Batalla de Stalingrado
23 de agosto de 1942 - 2 de febrero de 1943
Durante la II Guerra Mundial, Stalingrado –actual Volgogrado– era una gran ciudad industrial que se extendía a lo largo de 50 km a orillas del río Volga. También era un importante nudo de comunicaciones para el tráfico comercial por su puerto fluvial y sus conexiones ferroviarias. Si los alemanes se hacían con ella cortarían el enlace del transporte soviético con el sur de Rusia y se asegurarían el acceso a los campos petrolíferos del Cáucaso. Además, tomar la ciudad que llevaba el nombre de Joseph Stalin sería una gran victoria propagandística para Hitler.
En junio de 1942, la máquina bélica nazi funcionaba a la perfección en su avance contra el ejército rojo. El 9 de julio, Hitler modificó su plan inicial y ordenó el ataque simultáneo contra Stalingrado y el Cáucaso. Su ejército se tuvo que dividir en dos, A y B, lo que añadió una enorme presión sobre un sistema de apoyo logístico ya tenso. Mientras el grupo de tropas A penetraba en el Cáucaso, el B avanzaba lentamente hacia la ciudad del Volga.
El alto mando soviético respondió a la ofensiva formando el frente de Stalingrado. El 28 de julio Stalin mandó a sus defensores la orden de “ni un paso atrás”, y prohibió la evacuación de la población civil pensando que los soldados estarían más comprometi- dos con la lucha si sabían que estaban defendiendo a los habitantes de la ciudad.
A finales de agosto los alemanes convergieron sobre Stalingrado mientras la Luftwaffe lanzaba bombas incendiarias que destruyeron la mayor parte de las viviendas de madera. A mediados de septiembre, el ejército nazi había empujado a las fuerzas soviéticas presentes hacia el Volga y las confinó en una franja de solo 5 km de anchura. Hitler, que había ordenado la toma de la ciudad, obligó a la infantería alemana a combatir en cada calle, en cada bloque de un Stalingrado cada vez más devastado. El momento más crítico llegó el 14 de octubre, cuando los rusos se defendían desde la orilla del Volga y los suministros se encontraban al alcance de las ametralladoras alemanas.
Pero una gran contraofensiva soviética el 19 de noviembre, que sorprendió por completo al ejército del III Reich, marcó el punto de inflexión de la encarnizada batalla. Fue un ataque a sus flancos, expuestos en campo abierto y defendidos por tropas rumanas, húngaras e italianas. El 23 de noviembre, los alemanes estaban cercados. Hitler, en lugar de permitir que rompieran el cerco y se unieran a otras fuerzas situadas al oeste, los mandó “detenerse y luchar”. A mediados de diciembre, el Führer tuvo que ordenar el rescate de los asediados, pero no quiso que estos lucharan para abrir brecha y contactaran con las tropas de ayuda: fue un fracaso. El 16 de diciembre los rusos reanudaron la ofensiva para evitar cualquier otro intento de auxilio en busca de la capitulación final de los nazis. Hitler exhortó a sus fuerzas atrapadas a luchar hasta la muerte.
El Sexto Ejército alemán estaba rodeado por siete ejércitos soviéticos. El 31 de enero, su comandante en jefe, el mariscal de campo Paulus, desobedeció a Hitler y aceptó entregarse. Veintidós generales nazis se rindieron con él. El 2 de febrero capituló el último de los 91.000 hombres hambrientos y congelados que quedaban de los restos del Sexto y Cuarto ejércitos. De todos ellos, solo unos 5.000 volvieron a casa tras la guerra. El resto murió en los campos de trabajo de Rusia.