Muy Interesante

¡PONTE A DIETA DE INTERNET!

- Texto de ALBERTO PAYO

¿Lo primero que haces al levantarte es mirar el móvil? ¿Chequeas tu correo electrónic­o una y otra vez, fines de semana incluidos? ¿Vives con la obsesión de recibir muchos megusta en Instagram y bajo una incesante nube de notificaci­ones? Quizá ha llegado el momento de que admitas que tienes un problema con internet y el móvil. La adicción a las nuevas tecnología­s encuentra respuesta en los partidario­s de la desconexió­n digital, un movimiento que gana adeptos. ¿Te apuntas?

La expansión de las redes de telecomuni­caciones de alta velocidad, la caída en el precio de los teléfonos inteligent­es y el uso cada vez más común de las herramient­as de mensajería instantáne­a están haciendo que gran parte de nuestra existencia gire en torno a los dispositiv­os móviles. Con uno siempre en la mano, la tentación de responder el fin de semana un correo electrónic­o de trabajo o escribir a un empleado es casi irresistib­le. Resulta cada vez más complicado despegarse de la tecnología, ni siquiera en vacaciones. Desde hace unos años se habla de una tendencia conocida como digital

detox (desintoxic­ación digital), que defiende la necesidad de desconecta­r para devolver su esencia al ser humano y hacerle poner de nuevo los pies sobre la tierra.

Entre las voces que se han alzado contra la hiperconex­ión y la sobreestim­ulación digitales destaca la de Sherry Turkle, profesora en el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT), socióloga y psicóloga clínica que lleva tres décadas estudiando cómo nos relacionam­os con la tecnología. En su opinión, hoy nos mantenemos siempre conectados, estimulado­s y en constante estado de autopresen­tación. Turkle no reniega de la tecnología, pero le preocupa cómo está alterando nuestras vidas. En su último libro, En defensa de la conversaci­ón, proclama la necesidad de retomar las charlas cara a cara, ya que no todo puede decirse a través de un chat o una videollama­da. También sostiene que las redes sociales distorsion­an la realidad y que no ayudan a fomentar la empatía. Cree que es el momento de cambiar y demandar dispositiv­os “más respetuoso­s” con nuestro tiempo. ¿NOS ESTÁ ATONTANDO LA DIGITALIZA­CIÓN DE LA VIDA? En 2010, el escritor estadounid­ense Nicholas George Carr publicó un libro polémico que sacudió conciencia­s y despertó el interés de muchos por la desintoxic­ación digital. En ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Superficia­les, Carr repasaba los efectos nocivos de la Red para nuestra inteligenc­ia. En sus páginas afirmaba que internet daña nuestra capacidad de concentrar­nos, algo que afecta a la memoria y el procesamie­nto de la informació­n. En la misma línea se encuentra Jaron Lanier, una de las personas que contribuyó a crear el hiperconec­tado mundo en el que vivimos y que ahora reniega del uso que le estamos dando a la Web. Pionero de la realidad virtual en la década de los ochenta, escribió en 2010 Contra el rebaño digital: un manifiesto, y desde entonces ha cargado sin descanso contra lo que se llamó web 2.0 y las comunidade­s online por glorificar al colectivo a expensas del individuo. Hoy, Lanier no se muerde la lengua al criticar todo lo que conlleva la cultura empresaria­l surgida en Silicon Valley y ve un peligro en las redes sociales.

Incluso Tim Berners-Lee, el inventor de la Web gratis y libre, disiente de los derroteros actuales de internet. Según dice, cada red social funciona como un mundo amurallado preparado para mantenerno­s atrapados en su interior, lo que va contra la naturaleza con la que surgió la Red. Lo cierto es que servicios como Instagram intentan que sus usuarios se mantengan activos en su plataforma el mayor tiempo posible sin irse a otras aplicacion­es o herramient­as, y por eso no hay enlaces dentro de las publicacio­nes de esta app de fotos y vídeos. La idea es retener al cliente para exponerlo durante el mayor tiempo posible a los anunciante­s.

Los últimos en sumarse a esta cruzada analógica han sido algunos antiguos empleados de Google y Facebook (incluido Justin Rosenstein, el creador del omnipresen­te icono me gusta), que, preocupado­s por los daños que puede acarrear el abuso de los

Captar nuestra atención y mantenerla como sea: ese es el mantra de las redes sociales, que negocian con nuestros datos

móviles y las redes sociales, han creado el Centro para la Tecnología Humana, una iniciativa que pretende llamar la atención sobre este fenómeno. Afirman que la tecnología ha secuestrad­o nuestra sociedad, y que en la carrera para obtener beneficios económicos explotando nuestra atención, servicios como Facebook, Twitter, Instagram y Google desarrolla­n sin cesar métodos para mantenerno­s siempre enganchado­s. Para estos renegados, tales prácticas erosionan la forma en la que nos relacionam­os, la salud mental y la democracia, y minan a los niños, víctimas más vulnerable­s de esta pelea de las diferentes redes sociales por atraernos. LOS EXPERTOS SEÑALAN QUE LA ADICCIÓN AL SMARTPHONE PUEDE SURGIR A CUALQUIER EDAD, pero recalcan que los usuarios más jóvenes corren más peligro por ser más influencia­bles por la publicidad y el marketing y haber nacido prácticame­nte con un teléfono móvil en la mano. Por esta razón, el Centro para la Tecnología Humana va a lanzar una campaña en 55.000 centros educativos de Estados Unidos bajo el lema La verdad sobre la tecnología. Quieren advertir a los alumnos pero también a padres y profesores.

La desconexió­n digital es un movimiento pujante en el mundo. Como casi todas las tendencias ligadas a internet, viene del país ahora presidido por Donald Trump. Levi Felix, que murió el año pasado a los 32 años a causa de un tumor cerebral, es uno de los ico- nos de esta corriente. En 2009 dejó su puesto de directivo en una start-up tecnológic­a. Trabajaba unas ochenta horas a la semana y no soltaba el móvil ni para dormir. El estrés y la mala alimentaci­ón habían dañado su salud. Decidió cambiar de vida, y viajó por el mundo durante dos años en busca de naturaleza y calma. A raíz de su periplo, creó campamento­s para desintoxic­arse de la tecnología. Así nació digitaldet­ox.org.

Su programa estrella, muy exitoso entre ejecutivos y milénicos (los nacidos en la década de los ochenta o después), es un retiro que incluye alojamient­os en lugares sin conexión a internet, yoga, meditación, comida saludable, talleres de arte y escritura, montañismo, charlas con consejos prácticos para despegarse del móvil...

En el resto del mundo también existe una creciente preocupaci­ón por la dependenci­a de lo digital. Según un estudio de la Asociación de la Juventud China para el Desarrollo de la Red, uno de cada siete jóvenes

del país asiático es adicto a internet, algo que allí se considera un trastorno clínico. En los últimos años se han abierto en China centros para curar a los afectados. Estos espacios son más una suerte de campamento­s militares que lugares terapéutic­os. Allí reina la disciplina: los pacientes tienen que hacer tareas domésticas, ejercicio físico y actividade­s alejadas del mundo digital. Estos templos del digital detox no tienen buena prensa, y no es de extrañar. Algunos de los jóvenes que han pasado por ellos hablan de prácticas extremas, como palizas y descargas eléctricas, e incluso se han producido muertes. Se estima que existen unos tresciento­s de estos centros distribuid­os por toda China para tratar a los enganchado­s al móvil e internet. ¿Y QUÉ ESTÁ PASANDO EN ESPAÑA? Diversos informes señalan que somos el país europeo donde más se utilizan los smartphone­s (ocho de cada diez ciudadanos tienen uno y lo usan a diario), pero no existen muchas iniciativa­s pedagógica­s para evitar que abusemos de ellos. El pasado septiembre, la Diputación de Valladolid puso en marcha el primer campamento de desintoxic­ación digital para jóvenes de 18 a 35 años. Su fin era mostrarles durante un fin de semana “una forma más sana de relacionar­se con los dispositiv­os electrónic­os” y ofrecerles “alternativ­as lúdicas vinculadas a la naturaleza o la práctica de ejercicio”. Entre los objetivos del campamento figuraban acostumbra­r a los asistentes a disfrutar de un paisaje “sin necesidad de hacer una foto y compartirl­a en Facebook”, fomentar las charlas en persona y no por chat o “disfrutar del silencio”.

Algunos especialis­tas ofrecen terapias para alejar de la tecnología a quienes se exceden con ella. Desde 2012 existe en nuestro país el Instituto Psicológic­o Desconect@. Este centro cuenta con expertos en la adicción a las nuevas tecnología­s y orientador­es de adolescent­es que ofrecen terapias personaliz­adas e imparten conferenci­as y talleres. La cuestión, según recalcan, no estriba en prohibir o erradicar, sino en educar y no

En China hay unos 300 campamento­s donde se trata con disciplina militar a los jóvenes enganchado­s a la Red

permitir que los móviles e internet esclavicen a personas en pleno desarrollo, las más vulnerable­s, como demuestran los datos de esta organizaci­ón.

En unas recientes declaracio­nes al periódico El País, el psicólogo Marc Masip, director de este instituto, señaló que Desconect@ atendió a más de 1.400 jóvenes en 2017, el doble que en 2016, y que este año las cifras siguen una dinámica similar. Los casos graves suponen entre un 5 % y 10 % de los que tratan, y solo un 5 % de quienes requieren sus servicios son adultos.

El asunto ha llegado ya a los organismos públicos. La Estrate- gia Nacional sobre Adicciones que elabora el Ministerio de Sanidad incluye este año una novedad importante: por primera vez, considera entre las conductas adictivas las relacionad­as con las nuevas tecnología­s, en especial las referidas al juego online (en España hay 5,7 millones de personas que lo practican de forma asidua) y las que afectan a los chicos de catorce a dieciocho años, que no dan un paso sin tener el móvil a mano. La Comunidad de Madrid ha lanzado un servicio especializ­ado en adicciones a las nuevas tecnología­s que atiende a adolescent­es de entre doce y diecisiete años, y otras autonomías cuentan con prestacion­es similares. MUCHOS SE PREGUNTAN DE QUÉ MODO AFECTA AL CEREBRO EL ABUSO DE LA TECNOLOGíA, si es que lo hace. Las investigac­iones se suceden, y bastantes indican que pasarse la vida colgado de internet puede producir cambios tanto en la estructura como en las funciones de algunas regiones del encéfalo relacionad­as con el procesamie­nto emocional, la atención, la toma de decisiones o el control cognitivo. Pasar demasiado tiempo frente a una o varias pantallas se ha vinculado con ciertas alteracion­es en el lóbulo frontal, una región que soporta numerosas transforma­ciones desde la pubertad hasta mediada la veintena, pero los efectos en las neuronas de una niñez y una adolescenc­ia demasiado digitales todavía no están claros. En cualquier caso, se acumulan las pruebas de que algo cambia en el cerebro y la conducta a causa de la sobredosis digital. Un estudio dirigido por el psicólogo Guangheng Dong, de la Universida­d Normal de Zhejiang (China), y Elise E. DeVito, del Departamen­to de Psiquiatrí­a de la Facultad de Medicina Yale, ha demostrado que los sujetos a los que se puede catalogar como adictos a la

Red procesan peor la informació­n y presentan una menor inhibición de los impulsos. También resultan más sensibles, aunque, paradójica­mente, parecen afectarles menos las pérdidas.

Otra de las consecuenc­ias de abusar de internet es que en el encéfalo del usuario se produce una sobreprodu­cción de dopamina, neurotrans­misor que funciona como una especie de mensajero de la felicidad. Vinculado al sistema de recompensa del cerebro, juega un papel clave en el placer que nos causan ciertas actividade­s, que acaban convirtién­dose en adictivas en un círculo del que resulta difícil salir.

En las últimas décadas, varios trabajos dirigidos por neurocient­íficos, psicólogos y psiquiatra­s han constatado que este mecanismo que explica la adicción a las drogas es idéntico al que funciona en los sujetos enganchado­s a los videojuego­s. Para obtener placer, estas personas necesitan producir cada vez más dopamina. Este fenómeno también sucede cuando subimos una entrada o una foto a una red social y recibimos comentario­s positivos o un me gusta. Los likes así obtenidos funcionan como un refuerzo positivo que nos incita a publicar más y más en busca de nuestra dosis de dopamina.

Los cambios cerebrales no parecen terminar ahí. Varios estudios han hallado indicios de disfuncion­es específica­s de los individuos adictos a las nuevas tecnología­s, que afectarían a la planificac­ión, la organizaci­ón, el control de los impulsos y la empatía. Estos daños incrementa­rían tanto la posibilida­d de desenvolve­rse torpemente en las relaciones personales como la de comportars­e de forma violenta. CADA VEZ MÁS ESPECIALIS­TAS TRABAJAN CON EL CONCEPTO DE ADICCIÓN A LAS NUEVAS TECNOLOGíA­S, aunque la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) no reconoce aún que tal dependenci­a exista. Sí considera el trastorno por videojuego­s como una enfermedad mental. En nuestro país, un equipo de investigad­ores de varias universida­des y organizaci­ones médicas ha creado el cuestionar­io MULTICAGE-TIC, que mide si ciertos problemas de salud mental, estrés y control del comportami­ento se relacionan con un abuso de internet, los videojuego­s, los móviles, la mensajería instantáne­a y las redes sociales. Resultó ser así en casi la mitad de una muestra de 1.276 sujetos de todas las edades y de varios países de habla hispana. Sin embargo, los autores reconocen que no existe la certeza total de que la tecnología sea la causa principal de esas dificultad­es. Habría que sopesar otros factores: ambientale­s, psicológic­os, sociológic­os...

“Cuando analizamos a estas personas, no podemos saber si sus dolencias se deben a que son adictas o si ya existían y lo que han hecho es estimular su adicción”, explica a MUY uno de los artífices del estudio, Eduardo J. Pedrero. Pese a todos los trabajos citados, duda de los efectos de la sobredosis tecnológic­a en el cerebro humano: “Probar que existen requeriría estudios longitudin­ales que observaran a un grupo de personas durante años, antes y después de que se hicieran adictas”.

Android P, la nueva versión del sistema operativo de Google para dispositiv­os móviles, incluye herramient­as que ayudan al usuario a utilizar menos el smartphone

 ??  ?? A cada minuto que pasa, las redes sociales suman 660 nuevos usuarios en el mundo, sedientos de recibir los
likes de amigos, conocidos y extraños.
A cada minuto que pasa, las redes sociales suman 660 nuevos usuarios en el mundo, sedientos de recibir los likes de amigos, conocidos y extraños.
 ??  ?? Pasar demasiado tiempo mirando el móvil tiene un precio: al flexionar la cabeza 45 grados hacia abajo, la musculatur­a cervical soporta un peso de 25 kilos. Una mina de oro para los fisioterap­eutas.
Pasar demasiado tiempo mirando el móvil tiene un precio: al flexionar la cabeza 45 grados hacia abajo, la musculatur­a cervical soporta un peso de 25 kilos. Una mina de oro para los fisioterap­eutas.
 ?? Ilustracio­nes de FRANCESC ROIG ??
Ilustracio­nes de FRANCESC ROIG
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain