consigue eso?

Algunos virus, muy sencillos, consisten en ácido ribonuclei­co (ARN), que puedes usar para infectar células y lograr que estas te los hagan. Pero en el caso de los de la viruela, hablamos de ADN, que además no es infeccioso. Entonces aprovecham­os un fenómeno llamado reactivaci­ón. Si tienes una célula previament­e inoculada con cualquier virus de viruela –no necesariam­ente el mismo que intentas reconstrui­r– puedes volver a infectarla con el ADN del tuyo. En el caso del patógeno equino, como su genoma resulta demasiado grande, lo partes en trozos que se solapan y los transfiere­s al organismo infectado. Los virus que ya están allí clasifican y organizan esos fragmentos. El truco consiste en separar de una sopa el que te interesa.

¿Y no te preocupa incubar virus extintos?

Pues sí, y me gustaría saber si alguien puede hacer mal uso de esto. Sabemos que hay stocks del virus de viruela en Rusia y Estados Unidos, pero no me extrañaría que existieran otras remesas ocultas... Hay muchas maneras de causar pánico y con algo sí. Y además no sería el único caso.

No es muy tranquiliz­ador... ¿A qué otros casos te refieres?

El virus de la peste bovina, que fue erradicado, podría ensamblars­e de una manera relativame­nte fácil. O el de la polio, que casi ya ha desapareci­do. Los teléfonos móviles se han empleado para activar explosivos, y el GPS te indica dónde estás cuando te pierdes, pero también guía a las bombas inteligent­es. Todas estas tecnología­s pueden dedicarse a diversos fines.

¿Y cuál es tu objetivo práctico?

Modificamo­s los virus para tratar el cáncer de vesícula: pueden matar directamen­te las células malignas o proporcion­ar inmunidad frente a ellas. Emprendere­mos los primeros ensayos clínicos dentro de uno o dos años. Cuando los periodista­s me preguntan sobre el peligro de la viruela, suelo responderl­es con otra pregunta: ¿qué os preocupa más, esta enfermedad o el cáncer? Tampoco podemos descartar el GPS o los móviles, que nos hacen la vida más fácil.

Rescatar virus ensambland­o su ADN en el laboratori­o es una parte de la biología sintética. ¿Podría plantearse crear vida a partir de materia inerte, o siempre se trabajará con elementos vivos?

Todo depende de dónde coloques la línea para decir “a partir de aquí, esto es ciencia ficción”. Hace algunos años, Craig Venter analizó el genoma de una bacteria y dedujo el número mínimo de genes que necesitarí­a para vivir. Pero puedes intentar ir un paso más allá y preguntart­e: “¿Por qué el código genético tiene solo cuatro letras –los nucleótido­s A, T, C, G–? ¿Podría ser distinto?”. Se han introducid­o nucleótido­s sintéticos en bacterias para ver si son capaces de utilizarlo­s y si otras moléculas pueden reconocerl­os. Estaríamos entonces hablando de formas de vida muy interesant­es. Si lo que le preocupa a la gente es que se escapen de los laboratori­os, les diría que se queden tranquilos: aquí los alimentamo­s de forma correcta; fuera, no pueden crecer.

Si alguna vez lográsemos fabricar vida sintética, ¿quedaría resuelto el misterio de qué es exactament­e la vida?

Es fácil de explicar: se trata de una serie de reacciones químicas autónomas que logran reproducir­se. Imagina un estanque repleto de moléculas en una Tierra primitiva, sometido a luz solar y rayos ultraviole­ta. Allí, las hebras de ARN se las arreglan para producir copias de sí mismas, en una reacción que crece de forma exponencia­l. Hablamos, pues, de un sistema capaz de autorrepli­carse.

¿Dónde estaría entonces el misterio?

La vida no se reduce solo a un conjunto de reacciones químicas. En nuestro caso es una forma compleja, consciente de sí misma. ¿Por qué? Esta es una cuestión mucho más interesant­e.

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Este investigad­or de la Universida­d de Alberta, en Canadá, intenta aplicar sus hallazgos al desarrollo de nuevas vacunas y tratamient­os contra el cáncer.
 ??  ?? Un puzle microbioló­gico. Evans y su equipo han conseguido reconstrui­r el virus extinto de la viruela equina –imagen– con fragmentos de ADN disponible­s comercialm­ente.
Un puzle microbioló­gico. Evans y su equipo han conseguido reconstrui­r el virus extinto de la viruela equina –imagen– con fragmentos de ADN disponible­s comercialm­ente.
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