REGRESAN LOS TÓTEMS
Estos símbolos verticales han vuelto a los bosques del noroeste de América, donde un día fueron parte esencial de la cultura indígena. Los fotógrafos alemanes Heidi y Hans-Jürgen Koch han documentado su renacer.
PARA LOS PUEBLOS SIN ESCRITURA, LOS TÓTEMS ERAN LIBROS ABIERTOS
Los bosques templados y húmedos del noroeste de América asombraron a los europeos que los exploraron en la segunda mitad del siglo XVIII por su rica vida y su frondosidad, que a veces los llevaba hasta el mismo mar. Entre sus muchos árboles, desperdigados aquí y allá, lucían con fuerza unos muy peculiares, despojados de ramas y decorados con tallas y pinturas que intimidaban al hombre blanco a la par que le planteaban interrogantes sin respuesta.
Pero para los indígenas de la región, pueblos sin lenguaje escrito como los haidas, los tlingits y los tsimshians, esas estructuras verticales eran libros abiertos llenos de significado: los tótems proclamaban la propiedad del terreno donde se asentaban; narraban mitos basados en realidades olvidadas; relataban el origen legendario de un clan; demos-
ESTOS ICONOS EXPRESAN EL ORGULLO RECOBRADO DE LOS INDÍGENAS
traban estatus; rendían homenaje a personas importantes; recordaban sucesos históricos; señalaban una sepultura; daban la bienvenida a los huéspedes...
Formaban un bosque muerto tan vivo como el real: los tótems envejecían, caían y otros los sustituían. Al principio, el contacto entre invasores y autóctonos fue fructífero. El comercio enriqueció a muchas familias locales, que exhibieron su nuevo estatus erigiendo ídolos espectaculares. Pero fue una corta edad de oro. Los indios cedieron a la presión visitante, y a mediados del siglo XIX los tótems eran ya un vestigio, símbolos paganos a erradicar, piezas de museo.
Así fue hasta mediados de la pasada centuria, cuando las leyes restituyeron en Estados Unidos los derechos de los indígenas. Renacieron los tótems de los bosques de Alaska, y por contagio los del noroeste de Canadá. Artesanos de la región volvieron a tallarlos y plantarlos, dotándolos de nuevos significados y haciéndolos accesibles a los blancos y a los propios indios, que habían olvidado su poder. Hoy no son reliquias, sino una expresión de la nueva identidad local, de orgullo por el pasado y de confianza en el futuro. e