EL TRABAJO ALTERA TU CEREBRO
Deportista de élite, taxista, matemático, astronauta, pianista... Nuestra actividad profesional deja una huella en el encéfalo que en unos casos es beneficiosa y en otros, nociva.
Si eligiéramos al azar a una veintena de personas y analizáramos sus cerebros mediante imágenes por resonancia magnética, descubriríamos que, aunque sus órganos pensantes guardan muchas similitudes, existen diferencias sutiles pero importantes. Algunas tendrán base genética, y otras estarán relacionadas con palos de golf, fogones o violines. ¿El motivo? Que la profesión de un individuo deja su marca en el encéfalo.
En el caso de los músicos, por poner un ejemplo, esta huella resulta beneficiosa para su vida cotidiana, pues se ha comprobado que el dominio de un instrumento les causa cambios en sus redes neuronales que hacen que sean más eficientes a la hora de recordar y aprender. Pero la actividad habitual de un sujeto también perjudica su cerebro en ocasiones: el de los boxeadores puede sufrir lesiones que afectan a su memoria. Y no hace falta recibir golpes: se ha comprobado que las estancias prolongadas en el espacio tienen repercusiones en el sistema motor de los astronautas.
El encéfalo humano no deja nunca de cambiar. El oficio de cada cual, ejercido a diario durante años, lo moldea de distintas formas, como veremos en los siete ejemplos que siguen a continuación.
1. ASTRONAUTAS
Hasta que el turismo galáctico sea una realidad, solo los astronautas profesionales tienen la oportunidad de experimentar lo que se siente al flotar en una nave espacial. Los duros entrenamientos previos a los que se someten antes de emprender cualquier misión no tienen otro fin que prepararlos para las condi- ciones que tendrán que soportar, pero eso no impide que la microgravedad continuada altere sus organismos, cerebro incluido.
Según un estudio publicado en la revista Nature Microgravity, cuanto más tiempo pasen los astronautas en el espacio, menos materia gris tendrán en los lóbulos temporal y frontal al volver a la Tierra. Los investigadores sometieron a resonancias magnéticas a trece personas que habían permanecido dos semanas en una lanzadera espacial, y a catorce que habían pasado seis meses en la Estación Espacial Internacional. El segundo grupo perdió más materia gris, esencial para procesar y almacenar la información.
Los autores del trabajo indican que habrá de pasar tiempo para comprobar si estos cambios han tenido repercusiones permanentes en la conducta y la capacidad de los afectados.
NECESITAMOS LA GRAVEDAD: SU AUSENCIA DAÑA LAS NEURONAS
Otra investigación ha sacado a relucir los efectos de la microgravedad en el cerebro. El cosmonauta letón Oleg Artemyev pasó 169 días en la Estación Espacial Internacional en 2014. A su vuelta, presentaba alteraciones en los sistemas vestibular y motor, lo que podría explicar las dificultades de locomoción que padeció a su regreso a casa.
“En experimentos terrestres con animales se ha demostrado que la microgravedad provoca un deterioro cognitivo grave, tanto en la memoria operativa como en la espacial, lo que perjudica la capacidad de aprendizaje”, sostiene Viktor S. Kokhan, investigador
del Instituto de Problemas Biomédicos de la Academia de Ciencias de Rusia. Kokhan ha analizado los riesgos que pueden acarrear para el sistema nervioso central de los astronautas viajes tan largos como el que nos llevaría a Marte, un reto que ya se plantean las agencias espaciales.
Las sobrecargas gravitacionales, el campo hipomagnético y las radiaciones ionizantes son los tres factores que más preocupan a los expertos, sobre todo estas últimas, ya que alteran los procesos de neurogénesis –la diferenciación de las células madre en nuevas neuronas–, lo que provoca que se paralice el proceso cognitivo, relacionado con el pensamiento abstracto y la toma de decisiones, y que no se consolide la memoria. “También conducen a la inflamación del tejido neural y a la apoptosis –muerte celular programada– de las neuronas”, añade Kokhan. 2. MÚSICOS Distintas herramientas de neuroimagen nos han permitido conocer cómo es el cerebro de alguien que toca habitualmente un instrumento y cómo se diferencia del de otras personas. “En los músicos que practican con frecuencia, las áreas cerebrales que controlan las manos y la audición, las relacionadas con la planificación y las de coordina- ción motora son mayores. También tienen mejores conexiones entre los dos hemisferios cerebrales y entre el lóbulo frontal y el lóbulo temporal en uno de los hemisferios”, resume Eckart Altenmüller, director del Instituto de Fisiología Musical y Medicina de Músicos de la Universidad de Hannover de Música, Drama y Medios (Alemania).
El tiempo dedicado a tocar es la clave. “Cuanto más se practica, mayores son las transformaciones”, recalca Altenmüller. Y hay diferencias según el instrumento. “Los violinistas presentan áreas motoras cerebrales más grandes para la mano izquierda, porque tienen que ejecutar muchos movimientos rápidos con esta, mientras que los pianistas tienen más grandes las vinculadas a la derecha, que en su caso es la que lleva el trabajo más difícil”.
Este investigador ha estudiado cómo afecta a los músicos la metaplasticidad, concepto que alude a la capacidad de las sinapsis neuronales para fortalecerse o debilitarse con el tiempo en función del tipo de actividad. Y ha comprobado que tal clase de flexibilidad es más poderosa en estos artistas: las personas con for- mación musical adquieren habilidades de forma más rápida y estable. Estas diferentes configuraciones cerebrales repercuten positivamente en el día a día: un músico será más habilidoso en todo lo relacionado con las funciones ejecutivas, ubicadas en la corteza prefrontal. Por tanto, se le dará bien prestar atención, planificar, organizar y diferenciar lo importante de lo accesorio.
SI QUIERES UNA MENTE MÁS VELOZ, PONTE YA CON EL SOLFEO
“Este grupo de habilidades es muy difícil de medir. Los neurocientíficos trabajan para saber por qué ocurren estos cambios en los cerebros de los niños que aprenden música”, señala Anita Collins, educadora australiana que investiga cómo influye en el desarrollo cognitivo la educación musical.
Collins recuerda que las personas que reciben esta formación utilizan su cerebro de manera más eficiente y que su capacidad para resolver problemas, aprender, recordar y hacerse entender es mejor que en otros individuos. “Todo lo que hacemos transforma nuestro
cerebro, y aprender música modifica su funcionamiento. Lo más interesante es que mejoran muchas áreas cerebrales al mismo tiempo”.
Estos cambios también repercuten en los sentidos, según Simon Landry, profesor de la Escuela de Ortofonía y Audiología de la Universidad de Montreal. Su trabajo revela que los músicos reaccionan antes a estímulos auditivos, táctiles y audiotáctiles. “Procesan las estimulaciones multisensoriales de manera diferente, seguramente porque se transforman las conexiones de sus cerebros”, comenta Landry.
3. CHEFS
Con la popularización de los concursos televisivos de cocina, hoy todos nos podemos poner en la piel de un jefe de cocina. Sacar las comandas a tiempo y gestionar un equipo a ritmo frenético sin que disminuya la calidad de los platos no resulta tarea fácil. ¿Está el cerebro de los chefs hecho de otra pasta? En cierto modo, sí. Así lo revela un estudio dirigido por Antonio Cerasa, del Instituto de Bioimagen y Fisiología Molecular del Consejo Nacional de Investigación de Italia.
“El cerebelo, parte posterior del encéfalo, de los chefs que participaron en la investigación muestra una mayor densidad neuronal. Esta región está involucrada en la creación de esquemas motores y cognitivos, como el aprendizaje de habilidades, y es esencial para que el ser humano se adapte al medio ambiente”, declara Cerasa.
En el estudio participaron once jefes de cocina italianos con más de cinco años de experiencia en gestión de equipos y que habían recibido al menos un premio –tres tenían una estrella Michelin–. Sus encéfalos fueron escrutados con resonancias magnéti- cas, y completaron cuestionarios que evaluaban sus funciones cognitivas. Los resultados se compararon con los de once personas sin experiencia culinaria alguna. “Los cocineros viven para y contra el tiempo. El cerebelo es la principal región involucrada en los procesos de cronometraje”, afirma Cerasa, que ha descubierto que el tamaño del cerebelo de los chefs gana neuronas a medida que aumenta el número de personas que estos tienen a su cargo.
LOS JEFES DE COCINA SON MÁQUINAS DE EJECUTAR TAREAS A TODA PRISA
“Los chefs tienen que controlar sus propios movimientos, pero también lo que están haciendo otras muchas personas de forma simultánea. ¡Y esta habilidad da forma al cerebro!”, exclama Cerasa. Su investigación ha encontrado que los jefes de cocina no poseen mejor memoria que los ajenos a los fogones, aunque sí presentan más capacidad pa- ra una mejor planificación motora, que es la capacidad del cerebro para organizar y ejecutar una serie de tareas desconocidas al principio hasta convertirlas en un proceso casi automático.
4. TAXISTAS
Memorizar las calles de una gran ciudad y conocer las mejores rutas y las alternativas disponibles es algo que solo consiguen hacer los más experimentados taxistas. Y se nota en sus sesos. “La parte posterior del hipocampo de los taxistas de Londres es mayor que la de otras personas”, asegura Hugo Spiers, investigador de la división de Psicología y Ciencias del Lenguaje de la University College de Londres.
Científicos de esta universidad publicaron este hallazgo en el año 2000, y, desde entonces, los investigadores
han seguido trabajando para averiguar cómo surge la modificación de esta región cerebral relacionada con la memoria espacial y la orientación. Al comparar los encéfalos de los taxistas londinenses con los de los conductores de autobuses de la misma ciudad –sometidos también a un gran estrés pero con rutas fijas–, se ha descubierto que los taxistas registraban mayor volumen de materia gris en la zona medio-posterior del hipocampo, lo que se acrecentaba con los años al volante. Pero no ocurría lo mismo con los autobuseros.
Conclusión: lo que acaba diferenciando los hipocampos de unos y otros era la continua asimilación de nuevas rutas, necesaria para conducir un taxi, pero no para llevar un autobús que cubre casi siempre el mismo trayecto. El estrés y otros factores no parecen tener nada que ver. Semejante especialización acarrea desventajas, según comprobó Spiers: los taxistas londinenses tenían más problemas que sus colegas de los buses para adquirir nueva in- formación visoespacial, que es aquella que permite representar, analizar y manipular objetos mentalmente. El incremento de la materia gris del hipocampo podría tener un coste a la hora de adquirir nuevas memorias espaciales, otra función que reside en nuestro viejo conocido hipocampo.
5. MATEMÁTICOS
El cerebro humano es el único del reino animal capaz de utilizar abstracciones matemáticas. Para averiguar cómo lo consigue, un equipo de investigadores de la Unidad de Neuroimagen Cognitiva del Instituto Nacional de la Salud e Investigación Sanitaria de Francia practicó en 2016 resonancias magnéticas a quince matemáticos profesionales y a quince expertos en humanidades.
A todos ellos les entregaron ejercicios de alto nivel: 72 matemáticos (de análisis, álgebra, topología y geometría) y dieciocho de otras materias. Debían responder si eran verdaderos, falsos o carecían de sentido. Durante todas las pruebas matemáticas, en los cerebros de los versados en esta disciplina se activaban redes neuronales que implicaban áreas del lóbulo temporal inferior, la corteza prefrontal dorsal y zonas intraparietales diferentes a las que se ponen en marcha cuando usamos el lenguaje. No sucedía así con los encéfalos de los profanos sometidos a los mismos retos, que mantenían en calma esas regiones.
Sin embargo, ante los problemas no matemáticos, las zonas cerebrales que se encendían eran las mismas en unos y otros. “Los matemáticos usan más regiones relacionadas con su ciencia que los que no lo son cuando trabajan con aritmética simple”, indica Marie Amalric, autora principal del estudio, publicado en la revista PNAS. “Y cuando se hacen preguntas matemáticas muy difíciles, solo ellos activan las regiones relacionadas con esta disciplina”.
En cuanto a los discutidos vínculos entre matemáticas y lenguaje en el cerebro, los resultados indican que el pensamiento matemático de alto nivel hace un uso mínimo de las áreas del lenguaje: lo que utiliza son circuitos relacionados con el espacio y el número.
Parece que Einstein tenía razón cuando opinaba que “las palabras y el lenguaje, ya sean escritos o hablados, no parecen participar en mis razonamientos”.
6. DEPORTISTAS
Hemos escogido dos especialidades muy distintas para hablar de la huella del deporte en el cerebro: el golf y el boxeo. En la primera, la concentración resulta esencial. No es de extrañar que su práctica continuada y de muy alto nivel repercuta en la configuración cerebral. Un estudio publicado en PLOS
ONE sostiene que los buenos jugadores experimentan cambios tanto en su materia gris como en la blanca, compuesta por fibras nerviosas.
En la investigación participaron diez golfistas profesionales, diez aficionados de nivel alto, diez de nivel intermedio y diez personas que no jugaban. Los científicos dirigidos por Lutz Jänc- ke, neuropsicólogo de la Universidad de Zúrich, analizaron los encéfalos de unos y otros a partir de las imágenes obtenidas con resonancias magnéticas.
“Cuanto mejor era el golfista, mayor era el volumen de la materia gris en su corteza motora y en la parietal. Estas áreas cerebrales son necesarias para controlar el comportamiento motor y dirigir la atención hacia un acto concreto”, explica Jäncke.
LOS PALOS DE GOLF SON PREFERIBLES A LOS QUE SE RECIBEN EN UN RING
Además, los golfistas más cualificados poseían menos materia blanca en la cápsula interna del cerebro, una región interior del encéfalo. Los neurocientíficos relacionan estas dos peculiaridades con un mayor control de las acciones motoras específicas de este deporte. A diferencia del caso de los músicos, es- tos rasgos cerebrales no parecen influir en la vida diaria de los golfistas. “Tales cambios se relacionan con la experiencia del juego y no ejercen influencia directa sobre otros comportamientos”, asevera Jäncke.
Los que sí pueden acabar llevando una existencia difícil por culpa de su deporte son los boxeadores. Alrededor del 20 % de los púgiles profesionales padecen lesiones cerebrales crónicas a causa de los golpes recibidos, y eso deteriora sus funciones motoras y cognitivas, además de alterar su conducta. “Pueden tener fallos de memoria, atención y concentración, y no controlar sus impulsos. También son propensos a las depresiones, y sufren temblores y problemas de equilibrio y coordinación”, dice Barry Jordan, neurólogo estadounidense especializado en daños cerebrales causados por el deporte.
Fajarse en los rings durante mucho tiempo puede provocar demencia pugilística, una enfermedad neurodegenerativa asociada a los traumatismos en la cabeza. Aunque estas conmociones suelan ser reversibles, Jordan advierte de que sus consecuencias a largo plazo no lo son. La prevención es el mejor aliado. Algunos boxeadores toman fármacos destinados a tratar el alzhéimer o el párkinson para disminuir los síntomas, pero no parece buena opción. “No hay suficiente número de casos para saber si funcionan o no”, alerta el neurólogo.
7. BAILARINES
Danzar con soltura y elegancia exige coordinación, equilibrio y ritmo, habilidades que cualquier bailarín ha de dominar. El ejercicio que realiza tanto en los ensayos como en las representaciones se asemeja en cierta forma al de los atletas. Por eso, un grupo de investigadores ha comparado con electroencefalografías la actividad cerebral de doce bailarines, doce jugadores de deportes de pelota y doce voluntarios que no practicaban ejercicio.
“Los cambios registrados en los encéfalos de unos y otros parecen el resultado de la plasticidad cerebral”, resalta Numan Ermutlu, investigador del departamento de Fisiología de la Universidad Bilim de Estambul (Turquía) y coautor del trabajo. La investigación muestra diferencias entre bailarines y deportistas, lo que repercute en sus actividades. Según Ermutlu, los danzarines tienen ventaja en tareas que exigen el máximo equilibrio, mientras que los deportistas destacan cuando se necesitan flexibilidad y rapidez.