Un ingenio con inteligencia artificial que aprende con la experiencia
Butterfly iQ es un pequeño aparato generador de ultrasonidos aprobado hace unos meses por la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA) para su uso clínico. Cuesta unos 1.700 euros y, si se conecta a un teléfono móvil, permite hacer exploraciones abdominales, urológicas, ginecológicas, obstétricas y pediátricas, entre otras.
El dispositivo, desarrollado bajo la dirección del científico y emprendedor norteamericano Jonathan Rothberg, produce ultrasonidos que, al alcanzar los tejidos y órganos del organismo, generan imágenes bidimensionales que pueden verse en la pantalla del móvil para hacer un diagnóstico. Rothberg define su invento como “una ventana de bajo coste al cuerpo humano”.
El aparato, que todavía no está disponible fuera de Estados Unidos y que solo se vende a profesionales sanitarios, ha necesitado 33 patentes para su desarrollo y aprovecha las ventajas de la inteligencia artificial, de forma que aprende a medida que los médicos lo utilizan y afina sus resultados con el tiempo. Tanto que sus creadores esperan que llegue el día en que hasta un usuario poco capacitado pueda utilizarlo para “obtener información fiable que tal vez le salve la vida”. De hecho, prevén lanzar este año una función de asistencia e interpretación que facilite su manejo.
LA FUERZA DEL AZAR. Este ingenio cuenta con una curiosa historia que ha reforzado su fama. John Martin, cirujano vascular, se incorporó como director médico a la empresa que lo produce –Butterfly Network– y al probar el dispositivo descubrió que tenía cáncer. Pese a que no es oncólogo, supo que la mancha negra de tres centímetros de longitud que encontró en su cuello al usar el Butterfly iQ no debía estar ahí. El caso ejemplifica la utilidad de este aparato nacido de las cavilaciones de Jonathan Rothberg, conocido previamente por crear el primer secuenciador de ADN de bolsillo. Inventar dispositivos médicos en miniatura es lo suyo.