Así actúa un bacteriófago
Descubiertos hace cien años, los virus que atacan solo a las bacterias –bacteriófagos o simplemente fagos– carecen de motilidad propia: necesitan entrar en contacto directo con la superficie de una bacteria y dar al azar con el receptor adecuado –proteínas, lipopolisacá ridos, ácidos teicoicos o flagelos– para acoplarse a él. Por eso cada fago solo puede atacar a determinados tipos de bacteria, aquellos que tengan los receptores propicios.
Una vez acoplados a la superficie celular, los fagos, como si fueran jeringuillas, introducen en la bacteria su material genético –que almacenan en su cápside– a través de su cuerpo y su placa basal. Estos genes harán que la bacteria comience a reproducir nuevos virus.