Muy Interesante

Sobre humanos

¿UNA TÉCNICA DE SEDUCCIÓN? ¿UNA MANERA DE MANTENER UNIDO AL GRUPO? LA CREACIÓN Y EL DISFRUTE DE CIERTAS COMBINACIO­NES DE SONIDOS PARECEN PROFUNDAME­NTE ARRAIGADOS EN NUESTRA PROGRAMACI­ÓN NEURONAL, AUNQUE NO ESTÁ DEL TODO CLARO SU ORIGEN EVOLUTIVO.

- POR PABLO HERREROS @somosprima­tes

Los científico­s llevan tiempo tratando de dar explicació­n a la gran cantidad de energía que invertimos en producir o, simplement­e, disfrutar de la música. Porque todas las culturas crean ritmos o melodías con instrument­os, con las voces o dando golpes contra el cuerpo o el suelo como si fueran un tambor.

Precisamen­te, una caracterís­tica de la evolución de los mamíferos ha sido la tendencia a especializ­ar y separar la laringe del resto del aparato respirator­io, lo que permite vocalizar mejor y, por tanto, emitir sonidos diferentes. En lo que se refiere a los homínidos, ese órgano fonador comenzó a descender hace unos 1,8 millones de años, lo que confirió versatilid­ad a la voz de nuestros ancestros.

AUNQUE SE MANIFIESTE DE INNUMERABL­ES MANERAS EN LAS CULTURAS

humanas, la música segurament­e es un fenómeno que existe al margen del aprendizaj­e y la experienci­a. Es decir, que la llevamos dentro desde que nacemos y su disfrute es algo innato. De acuerdo con los resultados de muchos estudios neurocient­íficos, los humanos tenemos predilecci­ón por ciertos sonidos desde edades muy tempranas. Por ejemplo, los psicólogos Marcel Zentner y Jerome Kagan, de la Universida­d de Harvard, pusieron a prueba las preferenci­as de niños de cuatro meses de edad ante dos melodías: una caracteriz­ada por la llamada consonanci­a –es decir, con notas que producen placer cuando las escuchamos simultánea­mente– y otra disonante. Los niños se agitaban y se daban la vuelta más veces cuando percibían la última, lo que sugiere una programaci­ón congénita.

De manera adicional, las resonancia­s magnéticas delatan que la actividad cerebral es diferente según el tipo de música que escuchemos: existe una relación entre los circuitos neuronales asociados al sentimient­o de placer o recompensa y los sonidos percibidos como agradables. Y al contrario: las áreas vinculadas a la insatisfac­ción se encienden con las melodías que detestamos.

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