Hacedores de nubes
Todos podemos serlo, con la ayuda de un cubo de agua caliente y un bidón de nitrógeno líquido.
Cirros, estratos, cumulonimbos… Existen muchos tipos de nubes, pero todas están compuestas de agua, y no en forma de vapor, como podríamos pensar al contemplarlas flotar ligeras por el aire, sino en fase líquida o sólida, lo que las hace visibles: recordad que las moléculas en estado gaseoso son transparentes.
Simplificando las cosas, diremos que el proceso de formación de una nube empieza cuando una masa de aire caliente y húmedo asciende a capas más altas y gélidas de la atmósfera a causa de su menor densidad. Al enfriarse, las moléculas de vapor de agua se condensan y se transforman en diminutos cristales de hielo o minúsculas gotas que, de promedio, tienen 0,02 milímetros de grosor, lejos de los 2 milímetros que alcanzan cuando rompe a llover. Si una nube blanca y esponjosa de tamaño medio puede pesar miles de toneladas, imaginad los billones y billones de gotitas que se apiñan dentro.
Por pequeñas que estas sean, sorprende que una nube flote y viaje cientos de kilómetros sin descargar su contenido. Las corrientes ascendentes y el viento son los responsables; este puede soplar a 250 km/h por hora, y a cierta altura las masas nu- bosas viajan a entre 40 km/h y 100 km/h. Su desafío a la gravedad permite que permanezcan suspendidas y en movimiento. Pero si las gotas son muy grandes, la fuerza ascendente resulta insuficiente, y comienza a llover.
CHOQUE TÉRMICO.
Para nuestro experimento necesitamos agua a punto de hervir y nitrógeno líquido. El contraste es brutal: de los cerca de 100 ºC del agua a los casi -200 ºC del nitrógeno. Cuando entran en contacto, una gran nube sale imparable del bidón. El proceso tiene fácil explicación: el nitrógeno líquido se evapora al mezclarse con el agua caliente. Luego, las frías moléculas de nitrógeno gaseoso condensan el vapor de agua circundante, y esas gotitas minúsculas acumuladas por billones forman una espectacular y efímera nube. Las gotas recién formadas se calientan rápidamente, se evaporan y se incorporan a la atmósfera de inmediato, lo que hace a la nube transparente. Sus moléculas buscarán otras a las que unirse para crecer y viajar.