Muy Escépticos
DESDE LAS INSTANCIAS OFICIALES SE DEBERÍA HACER UN ESFUERZO LEGAL PARA EVITAR QUE LA HOMEOPATÍA, LAS DIETAS ANTICÁNCER Y DEMÁS TRATAMIENTOS NO AVALADOS POR LA CIENCIA PUEDAN SER ADMINISTRADOS IMPUNEMENTE EN SUSTITUCIÓN DE LA MEDICINA CONVENCIONAL.
¿ Qué tienen en común el magnate de la electrónica Steve Jobs, los actores Peter Sellers y Kevin Sorbo y la yudoca olímpica Kim Ribble-Orr? Que han sido víctimas de la llamada medicina alternativa. Murieron de forma prematura o su salud se resintió gravemente por confiar en ella. Tras rechazar una intervención quirúrgica con la que podría haber superado el cáncer de páncreas, Jobs confió en una dieta macrobiótica; la enfermedad se extendió y le mató. Sellers renunció a operarse para solucionar sus problemas cardiacos, se puso en manos de cirujanos psíquicos –unos ti- pos que simulan hacer intervenciones sin bisturí y sin dejar cicatriz mediante trucos de ilusionismo– y murió de un infarto. Sorbo sufrió un aneurisma y tres trombos tras someterse a una manipulación vertebral por su quiropráctico. Pasó “dos años de infierno” antes de volverse a sentir él mismo, aunque aún padece pérdida de visión, dolores en un brazo y migrañas. Y Ribble-Orr fue al acupuntor porque tenía dolores de cabeza, y el especialista le perforó la pleura con una aguja. Ahora, uno de sus pulmones funciona al 55 %; se agota subiendo unos escalones.
NO SON CASOS AISLADOS. Podríamos llenar estas páginas con más nombres de víctimas famosas de las pseudoterapias: Steve McQueen, Manolo Tena, Susan Strasberg, Bob Marley, Jim Henson, Andy Kaufman... Se trata evidentemente de la punta del iceberg de un fenómeno que se cobra sin parar vidas en todo el planeta, desde la de ese bebé al que sus padres tratan de una infección con homeopatía en vez de antibióticos hasta la del adulto con cáncer al que el charlatán de turno recomienda dejar la radioterapia o la quimioterapia, porque eso, dice, es lo que de verdad le está matando.
Este último fue el caso de Cristina Beraza, una guipuzcoana que murió en 2017, a los 53 años, tras abandonar el tratamiento contra un cáncer de ano por indicación de un curandero que le habían recomendado en su herboristería de confianza. Y también el del valenciano Mario Rodríguez, estudiante de Física de veintiún años, que murió en 2013 tras dejar la quimioterapia y poner su salud en manos
de un practicante de la medicina ortomolecular, según la cual bastan altas dosis de vitaminas, minerales y otras sustancias para superar cualquier enfermedad.
No son tontos ni chiflados. Hablamos de gente normal y corriente –en algún caso, de genios– que ante la desesperación toman una mala decisión. Sin duda, cada uno de nosotros es responsable de sus decisiones, ya sea sentarse al volante con una copa o acudir a un curandero por un problema de salud. Pero mientras que en el primer caso todos sabemos las consecuencias que acarrea la combinación de alcohol y automóvil, la desesperación y la mala información nos pueden llevar a decisiones fatalmente equivocadas en el segundo. Cuando uno cree que va morir, cuando sufre por la enfermedad o por un tratamiento médico duro, tiende a agarrarse a un clavo ardiendo.
ES HUMANO. Y ES ESA HUMANIDAD DE LA
QUE SE APROVECHAN quienes venden prácticas sin ninguna efectividad, como los pases de manos –el reiki– y la homeopatía –de venta en farmacias–, para curar lo que sea. Unos desaprensivos que cuentan con la ventaja de que, durante décadas, los medios de comunicación han presentado esas pseudoterapias y otras muchas como alternativas a la medicina científica. En general, han dado a entender a la opinión pública que existen una ciencia oficial y otra alternativa a la que los académicos dan la espalda. Que puede conocerse la personalidad de alguien por su caligrafía –grafología– o rasgos faciales –morfopsicología–; que hay que protegerse de las ondas de telefonía –hipersensibilidad electromagnética–; que lo natural es lo mejor; que mirando al cielo puede predecirse el tiempo a meses vista –témporas y cabañuelas–; que hay dietas anticáncer; que el origen de algunas enfermedades graves es emocional…
Ese constante bombardeo de pseudociencia por prensa, radio y televisión ha llevado a mucha gente a creer que existen unos saberes alternativos, y si exis- ten, ¿acaso no es lógico recurrir a ellos cuando nos falla la ciencia oficial?
Por eso no debe sorprendernos que alguien desahuciado o que ha de someterse a un tratamiento médico agresivo para superar un cáncer intente buscar otras vías de curación. A fin de cuentas, durante años, hospitales públicos como el madrileño Ramón y Cajal han ofrecido reiki a los pacientes de oncología para paliar los efectos secundarios de la quimioterapia. Vías que no existen y que llevan al paciente aceleradamente a la muerte o, cuando menos, aumentan su sufrimiento, al mismo tiempo que engorda la cuenta corriente del pseudoterapeuta. ¿Y qué pasa en los pocos casos en los que el enfermo fallece y sus familiares deciden denunciar a quien ha vendido a su ser querido unos remedios inútiles? Nada. SI MONTAS UN CHIRINGUITO FINANCIERO que ofrece intereses muy por encima del mercado y te pillan, te las verás con la justicia. Si convences con engaños a un enfermo de cáncer de que abandone la medicina científica y confíe en tu pseudotratamiento, no te pasará nada si luego fallece. Ante las promesas milagrosas de sanación de terapeutas alternativos, curanderos y brujos, la ley española establece que “el engaño es tan burdo e inadmisible que resulta idóneo para eri- girse en el fundamento de un delito de estafa”, como argumenta literalmente una sentencia del Tribunal Supremo. Además, los acusados siempre pueden alegar que fuiste tú el que decidió dejar el tratamiento. Y se irán de rositas.
La justicia española considera que todo ciudadano debe saber a estas alturas que contra el cáncer solo funciona la medicina, pero ¿acaso no tiene que saber también que los chollos financieros no existen? Es urgente promover cambios legislativos que protejan a la gente cuando está desesperada por un problema de salud; cuando está dispuesta a agarrarse a un clavo ardiendo y, entonces, brujos, curanderos y médicos alternativos aparecen en el horizonte como potenciales salvadores.
CUANDO UNO CREE QUE VA A MORIR O SUFRE MUCHO POR LA ENFERMEDAD, SE AGARRA A UN CLAVO ARDIENDO