Nuevos tiempos para la biodiversidad
¿NO HAY QUIEN PARE A LA VIDA?
Que la presencia del hombre ha cambiado el ciclo natural de los seres vivos de la Tierra es una obviedad, hasta el punto de que, según una parte de la comunidad científica, hemos entrado en una nueva época geológica: el Antropoceno. Nos hemos convertido en la especie invasora del planeta por excelencia. Sin embargo, una corriente de ecólogos cree que, en lugar de preocuparnos tanto de resistirnos al cambio que hemos provocado en los ecosistemas, lo que deberíamos hacer es asumirlo y ayudar a las especies a adaptarse a ellos.
Texto de ÁLEX FERNÁNDEZ MUERZA
La influencia que ha tenido –y sigue teniendo– el hombre en el ciclo natural de la flora y la fauna de nuestro planeta es evidente. Sin embargo, las especies están evolucionando y adaptándose más rápido de lo que cabría imaginar –en algunos casos, con gran éxito– para hacer frente al cambio climático y a la destrucción del medio ambiente mundial que ha traído la mano del hombre. La vida es cambio, y en la época en la que vivimos, aún más.
Admitirlo, y asumir que los seres humanos somos parte del ecosistema nos puede servir para salvar la vida y la variedad de especies, en definitiva, la biodiversidad del planeta. Esta es la premisa que defiende el ecólogo británico Chris D. Thomas en su obra Inheritors of the Earth: How Nature is Thriving in an Age of Extinction ( Herederos de la Tierra. Así está prosperando la naturaleza en una época de extinción), considerado uno de los mejores libros de divulgación de 2017 por la revista The Economist. MUY ha hablado con él para que nos dé más detalles sobre su disruptiva forma de comprender la biodiversidad y la manera de protegerla.
Thomas y su equipo de la Universidad de York (Inglaterra) trabajan en entender cómo hemos transformado el mundo biológico, cómo el cambio climático está poniendo en peligro la biodiversidad a nivel global y cómo podemos conservarla. Así, han descubierto evidencias de los desplazamientos geográficos de las especies y su rápida evolución en respuesta a dicha amenaza. “La vida es un sistema dinámico. El movimiento de las especies es la forma en que siempre han sobrevivido en el pasado, y así es como sobrevivirán en el futuro. Cada vez que el ambiente cambia rápidamente, los procesos evolutivos y ecológicos se aceleran, que es lo que está sucediendo hoy, superrápido. Entonces, en términos de conservación, debemos aceptar los cambios e incluso ayudar a cambiar en algunas circunstancias”, sostiene Thomas. Además pone en cuestión la manera tradicional de entender la biodiversidad y su conservación.
LOS EJEMPLOS SON CADA VEZ MÁS DIVERSOS Y, EN ALGUNOS CASOS, LLAMATIVOS.
Uno clásico es el de la mariposa de los abedules ( Biston betularia), una polilla que era blanca con motas negras y que oscureció a medida que el hollín de las fábricas de inicios de la Revolución Industrial, en la Gran Bretaña de mediados del siglo XIX, contaminaba el entorno. Pero cada vez hay más casos. Thomas cita el de algunos grillos de su país que han desarrollado alas más largas, lo que les permite volar más al norte. En España también tenemos ejemplos: el investigador Josep Peñuelas, de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB),
ha descubierto cambios evolutivos en las hayas de las montañas del Montseny, en Cataluña, por efecto del cambio climático.
“En los últimos años se ha planteado que las especies tienen una mayor capacidad de adaptación de lo que Darwin suponía”, subraya Alberto Navarro, consultor especializado en conservación y desarrollo rural, que apunta al debate suscitado dentro de la conservación de la naturaleza entre la vieja y la nueva escuela. El máximo representante de la primera sería el entomólogo y biólogo estadounidense Edward O. Wilson, que usó por primera vez el concepto de biodiversidad en 1988, mientras que en la segunda, además del propio Thomas, se encuadrarían otros investigadores como Peter Kareiva, director del Instituto del Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), y Ken Thompson, autor del libro ¿De dónde son los camellos?, que también suscitó polémica al replantear la manera de ver a las especies invasoras y no considerarlas perjudiciales per se.
Y ES QUE ESPECIES QUE HOY EN DÍA CONSIDERAMOS AUTÓCTONAS, NATURALES DE UN LUGAR, EN ALGÚN MOMENTO DE LA HISTORIA DE LA TIERRA NO LO FUERON.
Los camellos, citados por Thompson –y que consideramos naturales de África y Asia–, aparecieron en América del Norte, y los únicos dromedarios salvajes los encontramos en Australia. Los gorriones, que solían vivir en Asia central, o las palomas bravías, que anidaban en acantilados europeos y asiáticos, ahora son comunes en nuestros pueblos y ciudades. Los árboles de los bosques europeos actuales, el principal ecosistema natural de nuestro continente, fueron muy raros en la última era glacial, hace veinte mil años, y solo sobrevivieron en partes de España, Italia y los Balcanes.
En palabras de Thomas, “los bosques han venido y se han ido. Ahora, el clima está cambiando una vez más, y los ecosistemas están empezando a transformarse nuevamente. No podemos detener este proceso, aunque esto no quita que debamos minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque el futuro es incierto, una cosa es segura: todos los ecosistemas futuros se construirán con los descendientes de las especies actuales. Proteger tantas como sea posible permitirá a la naturaleza crear sus propios ecosistemas nuevos”.
El ecólogo de la Universidad de York considera que, más que “dos escuelas”, hay “un gradiente de opinión”: “Edward O. Wilson y yo probablemente estamos de acuerdo en muchos más asuntos de los que discutimos. Ambos pensamos que es una buena idea mante-
En los últimos años se está planteando que las especies tienen una mayor capacidad de adaptación de lo que Charles Darwin suponía
ner tantas especies vivas como sea posible. Donde discrepamos es en que yo enfatizo la necesidad de asumir y adaptarnos al cambio dinámico, que está sucediendo nos guste o no, mientras que él incide en cómo debemos resistir al cambio y proteger los lugares y especies actualmente importantes”.
Este enfoque afecta radicalmente al planteamiento tradicional de los proyectos de conservación que, según Thomas, adolecen de dos problemas principales. Por un lado, una gran cantidad de los recursos humanos y financieros se dedican a dejar las cosas como estaban, o incluso a regresar a una visión romántica del pasado de ese ecosistema o especie.
Por otra parte, el fuerte énfasis en mantener fuera a las especies invasoras o ex
tranjeras –“Elija su insulto preferido; yo simplemente las llamo especies”–. Por ello, aboga por asumir el cambio y centrar los es- fuerzos de conservación en proyectos “más realistas”. Y a modo de ejemplo cita dos casos, uno en su país y el otro con base en España.
LA REAL SOCIEDAD BRITÁNICA PARA LA PROTECCIÓN DE LAS AVES ESTÁ ADMINISTRANDO RESERVAS NATURALES
con la esperanza de que nuevas especies, como garzas e ibis, las colonicen. De momento, ya han conseguido que grandes garcetas críen en el sur de Inglaterra. Por su parte, el samarugo ( Valencia hispanica) es un pequeño pez de agua dulce endémico de los estanques litorales de Valencia y del sur de Cataluña. Se encuentra en grave peligro de extinción por la degradación de su hábitat y por la competencia con el pez mosquito ( Gambusia affinis), una especie de Norteamérica introducida en todo el mundo para el control de los mosquitos y, en la actualidad, considerada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como una de las cien especies exóticas invasoras más dañinas del mundo.
Para evitar su desaparición, la asociación Paisatges Vius, liderada por Anna Gallés, ha puesto en marcha un proyecto que consiste en criar samarugos fuera de su hábitat natural, restaurar varias lagunas en el municipio de L’Ametlla de Mar(Tarragona), donde no hay peces mosquito, y liberarlos allí para que establezcan nuevas poblaciones.
Cuando se le pregunta por España, Thomas sugiere algunas ideas que podrían llevarse a cabo aquí en la línea de su planteamiento de conservación. Así, la cabra montés de Etiopía ( Capra walie), en peligro de extinción en su país de origen, podría introducirse en los Pirineos, donde el bucardo ( Capra pyrenaica pyrenaica) se ha sumado a la lista de especies extinguidas. Esto potencialmente ayudaría a restaurar niveles de pastoreo más naturales en las montañas, y a salvar a dicho mamífero africano. Por su parte, el desmán de los Pirineos ( Galemys
pyrenaicus), un pequeño y raro mamífero con el hocico en forma de trompeta y también en peligro de extinción, podría transportarse a Gran Bretaña o a Escandi- navia en el futuro si comienza a extinguirse en el norte de España y Francia.
Thomas cree que “todavía hay muchos prejuicios. Casi todos los ecologistas y conservacionistas piensan que el movimiento de individuos es bueno al permitir que las especies se adapten al mundo cambiante si se mueven ellas mismas, pero, cuando la dispersión es facilitada por un primate humano, lo describen como antinatu
ral. Los humanos somos parte del mundo. Es mejor que lo aceptemos, en lugar de seguir en la negación”.
DESDE LA FUNDACIÓN BIODIVERSIDAD, UN ORGANISMO QUE PERTENECE AL MINISTERIO PARA LA TRANSICIÓN ECOLÓGICA,
consideran que el planteamiento de la obra de este ecólogo británico “resulta optimista, aporta una visión fresca e inspiradora respecto a los cambios de la Tierra en esta época desde el punto de vista de la biodiversidad”. Según los responsables de esta institución, “es innegable que en los últimos cincuenta años los seres humanos han transformado los ecosistemas más rápida y extensamente que en ningún otro periodo de tiempo comparable de nuestra historia, lo que ha generado una pérdida considerable, y en gran medida irreversible, de la diversidad de la vida sobre la Tierra. —Y añade—: Sin embargo, no debe ser motivo para la desesperanza, pues el alcance de esta degradación hubiera sido mucho mayor sin las respuestas puestas en práctica en las últimas décadas”.
Un sector de los conservacionistas critica que se vea bien que las especies se muevan para adaptarse al mundo cambiante y, en cambio, se considere antinatural que el hombre las ayude a ello
El bienestar social y el 40% de la economía mundial dependen de unos ecosistemas sanos, así que la biodiversidad es esencial para el ser humano como especie
Navarro cree que “en España se trabaja mucho y muy bien en conservación, si se tienen en cuenta los escasos recursos y el apoyo institucional existentes. Recientemente se han evaluado a escala europea los proyectos LIFE de conservación [este programa es un instrumento financiero de la Comisión Europea que está permitiendo la conservación, restauración y gestión de determinadas especies y hábitats de la UE] y España no sale mal parada, al contrario. Aunque siempre hay aspectos mejorables, como expone un reciente artículo, publicado en la revista Biodiversity and Conservation por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales y el CSIC, que muestra que cerca de un 10 % de las especies analizadas en España cuentan con programas de ayuda sin estar amenazadas”.
En cualquier caso, está claro que los esfuerzos por proteger y recuperar la diversidad biológica del planeta son imprescindibles. Desde la Fundación Biodiversidad destacan que estamos rodeados de diversidad biológica “en nuestra casa, en nuestra nevera, en nuestro botiquín, en nuestra ropa, etc. Hablar de biodiversidad es hablar de genes, de especies, de ecosistemas. Es necesaria para que haya vida en el planeta. Sin ecología no hay economía: el 40 % de la economía mundial depende de unos ecosistemas sanos. Y también es bienestar social, ya que de ella depende que tengamos medicinas, alimentos, textiles...”.
Contar con ecosistemas sanos y diversos es la base de nuestro desarrollo económico, como reconocían en 2015 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas para 2030, un hito en la agenda internacional, ya que por primera vez se unía la lucha contra la pobreza y la protección ambiental.
Por ello, Thomas asegura que precisamos el esfuerzo de ambas escuelas: “Necesitamos salvar especies donde están ahora, o donde no estarán en el futuro. Pero no deberíamos detenernos ahí. A la larga, debemos prever que la dinámica de la naturaleza siga su propio camino, aceptar el cambio y permitir que las especies sobrevivan en lugares nuevos. Es parte del nuevo viaje biológico de la Tierra”.