Más fuertes que los dinosaurios
31 DE MAYO DE 2012. Trescientos científicos de trece países publican en la revista Nature el resultado del trabajo de toda una década: el genoma del tomate. Están satisfechos. Al fin lo saben casi todo –han leído el 90% de sus 35.000 genes– sobre la fruta más consumida del mundo. ¿Fruta? Sí, has leído bien. Botánicamente el tomate no se considera una verdura, sino una fruta, con semillas, que crece a partir de una flor polinizada. Como les sucede también al pimiento, a la calabaza y al pepino.
SUPERVIVIENTE. Volviendo al anuncio del genoma, entre los protagonistas del día nos encontramos a Antonio Granell, que ha dirigido la parte española de la investigación. Asegura que una de las cosas que más le ha llamado la atención es que hace 60 millones de años el tomate triplicó varias veces sus genes, y que este hecho parece que lo salvó de la última gran extinción masiva, la que acabó con los dinosaurios. MÁS VIEJO QUE EL HOMBRE. Pero ¿cuánto lleva esta fruta entre nosotros? El origen del tomate comercial se remonta a unas pequeñas bayas que solo crecían en algunas regiones de América del Sur. El pariente vivo más cercano a este ancestro común es el Solanum pimpinellifolium. Y comparando su genoma con el del tomate de mesa se ha comprobado que ambas especies se separaron hace alrededor de 1,3 millones de años. POR DUPLICADO. Además, en el ADN del tomate que comemos han encontrado indicios de que ha experimentado varias duplicaciones, un mecanismo para generar nuevas características. “Si a partir de una tijera quieres crear una sierra, puedes alterar la tijera para que se parezca a una sierra, pero te quedarás sin la tijera”, explica Granell. Para evitar esta pérdida, la naturaleza duplica la tijera y aplica los cambios en una de las copias, de forma que no pierdas la estructura original si dicho cambio no beneficia a la especie. Inteligente y eficaz. Entre otras razones porque esta estrategia está detrás del característico color encarnado del tomate y su agradable textura.