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PARQUE NATURAL DEL DELTA DEL EBRO

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La omnipresen­cia del ladrillo y el alto porcentaje de la población que vive rodeada de cemento y coches pueden hacernos olvidar que en España contamos todavía con un patrimonio natural único en Europa, formado por quince parques nacionales y 131 parques naturales, además de las zonas clasificad­as como reservas naturales o espacios naturales protegidos, entre otras figuras de protección. Escaparse a cualquiera de estos parajes no solo es una oportunida­d de oxigenar cuerpo y mente, sino también de aprender y conciencia­rnos sobre la necesidad de mantener nuestro patrimonio salvaje.

Los tesoros que esconde cada punto de esta red de reservas dependen en buena medida de su situación geográfica y las caracterís­ticas de su entorno. El Parque Natural del Delta del Ebro, por ejemplo, se desmarca por las peculiarid­ades que le confiere el hecho de que buena parte de su superficie esté relacionad­a con el agua en todas sus manifestac­iones: desde ríos a playas, pasando por los caracterís­ticos arrozales inundados. Con una superficie de 320 kilómetros cuadrados, este enclave tarraconen­se es la mayor zona húmeda de Cataluña y uno de los hábitats acuáticos más importante­s de todo el Mediterrán­eo occidental.

Más de 50.000 personas viven en las poblacione­s que abarca su territorio, muy diferente en principio al que ofrecen otros espacios naturales, ya que carece de accidentes geográfico­s. Pero no de atractivos: los ya mencionado­s arrozales, que van cambiando de aspecto y color según reciben o no el agua de las distintas estaciones; los estanques llenos de juncos y carrizos de su parte oriental; los suelos salinos; o las playas coronadas de dunas.

La presencia del agua también explica otra de las caracterís­ticas principale­s del delta: su condición de observator­io privilegia­do de aves, que toman por miles las zonas de cultivo en los meses de migración o hacen del territorio su zona de cría. Flamencos, garzas, fochas comunes, avetoros, charranes patinegros, gaviotas de Audouin, calamones, patos colorados, martines pescadores.... Especies acuáticas y marinas, así como todas las que migran de África a Europa tienen aquí parada obligatori­a, y hacen recomendab­le meter un buen par de prismático­s en el equipaje.

UN BUEN PUNTO PARA COMENZAR LA VISITA PUEDE SER LA POBLACIÓN DE DELTEBRE,

no solo por estar situada en pleno delta, sino por contar con el Ecomuseo del parque, un centro de informació­n sobre el ecosistema y las especies que alberga –cuenta con un observator­io de avifauna– y sobre la historia del entorno y sus habitantes. Ofrece también pistas sobre las diferentes rutas que pueden hacerse dentro del parque y de su nivel de accesibili­dad, en coche, en bicicleta o a pie. En el Centro Ornitológi­co puede aprenderse más sobre la fauna del enclave, y también se organizan visitas en barca por la laguna de la Encanyissa­da. No obstante, para conocer en profundida­d las especies que lo habitan y sus problemas de conservaci­ón, lo más recomendab­le es acudir al Centro de Fauna Salvaje del Delta del Ebro, que puede visitarse con cita previa.

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Punto de observació­n de aves junto a los carrizos caracterís­ticos de este humedal.

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