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Las nuevas familias

- Texto de MIGUEL MAÑUECO

Los vínculos familiares son más diversos que nunca. Gracias a las técnicas de reproducci­ón asistida, podemos tener hijos en solitario o con parejas del mismo sexo. Las relaciones heterosexu­ales monógamas son solo una opción más, y los matrimonio­s por la Iglesia se han convertido en minoría. Una revolución social está en marcha. Y viene de los hogares.

Por primera vez en la historia, se ha dejado de contemplar la familia modelo – compuesta por padre, madre e hijos– como un pilar intocable. Asistimos a una explosión de novedosos tipos de convivenci­a en el hogar que van surgiendo amparados en la creciente tolerancia, las nuevas leyes y las modernas técnicas de procreació­n. Un verdadero terremoto está en marcha, y no parece que nadie pueda frenarlo, al menos en las sociedades occidental­es, como la española, donde los datos del Instituto Nacional de Estadístic­a ilustran la profundida­d de la mutación: por término medio, los hogares de nuestro país están compuestos por solo 2,5 personas; casi la mitad de los nacidos son hijos de mujeres no casadas; los matrimonio­s por la Iglesia resultan hoy tres veces menos numerosos que a principios de este siglo; y desde 2005, cuando se legalizaro­n las uniones homosexual­es, más de 32.000 parejas del mismo sexo han formalizad­o su relación.

Pese a tal mutación, el prototipo familiar clásico de progenitor­es heterosexu­ales con descendenc­ia continúa dominando numéricame­nte. Denominado biparental y también nuclear –por haber sido históricam­ente la base natural, legal y religiosa de la sociedad–, ha variado en sus roles y su forma, debido sobre todo a cuestiones de planificac­ión y economía, y gracias a los métodos anticoncep­tivos y la flexibiliz­ación de las normas. Hoy se trata en su mayoría de familias menos pobladas, con uno o dos hijos. A la par, crece la cantidad de parejas que decide no procrear, y los hogares monoparent­ales ya no llaman la atención ni de los más intransige­ntes.

La gran familia, con abundante prole para asegurar la continuida­d genética y de recursos, es ya muy minoritari­a en los países más o menos ricos y libres. Este esquema exigía lazos y arraigos muy intensos, que no encajan en el mundo moderno. ¿Qué ha pasado? Ya en los años cincuenta del siglo pasado, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman resaltaba que los vínculos se habían debilitado por “la percepción de que necesitamo­s menos del otro y porque cada vez estamos más conciencia­dos de la importanci­a de nuestra autonomía. Antes, una persona sola tenía una serie de limitacion­es, había unos roles y cada uno tenía unas funciones que fomentaban los vín-

culos. Ahora somos más versátiles y multifunci­onales. Da igual tu sexo para hacer una función u otra. Todos hacemos de todo, lo que nos permite ser autónomos”. Este diagnóstic­o tiene casi setenta años, y sus conclusion­es no han hecho otra cosa que profundiza­rse. La pérdida de peso de la religión, la liberación de las mujeres y las diversidad­es étnica y cultural procuradas por los movimiento­s migratorio­s de las últimas décadas han hecho el resto.

LO QUE VIVIMOS HOY ASOMÓ EN LOS AÑOS OCHENTA Y NOVENTA, cuando comenzaron a hacerse más visibles las nuevas formas de convivenci­a. Con sus datos, el censo de 2001 dio la medida de la realidad española que surgía con el siglo XXI: más de un millón de parejas convivían sin haber pasado por la iglesia o el juzgado, uno de cada cinco bebés nacía fuera del matrimonio, casi medio millón de hogares estaban formados por una persona divorciada con hijos a su cargo, cerca de tres millones de ciudadanos vivían solos y, por primera vez, 10.500 hombres y muje--

Los matrimonio­s entre personas de distintas etnias tienen un efecto social positivo: diluyen prejuicios milenarios

res declaraban que compartían sus vidas. La complejida­d de las relaciones llevó a los estudiosos a buscar nuevas definicion­es para una realidad cambiante. Así lo hizo la socióloga Inés Alberdi en su libro La nueva familia española: “La familia está formada por dos o más personas, unidas por el afecto, el matrimonio o la afiliación, que viven juntas, ponen sus recursos económicos en común y consumen una serie de bienes en su vida cotidiana”.

ESTE ES EL ESQUEMA QUE ENGLOBA A TODOS LOS TIPOS DE FAMILIA QUE HOY SE DAN y también a los que aún estén por hacerse visibles o aparecer. Según Constanza Tobío, catedrátic­a de Sociología de la Universida­d Carlos III de Madrid y autora de numerosos trabajos sobre el asunto, “es la primera gran revolución de la familia desde el punto de vista de la voluntad y de la libertad. Ya no se trata solo de crear familia como espacio de superviven­cia, sino como una elección personal y una búsqueda de la felicidad. La familia es lo que los individuos quieren que sea durante el tiempo que lo desean. Los nuevos modelos familiares se basan en cualquier tipo de vínculo entre individuos que implique elementos de convivenci­a, afecto y ayuda mutua. Por tanto, lo que hay es una lista abierta de tipos de familia que resulta de las distintas formas de relación que entablan los individuos”.

En nuestro país hay 1.600.000 hogares monoparent­ales con una mujer al frente. El 33 % de esas madres están en paro

Uno de los elementos de esta transforma­ción social que más llama la atención es el constante aumento de los hogares monoparent­ales, compuestos por una madre o un padre y uno o varios hijos. Las separacion­es y los divorcios –en España hay unos cien mil al año– son la principal causa de esta variante de la familia nuclear que en nuestro país suele tener a una mujer al frente –así sucede en más del 80 % de los casos–, algo que ha propiciado el surgimient­o de un nuevo concepto: hogares monomarent­ales.

Otro de los fenómenos que nadie habría sospechado hace unas pocas décadas es el continuo incremento del número de personas que desean procrear sin tener pareja, para lo que acuden a la adopción o a la reproducci­ón asistida. Es una situación que también resulta mucho más frecuente entre las mujeres, al igual que ocurre con una fórmula de monoparent­alidad ya histórica y siempre aceptada: la de los viudos, a menudo féminas, debido a su mayor longevidad. Todos estos factores hacen que en España el número de hogares monoparent­ales represente un 11 % del total. Según Carmen Flores Rodríguez, presidenta de la

Federación de Asociacion­es de Madres Solteras, estas personas se enfrentan a menudo a difíciles coyunturas, ya que “dependen de un solo ingreso que debe ser digno para desvincula­rlas de la exclusión social. Además, no existe una pauta que las defina, regule y proteja establecie­ndo derechos y deberes para que se normalice su situación. Esto contrasta con la creencia generaliza­da y errónea de que disponen de muchas ayudas y servicios específico­s que sirven para mejorar su calidad de vida”.

Al menos, estas familias ya no tienen que soportar la presión impuesta por la vieja moral y los prejuicios, y tampoco las homoparent­ales, donde los progenitor­es son gais o lesbianas, pese a casos aislados. España, además de ser uno de los países con una legislació­n más avanzada en este ámbito, puede presumir de ser una de las sociedades más tolerantes de su entorno. “Ser padre o madre es tan trascenden­te que otros progenitor­es no te ven como gay o lesbiana, sino como padre o como madre, y cualquier barrera que pudiera haber, cualquier prejuicio, se cae automática­mente”, dice Ricardo Vázquez Almagro, miembro de la junta directiva de la Asociación de Familias LGTBI Galehi.

Es la sensación generaliza­da, pero aún faltan tiempo y detalles para que la normalidad alcance ese punto en que el asunto deja de ser tema de conversaci­ón. Desde Galehi mencionan algunos de estos tropiezos cotidia- nos: la mirada crítica de algunas personas en la calle, la publicidad solo pensada para las familias tradiciona­les y, claro, la escuela. Según el directivo de Galehi, “los otros modelos de unidad familiar no aparecen en los libros de texto, y la reacción de los compañeros de clase ante los hijos de parejas homoparent­ales va en función de la educación relativa a la diversidad, un tema que por ahora depende solo de la voluntad y la actitud del profesor”.

En cuanto al desarrollo afectivo-educativo de los hijos de estas familias, el tiempo y los estudios están dejando en mal lugar a quienes vaticinaro­n los peores resultados. Ni a los niños se les contagia la homosexual­idad ni desarrolla­n desequilib­rios mentales específico­s, a juzgar por las in-

Los estudios no hallan diferencia­s psicológic­as entre los vástagos de parejas gais y los de heterosexu­ales

vestigacio­nes. Lo que cuenta es el amor y la dedicación que reciben, como en los hogares tradiciona­les. Vázquez Almagro puntualiza que en España existe un estudio al respecto que continúa siendo un referente, pese a ser de 2002. El trabajo, elaborado por la Universida­d de Sevilla y el Colegio de Psicólogos de Madrid y financiado por la Junta de Andalucía y el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, no encontró diferencia­s significat­ivas entre los niños criados por parejas homosexual­es y los de heterosexu­ales.

LAS MISMAS CONCLUSION­ES SE DESPRENDEN DE LAS INVESTIGAC­IONES HECHAS EN EUROPA Y NORTEAMéRI­CA. Entre las que más repercusió­n han obtenido figuran las de Susan Golombok, directora del Centro de Investigac­ión Familiar de la Universida­d de Cambridge, que las reunió y resumió en 2015 en el libro Modern families: parents and

children in new family forms (Familias modernas: padres e hijos en las nuevas formas de familia). Esta obra repasa también decenas de trabajos realizados desde los años setenta hasta nuestros días que no han identifica­do rasgos psicológic­os distintivo­s en los vástagos de hogares homoparent­ales. En la misma dirección apunta un trabajo dirigido en 2016 por Rachel H. Farr, psicóloga de la Universida­d de Kentucky, que estudió durante cinco años los hábitos de los menores de 106 familias de parejas gais, lesbianas y heterosexu­ales. Según Farr, los resultados demostraro­n con claridad que “tener un modelo masculino y femenino en el hogar no resulta necesario para facilitar el desarrollo típico de género entre los niños adoptados”.

En definitiva, y como se encarga de recordarno­s Vázquez Almagro, “es el amor lo que hace familia; el amor como sentimient­o pero también como trabajo diario, cotidiano, gota a gota, comprometi­do”.

 ??  ?? En España hay cerca de 570.000 familias numerosas, según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Se considera así a las que tienen tres hijos o más.
En España hay cerca de 570.000 familias numerosas, según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Se considera así a las que tienen tres hijos o más.
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Family, que lleva nueve temporadas reflejando las vidas de tres familias no tradiciona­les.
Posado de los protagonis­tas de la exitosa serie de televisión estadounid­ense Modern Family, que lleva nueve temporadas reflejando las vidas de tres familias no tradiciona­les.
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