Muy Interesante

EL EXTRAÑO CASO DE JULIA WALLACE

- POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL

La noche del 19 de enero de 1931, el vendedor de seguros William Herbert Wallace llegó a su club de ajedrez en el centro de Liverpool, donde le entregaron un mensaje telefónico. En él, un tal R. M. Qualtrough, que vivía en Menlove Gardens East, le pedía que fuera a visitarlo la tarde siguiente, pues estaba interesado en suscribir una póliza. Al día siguiente, Wallace se dirigió a Menlove Gardens West, que conocía; suponía que Menlove Gardens East debía de quedar cerca. Preguntó a unos tenderos y a un policía, y todos le dijeron que tal calle no existía, así que regresó a su casa, en el número 29 de Wolverton Street.

CUANDO LLEGÓ, INTENTÓ USAR SU LLAVE, PERO LA PUERTA ESTABA CERRADA POR DENTRO.

Fue a la puerta de atrás, pero también la encontró cerrada. No había luces encendidas. Preocupado, volvió a probar con el acceso principal. Nada. Dirigió sus pasos una vez más a la parte trasera y descubrió que la puerta ya no estaba cerrada. Entró y cuando llegó a la sala de estar descubrió el cuerpo de su mujer, Julia, tendido en el suelo. Había sido brutalment­e asesinada; su parietal derecho estaba tan destrozado que se le podía ver parte del cerebro. La policía apenas encontró pistas. Faltaban un atizador y una barra de metal, cerca de la chimenea, y se habían llevado algo de dinero, pero el robo fue descartado como motivo del crimen.

LAS AUTORIDADE­S RÁPIDAMENT­E SOSPECHARO­N DE ÉL.

Se pudo establecer que la llamada que le habían hecho se había realizado desde una cabina a 400 metros de su casa, pero el miembro del club que habló con el misterioso Qualtrough juró que su voz no se parecía a la de Wallace. Los tenderos y el policía confirmaro­n haberle visto, y no se encontraro­n trazas de sangre en él o en su ropa. Y eso que, según el forense, el asesino tuvo que quedar regado con el líquido vital de la víctima. Los detectives creyeron que Wallace, desnudo, se había protegido de las salpicadur­as con un impermeabl­e, inexplicab­lemente encontrado bajo el cadáver de Julia. Para rematar el misterio, no se descubrió más sangre en el resto de la casa, salvo una gota en el inodoro. Nadie pudo explicar cómo fue a parar allí.

LA POLICÍA SE CENTRÓ EN WALLACE POR SU ACTITUD FRÍA Y DISTANTE,

y el 22 de febrero fue detenido por asesinato. Durante el juicio no gustó al jurado, por su absoluta falta de sentimient­os. Así, fue declarado culpable y condenado a morir en la horca, pero en la apelación fue absuelto. El tribunal consideró que el veredicto no coincidía con las pruebas puramente circunstan­ciales que se habían aportado. Wallace, incapaz de rehacer su vida en Liverpool, se mudó al campo, donde murió en 1933. El famoso escritor de novela negra Raymond Chandler se refirió al caso como “el misterio sin par de los asesinatos”, y a día de hoy sigue sin resolverse.

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