¡PONTE A DIETA DE INTERNET!
¿Lo primero que haces al levantarte es mirar el móvil? ¿Chequeas tu correo electrónico una y otra vez, fines de semana incluidos? ¿Vives con la obsesión de recibir muchos megusta en Instagram y bajo una incesante nube de notificaciones? Quizá ha llegado el momento de que admitas que tienes un problema con internet y el móvil. La adicción a las nuevas tecnologías encuentra respuesta en los partidarios de la desconexión digital, un movimiento que gana adeptos. ¿Te apuntas?
La expansión de las redes de telecomunicaciones de alta velocidad, la caída en el precio de los teléfonos inteligentes y el uso cada vez más común de las herramientas de mensajería instantánea están haciendo que gran parte de nuestra existencia gire en torno a los dispositivos móviles. Con uno siempre en la mano, la tentación de responder el fin de semana un correo electrónico de trabajo o escribir a un empleado es casi irresistible. Resulta cada vez más complicado despegarse de la tecnología, ni siquiera en vacaciones. Desde hace unos años se habla de una tendencia conocida como digital
detox (desintoxicación digital), que defiende la necesidad de desconectar para devolver su esencia al ser humano y hacerle poner de nuevo los pies sobre la tierra.
Entre las voces que se han alzado contra la hiperconexión y la sobreestimulación digitales destaca la de Sherry Turkle, profesora en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), socióloga y psicóloga clínica que lleva tres décadas estudiando cómo nos relacionamos con la tecnología. En su opinión, hoy nos mantenemos siempre conectados, estimulados y en constante estado de autopresentación. Turkle no reniega de la tecnología, pero le preocupa cómo está alterando nuestras vidas. En su último libro, En defensa de la conversación, proclama la necesidad de retomar las charlas cara a cara, ya que no todo puede decirse a través de un chat o una videollamada. También sostiene que las redes sociales distorsionan la realidad y que no ayudan a fomentar la empatía. Cree que es el momento de cambiar y demandar dispositivos “más respetuosos” con nuestro tiempo. ¿NOS ESTÁ ATONTANDO LA DIGITALIZACIÓN DE LA VIDA? En 2010, el escritor estadounidense Nicholas George Carr publicó un libro polémico que sacudió conciencias y despertó el interés de muchos por la desintoxicación digital. En ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Superficiales, Carr repasaba los efectos nocivos de la Red para nuestra inteligencia. En sus páginas afirmaba que internet daña nuestra capacidad de concentrarnos, algo que afecta a la memoria y el procesamiento de la información. En la misma línea se encuentra Jaron Lanier, una de las personas que contribuyó a crear el hiperconectado mundo en el que vivimos y que ahora reniega del uso que le estamos dando a la Web. Pionero de la realidad virtual en la década de los ochenta, escribió en 2010 Contra el rebaño digital: un manifiesto, y desde entonces ha cargado sin descanso contra lo que se llamó web 2.0 y las comunidades online por glorificar al colectivo a expensas del individuo. Hoy, Lanier no se muerde la lengua al criticar todo lo que conlleva la cultura empresarial surgida en Silicon Valley y ve un peligro en las redes sociales.
Incluso Tim Berners-Lee, el inventor de la Web gratis y libre, disiente de los derroteros actuales de internet. Según dice, cada red social funciona como un mundo amurallado preparado para mantenernos atrapados en su interior, lo que va contra la naturaleza con la que surgió la Red. Lo cierto es que servicios como Instagram intentan que sus usuarios se mantengan activos en su plataforma el mayor tiempo posible sin irse a otras aplicaciones o herramientas, y por eso no hay enlaces dentro de las publicaciones de esta app de fotos y vídeos. La idea es retener al cliente para exponerlo durante el mayor tiempo posible a los anunciantes.
Los últimos en sumarse a esta cruzada analógica han sido algunos antiguos empleados de Google y Facebook (incluido Justin Rosenstein, el creador del omnipresente icono me gusta), que, preocupados por los daños que puede acarrear el abuso de los
Captar nuestra atención y mantenerla como sea: ese es el mantra de las redes sociales, que negocian con nuestros datos
móviles y las redes sociales, han creado el Centro para la Tecnología Humana, una iniciativa que pretende llamar la atención sobre este fenómeno. Afirman que la tecnología ha secuestrado nuestra sociedad, y que en la carrera para obtener beneficios económicos explotando nuestra atención, servicios como Facebook, Twitter, Instagram y Google desarrollan sin cesar métodos para mantenernos siempre enganchados. Para estos renegados, tales prácticas erosionan la forma en la que nos relacionamos, la salud mental y la democracia, y minan a los niños, víctimas más vulnerables de esta pelea de las diferentes redes sociales por atraernos. LOS EXPERTOS SEÑALAN QUE LA ADICCIÓN AL SMARTPHONE PUEDE SURGIR A CUALQUIER EDAD, pero recalcan que los usuarios más jóvenes corren más peligro por ser más influenciables por la publicidad y el marketing y haber nacido prácticamente con un teléfono móvil en la mano. Por esta razón, el Centro para la Tecnología Humana va a lanzar una campaña en 55.000 centros educativos de Estados Unidos bajo el lema La verdad sobre la tecnología. Quieren advertir a los alumnos pero también a padres y profesores.
La desconexión digital es un movimiento pujante en el mundo. Como casi todas las tendencias ligadas a internet, viene del país ahora presidido por Donald Trump. Levi Felix, que murió el año pasado a los 32 años a causa de un tumor cerebral, es uno de los ico- nos de esta corriente. En 2009 dejó su puesto de directivo en una start-up tecnológica. Trabajaba unas ochenta horas a la semana y no soltaba el móvil ni para dormir. El estrés y la mala alimentación habían dañado su salud. Decidió cambiar de vida, y viajó por el mundo durante dos años en busca de naturaleza y calma. A raíz de su periplo, creó campamentos para desintoxicarse de la tecnología. Así nació digitaldetox.org.
Su programa estrella, muy exitoso entre ejecutivos y milénicos (los nacidos en la década de los ochenta o después), es un retiro que incluye alojamientos en lugares sin conexión a internet, yoga, meditación, comida saludable, talleres de arte y escritura, montañismo, charlas con consejos prácticos para despegarse del móvil...
En el resto del mundo también existe una creciente preocupación por la dependencia de lo digital. Según un estudio de la Asociación de la Juventud China para el Desarrollo de la Red, uno de cada siete jóvenes
del país asiático es adicto a internet, algo que allí se considera un trastorno clínico. En los últimos años se han abierto en China centros para curar a los afectados. Estos espacios son más una suerte de campamentos militares que lugares terapéuticos. Allí reina la disciplina: los pacientes tienen que hacer tareas domésticas, ejercicio físico y actividades alejadas del mundo digital. Estos templos del digital detox no tienen buena prensa, y no es de extrañar. Algunos de los jóvenes que han pasado por ellos hablan de prácticas extremas, como palizas y descargas eléctricas, e incluso se han producido muertes. Se estima que existen unos trescientos de estos centros distribuidos por toda China para tratar a los enganchados al móvil e internet. ¿Y QUÉ ESTÁ PASANDO EN ESPAÑA? Diversos informes señalan que somos el país europeo donde más se utilizan los smartphones (ocho de cada diez ciudadanos tienen uno y lo usan a diario), pero no existen muchas iniciativas pedagógicas para evitar que abusemos de ellos. El pasado septiembre, la Diputación de Valladolid puso en marcha el primer campamento de desintoxicación digital para jóvenes de 18 a 35 años. Su fin era mostrarles durante un fin de semana “una forma más sana de relacionarse con los dispositivos electrónicos” y ofrecerles “alternativas lúdicas vinculadas a la naturaleza o la práctica de ejercicio”. Entre los objetivos del campamento figuraban acostumbrar a los asistentes a disfrutar de un paisaje “sin necesidad de hacer una foto y compartirla en Facebook”, fomentar las charlas en persona y no por chat o “disfrutar del silencio”.
Algunos especialistas ofrecen terapias para alejar de la tecnología a quienes se exceden con ella. Desde 2012 existe en nuestro país el Instituto Psicológico Desconect@. Este centro cuenta con expertos en la adicción a las nuevas tecnologías y orientadores de adolescentes que ofrecen terapias personalizadas e imparten conferencias y talleres. La cuestión, según recalcan, no estriba en prohibir o erradicar, sino en educar y no
En China hay unos 300 campamentos donde se trata con disciplina militar a los jóvenes enganchados a la Red
permitir que los móviles e internet esclavicen a personas en pleno desarrollo, las más vulnerables, como demuestran los datos de esta organización.
En unas recientes declaraciones al periódico El País, el psicólogo Marc Masip, director de este instituto, señaló que Desconect@ atendió a más de 1.400 jóvenes en 2017, el doble que en 2016, y que este año las cifras siguen una dinámica similar. Los casos graves suponen entre un 5 % y 10 % de los que tratan, y solo un 5 % de quienes requieren sus servicios son adultos.
El asunto ha llegado ya a los organismos públicos. La Estrate- gia Nacional sobre Adicciones que elabora el Ministerio de Sanidad incluye este año una novedad importante: por primera vez, considera entre las conductas adictivas las relacionadas con las nuevas tecnologías, en especial las referidas al juego online (en España hay 5,7 millones de personas que lo practican de forma asidua) y las que afectan a los chicos de catorce a dieciocho años, que no dan un paso sin tener el móvil a mano. La Comunidad de Madrid ha lanzado un servicio especializado en adicciones a las nuevas tecnologías que atiende a adolescentes de entre doce y diecisiete años, y otras autonomías cuentan con prestaciones similares. MUCHOS SE PREGUNTAN DE QUÉ MODO AFECTA AL CEREBRO EL ABUSO DE LA TECNOLOGíA, si es que lo hace. Las investigaciones se suceden, y bastantes indican que pasarse la vida colgado de internet puede producir cambios tanto en la estructura como en las funciones de algunas regiones del encéfalo relacionadas con el procesamiento emocional, la atención, la toma de decisiones o el control cognitivo. Pasar demasiado tiempo frente a una o varias pantallas se ha vinculado con ciertas alteraciones en el lóbulo frontal, una región que soporta numerosas transformaciones desde la pubertad hasta mediada la veintena, pero los efectos en las neuronas de una niñez y una adolescencia demasiado digitales todavía no están claros. En cualquier caso, se acumulan las pruebas de que algo cambia en el cerebro y la conducta a causa de la sobredosis digital. Un estudio dirigido por el psicólogo Guangheng Dong, de la Universidad Normal de Zhejiang (China), y Elise E. DeVito, del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina Yale, ha demostrado que los sujetos a los que se puede catalogar como adictos a la
Red procesan peor la información y presentan una menor inhibición de los impulsos. También resultan más sensibles, aunque, paradójicamente, parecen afectarles menos las pérdidas.
Otra de las consecuencias de abusar de internet es que en el encéfalo del usuario se produce una sobreproducción de dopamina, neurotransmisor que funciona como una especie de mensajero de la felicidad. Vinculado al sistema de recompensa del cerebro, juega un papel clave en el placer que nos causan ciertas actividades, que acaban convirtiéndose en adictivas en un círculo del que resulta difícil salir.
En las últimas décadas, varios trabajos dirigidos por neurocientíficos, psicólogos y psiquiatras han constatado que este mecanismo que explica la adicción a las drogas es idéntico al que funciona en los sujetos enganchados a los videojuegos. Para obtener placer, estas personas necesitan producir cada vez más dopamina. Este fenómeno también sucede cuando subimos una entrada o una foto a una red social y recibimos comentarios positivos o un me gusta. Los likes así obtenidos funcionan como un refuerzo positivo que nos incita a publicar más y más en busca de nuestra dosis de dopamina.
Los cambios cerebrales no parecen terminar ahí. Varios estudios han hallado indicios de disfunciones específicas de los individuos adictos a las nuevas tecnologías, que afectarían a la planificación, la organización, el control de los impulsos y la empatía. Estos daños incrementarían tanto la posibilidad de desenvolverse torpemente en las relaciones personales como la de comportarse de forma violenta. CADA VEZ MÁS ESPECIALISTAS TRABAJAN CON EL CONCEPTO DE ADICCIÓN A LAS NUEVAS TECNOLOGíAS, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no reconoce aún que tal dependencia exista. Sí considera el trastorno por videojuegos como una enfermedad mental. En nuestro país, un equipo de investigadores de varias universidades y organizaciones médicas ha creado el cuestionario MULTICAGE-TIC, que mide si ciertos problemas de salud mental, estrés y control del comportamiento se relacionan con un abuso de internet, los videojuegos, los móviles, la mensajería instantánea y las redes sociales. Resultó ser así en casi la mitad de una muestra de 1.276 sujetos de todas las edades y de varios países de habla hispana. Sin embargo, los autores reconocen que no existe la certeza total de que la tecnología sea la causa principal de esas dificultades. Habría que sopesar otros factores: ambientales, psicológicos, sociológicos...
“Cuando analizamos a estas personas, no podemos saber si sus dolencias se deben a que son adictas o si ya existían y lo que han hecho es estimular su adicción”, explica a MUY uno de los artífices del estudio, Eduardo J. Pedrero. Pese a todos los trabajos citados, duda de los efectos de la sobredosis tecnológica en el cerebro humano: “Probar que existen requeriría estudios longitudinales que observaran a un grupo de personas durante años, antes y después de que se hicieran adictas”.
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