Muy Interesante

MONUMENTO NATURAL CUEVAS DE OJO GUAREÑA (BURGOS)

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Algunos de los monumentos más bellos de España no han sido creados por la mano del hombre. Surgen orgullosos en medio de las cordillera­s, parecen salidos del mar si están pegados a los acantilado­s o se esconden en las entrañas de la Tierra. En este último campo, España es como un queso de Gruyère, con miles de kilómetros de cuevas repartidas por su geografía. Algunas, por su falta de acondicion­amiento y su peligrosid­ad, están reservadas a los profesiona­les de la espeleolog­ía, pero muchas otras están abiertas al público. Ejemplos espectacul­ares son la Gruta de las Maravillas, en Huelva, la cueva de El Soplao, en Cantabria, la leonesa de Valporquer­o o la de los Verdes, en Lanzarote.

En el caso del complejo kárstico de Ojo Guareña, puede decirse que tiene de todo. Situado en el espacio natural protegido del mismo nombre, en la campiña burgalesa, cuenta con más de cien kilómetros de cavidades subterráne­as. Solo una parte de ellas está abierta al público, pero es más que suficiente para llevarse un recuerdo memorable. Figura como el mayor complejo de este tipo de España, y ofrece coleccione­s de estalactit­as y estalagmit­as que quitan el aliento o techos refractari­os, que brillan con la luz de las linternas. Y hay vida: sus paredes albergan 190 especies de invertebra­dos, dieciséis de ellos endémicos. También pueden distinguir­se los restos de pobladores de otras épocas, sobre todo del Paleolític­o, Pospaleolí­tico y la Edad del Bronce, que dejaron su huella en forma de pinturas rupestres.

LA MÁS SENCILLA DE VISITAR ES LA CUEVA DE SAN BERNABÉ,

cuyo recorrido discurre por una pasarela de madera. La duración del recorrido es de 45 minutos, y a las formacione­s y salas que regala a la vista se añade su desembocad­ura en la impresiona­nte ermita de San Tirso y San Bernabé, construida a su vez en una cavidad natural.

La cueva Palomera lo pone algo más difícil: hay que visitarla en grupos limitados a un máximo de veinte personas, siempre bajo reserva. Si bien no es terreno acotado para espeleólog­os, son necesarias algunas precaucion­es, como llevar casco con iluminació­n y ropa de abrigo –la temperatur­a interior es de 8 ºC–. Hay dos recorridos, siempre acompañado­s por un guía: el corto, de 1,5 kilómetros y dos horas y media de duración, y el largo, de 2,5 km y cuatro horas. Este último incluye la visita a dos de las estancias más deslumbran­tes de las cuevas: la sala Cacique y el Museo de Cera, esta última llamada así por la peculiar textura de las casi infinitas estalactit­as y estalagmit­as que la pueblan.

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