Entrevista: Javier Cacho
“El agujero de la capa de ozono puede ser cosa del pasado en veinte años”
La belleza helada y solemne de la Antártida atrapó a Javier Cacho (Madrid, 1952) hace tres décadas y todavía no lo ha liberado. El descubrimiento del agujero de ozono sobre el continente blanco llamó la atención de este físico especializado en el estudio de la atmósfera, tanto que en 1986 no dudó en embarcarse en la primera expedición científica española a ese lugar. Allí regresaría en ocasiones sucesivas, fascinado por un entorno que ha retratado en varios libros de divulgación, historia e incluso ficción. Su preocupación por el medio ambiente y su amor por la región más austral del planeta vertebran su actividad profesional y se han convertido en las grandes pasiones de su vida.
Un año antes de su primera visita a la Antártida, Javier Cacho ingresó en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), en Madrid, donde profundizó en sus investigaciones sobre el ozono, un gas que se genera en la atmósfera a partir de la interacción del oxígeno con las descargas eléctricas producidas durante las tormentas y con las radiaciones ultravioleta (UV) del Sol. El ozono protagoniza una paradoja: resulta contaminante en la capa baja de la atmósfera, pero en la estratosfera –a entre 12 y 50 kilómetros de altitud– compone un filtro que absorbe hasta un 99 % de las letales radiaciones solares.
Sin esa capa protectora no habría vida en la Tierra. Hace unos 1.600 millones de años, el oxígeno producido por las cianobacterias había enriquecido el aire hasta el punto de suponer el 15 % de este (hoy es el 21 %). Fue entonces cuando la radiación solar comenzó a romper las moléculas de oxígeno (compuestas por dos átomos), un proceso que crea moléculas de ozono (formadas por tres átomos de oxígeno). Los científicos están convencidos de que esto permitió que la vida saliera de sus escondrijos acuáticos para colonizar las masas terrestres. En cierto modo, somos hijos del ozono.
En los años setenta, los científicos Mario Molina, Frank Sherwood Rowland y Paul Crutzen alertaron sobre la posibilidad de que los clorofluorocarbonos (CFC), usados en los espráis y en los aparatos de aire acondicionado, llegaran hasta la estratosfera y destruyeran el ozono de esta. Parecía una idea ridícula, y la industria no los tomó en serio. Pero en 1985, una investigación publicada en la revista Nature desveló que la capa de ozono, que cambia de grosor en una serie de ciclos naturales de creación y destrucción, había adelgazado de forma alarmante sobre la Antártida. Este hallazgo cambió la vida de Cacho: “Fue mi trampolín hacia ese continente. Pude colarme en aquella primera expedición antártica española de 1986, que era sobre todo oceanográfica. Si la pérdida de ozono se hubiera producido sobre los desiertos, quizá me habría enamorado de ellos”.
La Antártida subyugó a este madrileño, que ha trabajado allí a menudo y que en su faceta de escritor ha rememorado las hazañas de los aventureros polares. La increíble competencia por la conquista del Polo Sur entre dos leyendas, Roald Amundsen y Robert F. Scott, y las hazañas en esas latitudes de Ernest Shackleton han protagonizado dos de sus libros. Este año ha publicado
Nansen, maestro de la exploración polar (Fórcola Ediciones), una biografía del científico y viajero noruego Fridtjof Nansen (1861-1930).
¿Qué tiene la Antártida que cautiva a todos aquellos que la pisan por primera vez?
Es difícil de explicar. Jean-Baptiste Charcot, un explorador francés de la época de Amundsen y Scott, ya se lo preguntaba cuando regresaba de allí. Pese a las penurias físicas y psicológicas que has pasado, deseas volver. Nos sucede a todos los que vamos, queremos regresar a sentir esos silencios, esas soledades, esas grandiosidades.
Al hablar de ella no solemos reparar en su tamaño...
Es treinta veces más grande que España, un continente gigantesco. Y alberga las peores condiciones en los alrededores del Polo Sur. Nosotros tenemos la base [ la Juan Carlos I] en una zona periférica, en el norte de la península antártica, más próxima a Sudamérica.
También se dice que allí se puede apreciar una increíble variedad de colores. ¿Es cierto?
El hielo tiene unos colores y matices impresionantes, unos verdes y azules que te cautivan durante horas. No se acaban las tonalidades de los hielos, los icebergs y la atmósfera, que posee una limpieza increíble. Puedes ver a unas distancias que aquí no consigues, contemplar cosas a cien kilómetros. Las nubes que ves son apasionantes, no se dan en ningún otro lugar en el planeta.
¿Hemos logrado cerrar el agujero de la capa ozono?
Es algo que aparece y desaparece, de forma estacional. Surge entre septiembre y octubre, la primavera antártica. Desde que lo detectamos fue aumentando de tamaño, pero ahora está disminuyendo poco a poco. El año pasado, los científicos comprobaron lo que ya suponíamos en 1989, cuando escribí el primer libro de divulgación sobre el ozono en España, que en el cambio de siglo empezaríamos a comprobar los efectos de la prohibición de los clorofluorocarbonos. Y en la pasada primavera antártica ya hemos comprobado que los niveles de este gas se han recuperado como no lo habían hecho en veinte años. La destrucción del ozono va disminuyendo. Así que, posiblemente, en otros veinte años el agujero será cosa del pasado.
Es una noticia excelente. La prueba de que nuestras acciones y decisiones dan resultado.
El caso del agujero de ozono nos hizo globales. Sabíamos que la industria contamina los ríos, pero lo que no podíamos ni imaginar es que unos compuestos que están en los espráis que utilizamos en la intimidad del cuarto de baño salían por la ventana de nuestras casas, se elevaban por encima de las ciudades, viajaban hasta 15.000 kilómetros rumbo a la región menos contami-
Javier Cacho recuerda que su primer contacto con la Antártida fue fruto del azar: “Nos encanta reescribir el pasado. Me gustaría decir que estaba fascinado desde pequeño por las aventuras de Amundsen el explorador noruego que dirigió la primera expedición que llegó al Polo Sur, el 14 de diciembre de 1911] y Scott líder del segundo grupo que logró esa hazaña, solo 35 días después]. Pero la realidad es que sentí una atracción especial por el ozono cuando estudié en la universidad”. Esa curiosidad por el gas que nos protege de los rayos ultravioleta del Sol fue la que lo llevó a esa remota región.