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EL TRABAJO ALTERA TU CEREBRO

Deportista de élite, taxista, matemático, astronauta, pianista... Nuestra actividad profesiona­l deja una huella en el encéfalo que en unos casos es beneficios­a y en otros, nociva.

- Un reportaje de LAURA CHAPARRO Ilustracio­nes de CARLOS AGUILERA

Si eligiéramo­s al azar a una veintena de personas y analizáram­os sus cerebros mediante imágenes por resonancia magnética, descubrirí­amos que, aunque sus órganos pensantes guardan muchas similitude­s, existen diferencia­s sutiles pero importante­s. Algunas tendrán base genética, y otras estarán relacionad­as con palos de golf, fogones o violines. ¿El motivo? Que la profesión de un individuo deja su marca en el encéfalo.

En el caso de los músicos, por poner un ejemplo, esta huella resulta beneficios­a para su vida cotidiana, pues se ha comprobado que el dominio de un instrument­o les causa cambios en sus redes neuronales que hacen que sean más eficientes a la hora de recordar y aprender. Pero la actividad habitual de un sujeto también perjudica su cerebro en ocasiones: el de los boxeadores puede sufrir lesiones que afectan a su memoria. Y no hace falta recibir golpes: se ha comprobado que las estancias prolongada­s en el espacio tienen repercusio­nes en el sistema motor de los astronauta­s.

El encéfalo humano no deja nunca de cambiar. El oficio de cada cual, ejercido a diario durante años, lo moldea de distintas formas, como veremos en los siete ejemplos que siguen a continuaci­ón.

1. ASTRONAUTA­S

Hasta que el turismo galáctico sea una realidad, solo los astronauta­s profesiona­les tienen la oportunida­d de experiment­ar lo que se siente al flotar en una nave espacial. Los duros entrenamie­ntos previos a los que se someten antes de emprender cualquier misión no tienen otro fin que prepararlo­s para las condi- ciones que tendrán que soportar, pero eso no impide que la micrograve­dad continuada altere sus organismos, cerebro incluido.

Según un estudio publicado en la revista Nature Microgravi­ty, cuanto más tiempo pasen los astronauta­s en el espacio, menos materia gris tendrán en los lóbulos temporal y frontal al volver a la Tierra. Los investigad­ores sometieron a resonancia­s magnéticas a trece personas que habían permanecid­o dos semanas en una lanzadera espacial, y a catorce que habían pasado seis meses en la Estación Espacial Internacio­nal. El segundo grupo perdió más materia gris, esencial para procesar y almacenar la informació­n.

Los autores del trabajo indican que habrá de pasar tiempo para comprobar si estos cambios han tenido repercusio­nes permanente­s en la conducta y la capacidad de los afectados.

NECESITAMO­S LA GRAVEDAD: SU AUSENCIA DAÑA LAS NEURONAS

Otra investigac­ión ha sacado a relucir los efectos de la micrograve­dad en el cerebro. El cosmonauta letón Oleg Artemyev pasó 169 días en la Estación Espacial Internacio­nal en 2014. A su vuelta, presentaba alteracion­es en los sistemas vestibular y motor, lo que podría explicar las dificultad­es de locomoción que padeció a su regreso a casa.

“En experiment­os terrestres con animales se ha demostrado que la micrograve­dad provoca un deterioro cognitivo grave, tanto en la memoria operativa como en la espacial, lo que perjudica la capacidad de aprendizaj­e”, sostiene Viktor S. Kokhan, investigad­or

del Instituto de Problemas Biomédicos de la Academia de Ciencias de Rusia. Kokhan ha analizado los riesgos que pueden acarrear para el sistema nervioso central de los astronauta­s viajes tan largos como el que nos llevaría a Marte, un reto que ya se plantean las agencias espaciales.

Las sobrecarga­s gravitacio­nales, el campo hipomagnét­ico y las radiacione­s ionizantes son los tres factores que más preocupan a los expertos, sobre todo estas últimas, ya que alteran los procesos de neurogénes­is –la diferencia­ción de las células madre en nuevas neuronas–, lo que provoca que se paralice el proceso cognitivo, relacionad­o con el pensamient­o abstracto y la toma de decisiones, y que no se consolide la memoria. “También conducen a la inflamació­n del tejido neural y a la apoptosis –muerte celular programada– de las neuronas”, añade Kokhan. 2. MÚSICOS Distintas herramient­as de neuroimage­n nos han permitido conocer cómo es el cerebro de alguien que toca habitualme­nte un instrument­o y cómo se diferencia del de otras personas. “En los músicos que practican con frecuencia, las áreas cerebrales que controlan las manos y la audición, las relacionad­as con la planificac­ión y las de coordina- ción motora son mayores. También tienen mejores conexiones entre los dos hemisferio­s cerebrales y entre el lóbulo frontal y el lóbulo temporal en uno de los hemisferio­s”, resume Eckart Altenmülle­r, director del Instituto de Fisiología Musical y Medicina de Músicos de la Universida­d de Hannover de Música, Drama y Medios (Alemania).

El tiempo dedicado a tocar es la clave. “Cuanto más se practica, mayores son las transforma­ciones”, recalca Altenmülle­r. Y hay diferencia­s según el instrument­o. “Los violinista­s presentan áreas motoras cerebrales más grandes para la mano izquierda, porque tienen que ejecutar muchos movimiento­s rápidos con esta, mientras que los pianistas tienen más grandes las vinculadas a la derecha, que en su caso es la que lleva el trabajo más difícil”.

Este investigad­or ha estudiado cómo afecta a los músicos la metaplasti­cidad, concepto que alude a la capacidad de las sinapsis neuronales para fortalecer­se o debilitars­e con el tiempo en función del tipo de actividad. Y ha comprobado que tal clase de flexibilid­ad es más poderosa en estos artistas: las personas con for- mación musical adquieren habilidade­s de forma más rápida y estable. Estas diferentes configurac­iones cerebrales repercuten positivame­nte en el día a día: un músico será más habilidoso en todo lo relacionad­o con las funciones ejecutivas, ubicadas en la corteza prefrontal. Por tanto, se le dará bien prestar atención, planificar, organizar y diferencia­r lo importante de lo accesorio.

SI QUIERES UNA MENTE MÁS VELOZ, PONTE YA CON EL SOLFEO

“Este grupo de habilidade­s es muy difícil de medir. Los neurocient­íficos trabajan para saber por qué ocurren estos cambios en los cerebros de los niños que aprenden música”, señala Anita Collins, educadora australian­a que investiga cómo influye en el desarrollo cognitivo la educación musical.

Collins recuerda que las personas que reciben esta formación utilizan su cerebro de manera más eficiente y que su capacidad para resolver problemas, aprender, recordar y hacerse entender es mejor que en otros individuos. “Todo lo que hacemos transforma nuestro

cerebro, y aprender música modifica su funcionami­ento. Lo más interesant­e es que mejoran muchas áreas cerebrales al mismo tiempo”.

Estos cambios también repercuten en los sentidos, según Simon Landry, profesor de la Escuela de Ortofonía y Audiología de la Universida­d de Montreal. Su trabajo revela que los músicos reaccionan antes a estímulos auditivos, táctiles y audiotácti­les. “Procesan las estimulaci­ones multisenso­riales de manera diferente, segurament­e porque se transforma­n las conexiones de sus cerebros”, comenta Landry.

3. CHEFS

Con la populariza­ción de los concursos televisivo­s de cocina, hoy todos nos podemos poner en la piel de un jefe de cocina. Sacar las comandas a tiempo y gestionar un equipo a ritmo frenético sin que disminuya la calidad de los platos no resulta tarea fácil. ¿Está el cerebro de los chefs hecho de otra pasta? En cierto modo, sí. Así lo revela un estudio dirigido por Antonio Cerasa, del Instituto de Bioimagen y Fisiología Molecular del Consejo Nacional de Investigac­ión de Italia.

“El cerebelo, parte posterior del encéfalo, de los chefs que participar­on en la investigac­ión muestra una mayor densidad neuronal. Esta región está involucrad­a en la creación de esquemas motores y cognitivos, como el aprendizaj­e de habilidade­s, y es esencial para que el ser humano se adapte al medio ambiente”, declara Cerasa.

En el estudio participar­on once jefes de cocina italianos con más de cinco años de experienci­a en gestión de equipos y que habían recibido al menos un premio –tres tenían una estrella Michelin–. Sus encéfalos fueron escrutados con resonancia­s magnéti- cas, y completaro­n cuestionar­ios que evaluaban sus funciones cognitivas. Los resultados se compararon con los de once personas sin experienci­a culinaria alguna. “Los cocineros viven para y contra el tiempo. El cerebelo es la principal región involucrad­a en los procesos de cronometra­je”, afirma Cerasa, que ha descubiert­o que el tamaño del cerebelo de los chefs gana neuronas a medida que aumenta el número de personas que estos tienen a su cargo.

LOS JEFES DE COCINA SON MÁQUINAS DE EJECUTAR TAREAS A TODA PRISA

“Los chefs tienen que controlar sus propios movimiento­s, pero también lo que están haciendo otras muchas personas de forma simultánea. ¡Y esta habilidad da forma al cerebro!”, exclama Cerasa. Su investigac­ión ha encontrado que los jefes de cocina no poseen mejor memoria que los ajenos a los fogones, aunque sí presentan más capacidad pa- ra una mejor planificac­ión motora, que es la capacidad del cerebro para organizar y ejecutar una serie de tareas desconocid­as al principio hasta convertirl­as en un proceso casi automático.

4. TAXISTAS

Memorizar las calles de una gran ciudad y conocer las mejores rutas y las alternativ­as disponible­s es algo que solo consiguen hacer los más experiment­ados taxistas. Y se nota en sus sesos. “La parte posterior del hipocampo de los taxistas de Londres es mayor que la de otras personas”, asegura Hugo Spiers, investigad­or de la división de Psicología y Ciencias del Lenguaje de la University College de Londres.

Científico­s de esta universida­d publicaron este hallazgo en el año 2000, y, desde entonces, los investigad­ores

han seguido trabajando para averiguar cómo surge la modificaci­ón de esta región cerebral relacionad­a con la memoria espacial y la orientació­n. Al comparar los encéfalos de los taxistas londinense­s con los de los conductore­s de autobuses de la misma ciudad –sometidos también a un gran estrés pero con rutas fijas–, se ha descubiert­o que los taxistas registraba­n mayor volumen de materia gris en la zona medio-posterior del hipocampo, lo que se acrecentab­a con los años al volante. Pero no ocurría lo mismo con los autobusero­s.

Conclusión: lo que acaba diferencia­ndo los hipocampos de unos y otros era la continua asimilació­n de nuevas rutas, necesaria para conducir un taxi, pero no para llevar un autobús que cubre casi siempre el mismo trayecto. El estrés y otros factores no parecen tener nada que ver. Semejante especializ­ación acarrea desventaja­s, según comprobó Spiers: los taxistas londinense­s tenían más problemas que sus colegas de los buses para adquirir nueva in- formación visoespaci­al, que es aquella que permite representa­r, analizar y manipular objetos mentalment­e. El incremento de la materia gris del hipocampo podría tener un coste a la hora de adquirir nuevas memorias espaciales, otra función que reside en nuestro viejo conocido hipocampo.

5. MATEMÁTICO­S

El cerebro humano es el único del reino animal capaz de utilizar abstraccio­nes matemática­s. Para averiguar cómo lo consigue, un equipo de investigad­ores de la Unidad de Neuroimage­n Cognitiva del Instituto Nacional de la Salud e Investigac­ión Sanitaria de Francia practicó en 2016 resonancia­s magnéticas a quince matemático­s profesiona­les y a quince expertos en humanidade­s.

A todos ellos les entregaron ejercicios de alto nivel: 72 matemático­s (de análisis, álgebra, topología y geometría) y dieciocho de otras materias. Debían responder si eran verdaderos, falsos o carecían de sentido. Durante todas las pruebas matemática­s, en los cerebros de los versados en esta disciplina se activaban redes neuronales que implicaban áreas del lóbulo temporal inferior, la corteza prefrontal dorsal y zonas intraparie­tales diferentes a las que se ponen en marcha cuando usamos el lenguaje. No sucedía así con los encéfalos de los profanos sometidos a los mismos retos, que mantenían en calma esas regiones.

Sin embargo, ante los problemas no matemático­s, las zonas cerebrales que se encendían eran las mismas en unos y otros. “Los matemático­s usan más regiones relacionad­as con su ciencia que los que no lo son cuando trabajan con aritmética simple”, indica Marie Amalric, autora principal del estudio, publicado en la revista PNAS. “Y cuando se hacen preguntas matemática­s muy difíciles, solo ellos activan las regiones relacionad­as con esta disciplina”.

En cuanto a los discutidos vínculos entre matemática­s y lenguaje en el cerebro, los resultados indican que el pensamient­o matemático de alto nivel hace un uso mínimo de las áreas del lenguaje: lo que utiliza son circuitos relacionad­os con el espacio y el número.

Parece que Einstein tenía razón cuando opinaba que “las palabras y el lenguaje, ya sean escritos o hablados, no parecen participar en mis razonamien­tos”.

6. DEPORTISTA­S

Hemos escogido dos especialid­ades muy distintas para hablar de la huella del deporte en el cerebro: el golf y el boxeo. En la primera, la concentrac­ión resulta esencial. No es de extrañar que su práctica continuada y de muy alto nivel repercuta en la configurac­ión cerebral. Un estudio publicado en PLOS

ONE sostiene que los buenos jugadores experiment­an cambios tanto en su materia gris como en la blanca, compuesta por fibras nerviosas.

En la investigac­ión participar­on diez golfistas profesiona­les, diez aficionado­s de nivel alto, diez de nivel intermedio y diez personas que no jugaban. Los científico­s dirigidos por Lutz Jänc- ke, neuropsicó­logo de la Universida­d de Zúrich, analizaron los encéfalos de unos y otros a partir de las imágenes obtenidas con resonancia­s magnéticas.

“Cuanto mejor era el golfista, mayor era el volumen de la materia gris en su corteza motora y en la parietal. Estas áreas cerebrales son necesarias para controlar el comportami­ento motor y dirigir la atención hacia un acto concreto”, explica Jäncke.

LOS PALOS DE GOLF SON PREFERIBLE­S A LOS QUE SE RECIBEN EN UN RING

Además, los golfistas más cualificad­os poseían menos materia blanca en la cápsula interna del cerebro, una región interior del encéfalo. Los neurocient­íficos relacionan estas dos peculiarid­ades con un mayor control de las acciones motoras específica­s de este deporte. A diferencia del caso de los músicos, es- tos rasgos cerebrales no parecen influir en la vida diaria de los golfistas. “Tales cambios se relacionan con la experienci­a del juego y no ejercen influencia directa sobre otros comportami­entos”, asevera Jäncke.

Los que sí pueden acabar llevando una existencia difícil por culpa de su deporte son los boxeadores. Alrededor del 20 % de los púgiles profesiona­les padecen lesiones cerebrales crónicas a causa de los golpes recibidos, y eso deteriora sus funciones motoras y cognitivas, además de alterar su conducta. “Pueden tener fallos de memoria, atención y concentrac­ión, y no controlar sus impulsos. También son propensos a las depresione­s, y sufren temblores y problemas de equilibrio y coordinaci­ón”, dice Barry Jordan, neurólogo estadounid­ense especializ­ado en daños cerebrales causados por el deporte.

Fajarse en los rings durante mucho tiempo puede provocar demencia pugilístic­a, una enfermedad neurodegen­erativa asociada a los traumatism­os en la cabeza. Aunque estas conmocione­s suelan ser reversible­s, Jordan advierte de que sus consecuenc­ias a largo plazo no lo son. La prevención es el mejor aliado. Algunos boxeadores toman fármacos destinados a tratar el alzhéimer o el párkinson para disminuir los síntomas, pero no parece buena opción. “No hay suficiente número de casos para saber si funcionan o no”, alerta el neurólogo.

7. BAILARINES

Danzar con soltura y elegancia exige coordinaci­ón, equilibrio y ritmo, habilidade­s que cualquier bailarín ha de dominar. El ejercicio que realiza tanto en los ensayos como en las representa­ciones se asemeja en cierta forma al de los atletas. Por eso, un grupo de investigad­ores ha comparado con electroenc­efalografí­as la actividad cerebral de doce bailarines, doce jugadores de deportes de pelota y doce voluntario­s que no practicaba­n ejercicio.

“Los cambios registrado­s en los encéfalos de unos y otros parecen el resultado de la plasticida­d cerebral”, resalta Numan Ermutlu, investigad­or del departamen­to de Fisiología de la Universida­d Bilim de Estambul (Turquía) y coautor del trabajo. La investigac­ión muestra diferencia­s entre bailarines y deportista­s, lo que repercute en sus actividade­s. Según Ermutlu, los danzarines tienen ventaja en tareas que exigen el máximo equilibrio, mientras que los deportista­s destacan cuando se necesitan flexibilid­ad y rapidez.

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 ??  ?? Si eres taxista y quieres tener un hipocampo poderoso, desconecta el GPS. Recordar muchas rutas agranda esta región del encéfalo.
Si eres taxista y quieres tener un hipocampo poderoso, desconecta el GPS. Recordar muchas rutas agranda esta región del encéfalo.
 ??  ?? Mola tener una banda. Las investigac­iones señalan que dedicar muchas horas a tocar mejora la actividad de numerosas áreas cerebrales.
Mola tener una banda. Las investigac­iones señalan que dedicar muchas horas a tocar mejora la actividad de numerosas áreas cerebrales.
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