Muy Escéptico
ENTRE 1966 Y 1968, EL FÍSICO EDWARD CONDON DIRIGIÓ EL PRIMER ESTUDIO CIENTÍFICO DEL FENÓMENO OVNI, POR ENCARGO DE LA FUERZA AÉREA DE EE. UU. ¿TE IMAGINAS EL RESULTADO?
Edward Condon era uno de los físicos más distinguidos del mundo cuando en el otoño de 1966 aceptó dirigir el primer estudio científico sobre el fenómeno ovni. La iniciativa pretendía resolver de una vez por todas la controversia sobre los platillos volantes, vistos por vez primera en los cielos de Estados Unidos en junio de 1947.
Tras revisar toda la documentación recogida hasta entonces por la Fuerza Aérea estadounidense (USAF, por sus siglas en inglés), el llamado Panel Robertson había concluido en 1953 que los ovnis no suponían una amenaza para la seguridad nacional, y que no había pruebas de que fueran naves de otros mundos.
PERO A MEDIADOS DE LOS 60, LAS COSAS SE COMPLICARON PARA LA USAF.
El Proyecto Libro Azul, el programa de investigación sobre objetos voladores no identificados que había lanzado en 1952, era objeto de descrédito, burla y desconfianza. Los militares querían quitarse de encima los platillos volantes, pero sabían que si daban carpetazo al asunto sin más, las ya existentes acusaciones de encubrimiento se intensificarían. A petición de la Fuerza Aérea, un equipo de seis científicos, entre los que figuraba un joven Carl Sagan, hizo público en marzo de 1966 un informe en el que recomendaba que se encargara a varias universidades una revisión de casos seleccionados del citado proyecto. En cada centro académico debía haber a cargo del programa “al menos” un físico, “preferentemente un astrónomo o un geofísico familiarizado con la física atmosférica”, y un psicólogo, “preferentemente uno interesado en la psicología clínica”.
Semanas después, la USAF anunció que buscaba una o más universidades que quisieran emprender un estudio así. Los militares descartaron centros vinculados a destacados defensores y detractores del fenómeno, como el físico James McDonald, partidario de la hipótesis extraterrestre, y el astrofísico Donald Menzel, autor del primer libro escéptico sobre el tema, Flying Saucers (Platillos volantes), publicado en 1953. Eligieron la Universidad de Colorado, y como director del proyecto a Edward U. Condon, pionero de la mecánica cuántica y expresidente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS). ¿Qué llevó a alguien de su prestigio a meterse en semejante lío a los 64 años de edad?
Condon creía que las probabilidades de que algunos ovnis fueran naves alienígenas eran casi nulas, tal como dictaminó el Panel Robertson. “Pero si existe una remota posibilidad de que haya algo ahí, quiero ser quien la descubra”, le dijo a Lewis M. Branscomb, director del Instituto Conjunto de Astrofísica de Laboratorio (JILA) de la Universidad de Colorado. Condon quiso poner su investigación bajo el paraguas del JILA, pero la institución declinó cuando el veterano científico, según declararía años después Branscomb, “se negó a establecer procedimientos y salvaguardas necesarios para preservar la integridad de un proyecto tan controvertido. Y añadió Branscomb: ”A algunos nos preocupaba que él confiara en demasiadas personas y pudiera convertirse en una víctima, como de hecho pasó”.
CASI 40 CIENTíFICOS TRABAJARON EN EL INFORME CONDON. NO ENCONTRARON PRUEBAS DE VISITAS ALIENÍGENAS
PARA EL RESPETADO FÍSICO RESULTÓ DEMASIADO FUERTE LA TENTACIÓN DE HACER UN HALLAZGO EXTRAORDINARIO.
Sucumbió a ella. La Universidad de Colorado se hizo con el contrato de la Fuerza Aérea, dotado con 313.000 dólares (acabaron siendo 500.000), y en octubre de 1966 arrancó la operación. Dos años después, en noviembre de 1968, el Comité Condon –nombre informal del Proyecto Ovni de la Universidad de Colorado– entregó su informe final a la Fuerza Aérea, que lo publicó en enero de 1969. “Nuestra conclusión es que en los últimos veintiún años no se ha obtenido nada del estudio de los ovnis que se haya añadido al conocimiento científico. La consideración cuidadosa de los expedientes a nuestra disposición nos lleva a concluir que no se puede justificar un estudio más amplio de los ovnis, con la esperanza de que suponga algún avance para la ciencia”, escribía Condon al comienzo de las 1.485 páginas del documento.
“El resultado son una serie de historias que se leen como una colección moderna de episodios reales de Sherlock Holmes”, decía Walter Sullivan, periodista científico del New York Times, en el prólogo del libro que recogía el informe, que salió a la venta en marzo de 1969.
El equipo del proyecto, compuesto por casi cuarenta expertos de diversos campos, examinó el fenómeno en su conjunto y analizó 59 casos de ovnis: antiguos, recientes y algunos muy complejos. Uno de estos últimos ocurrió en el otoño de 1967 cerca de la Base de la Fuerza Aérea Vandenberg (California), donde personal militar vio una noche un objeto estacionario en el cielo y donde los radares detectaron durante horas decenas de ecos inexplicables que se movían a veces a una velocidad superior a los 150 km/h. Tres cazas despegaron, y ningún piloto vio nada raro. No pudieron porque tanto la visión del objeto como algunos ecos del radar fueron ocasionados por una inversión térmica, mientras que otros los protagonizaron bandadas de aves.
Aunque el porcentaje de casos considerados no solucionados rondó el 39% (23 de 59), 33 puntos por encima de los del Proyecto Libro Azul (646 de 10.147), de algunos se apuntaba una posible explicación, otros la recibieron poco después y en otros los datos eran insuficientes. La Academia Nacional de Ciencias avaló las conclusiones del ahora llamado Informe Condon, y el 17 de diciembre de 1969 la Fuerza Aérea cerró el Proyecto Libro Azul.