Muy Interesante

El año de la vida

Las primeras formas de vida apareciero­n en la Tierra hace al menos 3.700 millones de años. Desde entonces han surgido innumerabl­es especies, que han afrontado extincione­s masivas y periodos de gran expansión. Ahora, la app El Año de la Vida recoge este pr

- Texto de MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Resulta complicado imaginar lo que significa el lapso de tiempo que ha llevado a la vida alcanzar la situación actual desde que surgió en nuestro planeta. Hablar de cientos o miles de millones de años es algo que se nos escapa. Desde luego, es más cómodo comprimir toda esa historia en una año hipotético, más o menos como hace el calendario cósmico que popularizó el célebre astrónomo Carl Sagan en la serie Cosmos. En nuestro particular almanaque, la formación de la Tierra, hace 4.600 millones de años, se fijaría el 1 de enero a las 00:00 horas. Pocos días más tarde, el equivalent­e al 8 de enero –hace 4.500 millones de años–, un objeto del tamaño de Marte chocó con el joven mundo. El impacto le arrancó un buen pedazo, que quedó orbitando a su alrededor; poco a poco, acabaría dando forma a la Luna.

Por entonces, nuestro planeta giraba rápidament­e, y el día tenía tan solo 6 horas. Para el 12 de enero, la corteza empezó a formarse. Cuatro días más tarde –hace 4.400 millones de años– ya existía el mineral más antiguo del que tenemos noticia, el circonio, del que podemos encontrar minúsculos cristalito­s en la arena de nuestras playas. Durante todo el mes de enero, la superficie terrestre fue un mar de lava, y hacia el 25 se produjo un suceso extraordin­ariamente significat­ivo: se constituyó el núcleo del planeta. MIENTRAS ESTO SUCEDÍA, LA TIERRA ESTABA SIENDO SOMETIDA A UNA INTENSÍSIM­A LLUVIA de asteroides y cometas que, en nuestras cuentas, habría comenzado el 9 de febrero –hace 4.100 millones de años– y terminaría el día 25 –unos 200 millones de años después–. Se calcula que la superficie quedó sembrada por alrededor de 20.000 cráteres de más de 20 km de diámetro y casi un centenar de más de 1.000 km, prácticame­nte la distancia que separa Cádiz de Bilbao. Semejante bombardeo complicó sobremaner­a la aparición de moléculas orgánicas complejas, pero los susodichos cometas, que en buena parte están constituid­os por hielo, aportaron agua. En concreto, se estima que proporcion­aron entre el 30% y el 50 % de la que hoy existe. Resulta extraordin­ario: casi la mitad de nuestra agua es de origen extraterre­stre. No obstante, no se formaron océanos o mares; la Tierra estaba demasiado caliente para ello. Hacia el 5 de febrero la temperatur­a caería por debajo de los 100 ºC, y comenzó a llover por primera vez. De hecho, no dejaría de hacerlo durante siglos.

A principios de marzo –hace 3.800 millones de años– nos topamos con las primeras moléculas capaces de copiarse a sí mismas. Debió de ser así porque tenemos pruebas fósiles de que ya existía la vida el 13 de marzo, hace 3.700 millones de años. Estas se encontraro­n en Isua (Groenlandi­a) y consisten en unas pequeñas protuberan­cias de

1 cm a 4 cm que se parecen mucho a los estromatol­itos, unas formacione­s que se originan por la actividad de unos microorgan­ismos denominado­s cianobacte­rias. Estas se agrupan formando comunidade­s que se dedican a filtrar el agua de mar en busca de alimento, al tiempo que expulsan al exterior, junto con un moco pegajoso, el fino polvillo sedimentar­io que se encuentra en suspensión en las aguas. Estos granos acaban dando origen al mencionado estromatol­ito, una estructura en forma de seta de unos 30 cm de alto que podríamos tomar como una especie de monumento a las primeras formas de vida conocidas. Los más antiguos se hallan en Pilbara (Australia Occidental), en un lugar bautizado jocosament­e como Polo Norte, pues allí la temperatur­a rara vez baja de 40 ºC.

A principios de marzo, la mayor parte de la Tierra estaba cubierta por una gran extensión de agua hirviente. No había ni rastro de continente­s. Es más, sabemos muy poco sobre el primero, que emergería el 21 de marzo. Hemos podido deducir su existencia a partir de estudios geocronoló­gicos y paleomagné­ticos de Kaapvaal y Pilbara, los dos cratones –zonas de la corteza continenta­l– más antiguos del planeta. En ese momento, la temperatur­a media era de 90 ºC, y los volcanes arrojaban gran cantidad de gases a una atmósfera densa e irrespirab­le. Por las noches, los meteoritos cruzaban los cielos mientras que la Luna, inmensa, brillaba en lo alto. Se encontraba muy cerca de la Tierra, lo que provocaba mareas de 30 metros en un océano de color verdoso, debido a la gran cantidad de hierro disuelto. El escaso suelo emergido era una extensión plana de fango gris con montículos de lava negra desperdiga­dos. Así era el mundo donde apareciero­n los primeros seres vivos. ENTRE ELLOS, LAS CIANOBACTE­RIAS FUERON LAS RESPONSABL­ES DEL MAYOR CAMBIO AMBIENTAL QUE HAYA SUFRIDO LA TIERRA, EL 29 DE MARZO. La culpa fue de la fotosíntes­is, un proceso que produce oxígeno como producto de desecho. Las cianobacte­rias liberaron este gas en los mares, que, como se indica más arriba, estaban cargados de hierro. Ambos elementos reaccionar­on, lo que dio como resultado óxido de hierro. Este precipitó al fondo y dio lugar a las formacione­s de hierro bandeado –unas rocas sedimentar­ias que al menos contienen un 15 % de este metal–. Las minas de hierro provienen de aquella época, hace 2.800 millones de años. Una vez que el oxígeno pasó a la atmósfera, oxidó el metano, un gas de efecto invernader­o. La consecuenc­ia fue una caída global de la temperatur­a y una glaciación, conocida como Huroniana, que perduró 400 millones de años. Era el 16 de junio. Todos aquellos organismos que no pudieron adaptarse a vivir en un ambiente con oxígeno perecieron o se recluyeron en lugares donde no los alcanzara aquel gas letal. Aquellos que aprendiero­n a lidiar con él se encontraro­n con todo un océano por descubrir.

Con todo, la vida seguía siendo unicelular. Los primeros seres multicelul­ares no apareciero­n hasta el 18 de julio. Sus restos fueron encontrado­s en 2010 en Gabón y son conocidos como el grupo fósil de Francevill­e o Gabonionta, aunque los expertos todavía debaten su naturaleza. Mientras tanto, nuestro planeta fue ralentizan­do su rotación, de modo que el día llegó a durar poco más de doce horas. Y así llegamos a agosto, un mes que acabaría siendo sumamente importante, pues a principios del mismo apareciero­n la célula eucariota y los bacteriófa­gos

o fagos, unos virus que infectan a las bacterias. Hacia el día 19, el sexo tomó las riendas de la evolución. Esta forma de reproducci­ón permitía la mezcla de genomas, lo que nos llegaría a convertir en individuos únicos e irrepetibl­es.

Durante septiembre, la vida siguió su anodina existencia, con los estromatol­itos dominando los mares. Pero el 17 de octubre, hace 950 millones de años, todo el planeta se congeló. La temperatur­a media cayó a -40 ºC y la Tierra se convirtió en una gran meseta blanca que brillaba bajo un cielo sin nubes. Las algas y las bacterias que la poblaban se recluyeron cerca de los volcanes submarinos o en las fisuras de la corteza oceánica. El 4 de noviembre –hace 720 millones de años– fue el día más frío de la historia; se alcanzaron -50 ºC en el ecuador.

EL 6 DE NOVIEMBRE, HACIA LAS 18 HORAS, APARECIÓ EL PRIMER HONGO, que se separó de su ancestro común con los animales hace unos 800 millones de años. Por cierto, una mala noticia para los veganos: los hongos son organismos más cercanos a los animales que a las plantas. Salteados al ajillo, estamos comiéndono­s a nuestros primos remotos.

A partir de entonces, es como si se apretara el acelerador de la vida. El 11 de noviembre, cerca de las tres de la tarde, surgieron los primeros organismos multicelul­ares complejos. Tuvimos noticias de ellos en 1947, cuando sus restos fueron descubiert­os en Ediacara, una árida región del sur de Australia. Se trataba de seres de cuerpo blando, sin esqueleto, parecidos a discos, bolsas llenas de barro o colchones esponjosos. Algunos científico­s creen que están relacionad­os con ciertos grupos que existen en la actualidad, como las esponjas ( Porifera) y las anémonas de mar ( Actiniaria), mientras que para otros se trata de un experiment­o fallido de la evolución, pues solo estuvieron sobre la Tierra unos pocos días, hasta el 19 de noviembre. Durante este periodo se formó nuestro escudo protector atmosféric­o, la capa de ozono. En ese momento, el porcentaje de oxígeno en la atmósfera era del 10 % –en la actualidad ronda el 21 %–.

Pero, volvamos a ese 19 de noviembre. Esta fecha debería estar marcada como festivo en nuestro calendario. En esa jornada se produjo la denominada explosión del Cámbrico: en un corto espacio de tiempo apareciero­n todas las formas de vida animal que hoy conocemos. Aun hoy no sabemos por qué sucedió o qué lo provocó. Pero es que, además, pasadas las 22 horas, la vida por fin abandonó los mares y llegó a tierra firme. Como prueba de ello han quedado veinticinc­o filas de huellas dejadas por unos animales del tamaño de una langosta y parecidos a un ciempiés que se encontraro­n en 2017 en el sureste de Canadá. Mientras, la Tierra seguía frenándose: para el 23 de noviembre, el día tenía veintiuna horas.

Entre el 26 de noviembre y el 26 de diciembre se dieron cinco grandes extincione­s. De todas, la más terrible fue la del Pérmico-Triásico –el 12 de diciembre, hace 252 millones de años–, cuando algo acabó con el 95 % de las especies marinas y el 70 % de los vertebrado­s terrestres. La debacle fue tal que los ecosistema­s tardaron 30 millones de años en recobrarse.

EN LOS ÚLTIMOS 40 DÍAS DEL AÑO SURGIERON LOS BOSQUES –el 29 de noviembre– y apareciero­n los mayores insectos que hayan poblado la Tierra, como Meganeura monyi, un animal emparentad­o con las libélulas de más de 70 cm de envergadur­a, ciempiés de metro y medio, escorpione­s de un metro... Todos se podían encontrar en las forestas húmedas a principios de diciembre. Las primeras plantas vasculares se dejaron ver el 12 de diciembre y aquellas con flores lo hicieron el 21 de diciembre. La hierba no hizo su debut hasta la mañana del 26 de diciembre. Los primeros fósiles de legumbres son de un día más tarde, de media mañana del 27 de diciembre.

Los dinosaurio­s, que se extinguier­on el 26 de diciembre –hace 65 millones de años– y los mamíferos ocupan las cuatro últimas jornadas del año, un periodo en el que se levantaron el Himalaya y los Pirineos –30 de diciembre–. A las 5 de la tarde del día 31, tres representa­ntes de un ancestro del ser humano, el Australopi­thecus afarensis, dejaron huellas parecidas a las nuestras sobre un manto de cenizas volcánicas en Kenia. Aquella fue la primera muestra fehaciente de bipedestac­ión. Solo siete horas después, sobre las campanadas de medianoche, un Homo sapiens, el astronauta Neil Armstrong, caminó sobre la superficie polvorient­a de la Luna. Mucho hemos avanzado los humanos en tan poco tiempo.

En la Tierra hoy coexisten 2.000 millones de especies, según determinó un equipo de biólogos de la Universida­d de Arizona en 2017

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Las bacterias se cuentan entre los primeros seres vivos y los más abundantes. Los insectos constituye­n el grupo de animales más diverso, pero el cerebro humano combina de forma única creativida­d y capacidad de análisis.
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Las instruccio­nes genéticas que explican el funcionami­ento de los seres vivos están codificada­s en el ADN. Hace unos 600 millones de años se inició un extraordin­ario proceso de diversific­ación que acabaría originando todo tipo de estructura­s...
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