Sobre humanos
¿UNA TÉCNICA DE SEDUCCIÓN? ¿UNA MANERA DE MANTENER UNIDO AL GRUPO? LA CREACIÓN Y EL DISFRUTE DE CIERTAS COMBINACIONES DE SONIDOS PARECEN PROFUNDAMENTE ARRAIGADOS EN NUESTRA PROGRAMACIÓN NEURONAL, AUNQUE NO ESTÁ DEL TODO CLARO SU ORIGEN EVOLUTIVO.
Los científicos llevan tiempo tratando de dar explicación a la gran cantidad de energía que invertimos en producir o, simplemente, disfrutar de la música. Porque todas las culturas crean ritmos o melodías con instrumentos, con las voces o dando golpes contra el cuerpo o el suelo como si fueran un tambor.
Precisamente, una característica de la evolución de los mamíferos ha sido la tendencia a especializar y separar la laringe del resto del aparato respiratorio, lo que permite vocalizar mejor y, por tanto, emitir sonidos diferentes. En lo que se refiere a los homínidos, ese órgano fonador comenzó a descender hace unos 1,8 millones de años, lo que confirió versatilidad a la voz de nuestros ancestros.
AUNQUE SE MANIFIESTE DE INNUMERABLES MANERAS EN LAS CULTURAS
humanas, la música seguramente es un fenómeno que existe al margen del aprendizaje y la experiencia. Es decir, que la llevamos dentro desde que nacemos y su disfrute es algo innato. De acuerdo con los resultados de muchos estudios neurocientíficos, los humanos tenemos predilección por ciertos sonidos desde edades muy tempranas. Por ejemplo, los psicólogos Marcel Zentner y Jerome Kagan, de la Universidad de Harvard, pusieron a prueba las preferencias de niños de cuatro meses de edad ante dos melodías: una caracterizada por la llamada consonancia –es decir, con notas que producen placer cuando las escuchamos simultáneamente– y otra disonante. Los niños se agitaban y se daban la vuelta más veces cuando percibían la última, lo que sugiere una programación congénita.
De manera adicional, las resonancias magnéticas delatan que la actividad cerebral es diferente según el tipo de música que escuchemos: existe una relación entre los circuitos neuronales asociados al sentimiento de placer o recompensa y los sonidos percibidos como agradables. Y al contrario: las áreas vinculadas a la insatisfacción se encienden con las melodías que detestamos.