¡Qué pedazo de inventoras!
Al igual que ha sucedido a lo largo de la historia con las científicas, que siempre han estado ahí, aportando sus conocimientos y viviendo a la sombra de sus colegas masculinos, también ha habido y hay mujeres inventoras cuyos creativos logros han mejorado de manera notable nuestra vida diaria. En este reportaje, con ilustraciones de la artista barcelonesa Sandra Uve,
repasamos y homenajeamos a innovadoras de ayer y de hoy.
La imaginación es la facultad del descubrimiento, preeminentemente. Es lo que penetra en los mundos nunca vistos a nuestro alrededor, los mundos de la ciencia”. La frase es de Ada Lovelace (1815-1852), considerada hoy la primera programadora de ordenadores debido a su invención de un algoritmo que la británica sugirió como añadido de eficiencia a la calculadora mecánica diseñada por Charles Babbage. En esos mismos escritos titulados
también predijo el potencial de este sistema, que, efectivamente, con el tiempo haría posibles las computadoras. La hija del célebre poeta romántico Lord Byron es un claro ejemplo del ostracismo al que muchas mujeres inventoras se han visto relegadas a lo largo de la historia por las élites intelectuales del momento: Lovelace tuvo que publicar su trabajo firmándolo solo con las iniciales, y en cuanto se descubrió que la autora era una mujer, dejaron de tenerlo en cuenta. El reconocimiento mundial no le llegó hasta 1953, cuando llevaba ya un año bajo tierra. Toda una injusticia.
Y es que muchos de los inventos que nos han procurado progreso y confort son obra de mujeres osadas, inteligentes y, por suerte, cada vez más numerosas. Según cifras de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), el 31 % de las 224.000 solicitudes de patentes registradas en el mundo a lo largo de 2017 llevaban firma femenina, lo que supone un reseñable
incremento respecto al 23% alcanzado hace una década. Sin duda es la cota más alta de la historia, aunque, como señala el director general de la OMPI, el australiano Francis Gurry, “todavía existe una disparidad de género muy notable”. A excepción de sectores muy concretos en los que el porcentaje de patentes de mujeres supera al de hombres. Es el caso de la biotecnología (58%), los productos farmacéuticos (56%), los orgánicos elaborados (55%) y la química de alimentos (51 %).
TAMBIÉN HAY EVIDENTES DIFERENCIAS DE UNOS PAÍSES A OTROS. Así, entre los países adscritos al Tratado de Cooperación en Materia de Patentes (PCT), los primeros puestos en presencia femenina se los llevan Corea del Sur (50%), China (48%), Bélgica (36%), España (35,4%) y EE. UU. (33%). En nuestro país tampoco andamos mal posicionados en cuanto a inventoras en instituciones académicas: si bien la lista la encabeza el Instituto Surcoreano de Investigación de Electrónica y Telecomunicaciones, donde el 83,3% de sus inventores son féminas, seguido por cuatro instituciones chinas, España está en un puesto destacado, gracias al 63,9% de inventoras del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
A título individual, tenemos a la zaragozana Celia Sánchez-Ramos (1959) entre las innovadoras actuales más prolíficas. Entre sus galardones figuran el de Mejor Inventora Internacional concedido por la OMPI en 2009 y el Gran Premio a la Mejor Invención Internacional otorgado por la ONU en 2010. Doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y en Ciencias de la Visión por la Universidad Europea, licenciada en Farmacia y diplomada en Óptica y Optometría, cuenta con quince familias de patentes, con titularidad de la UCM, relacionadas con la neuroprotección retiniana a través de elementos y dispositivos ópticos, de los que el más conocido es el filtro de pantallas denominado Reticare.
Al campo de la óptica están igualmente enfocadas las tres patentes de la californiana Ellen Ochoa (1958). Esta científica se hizo célebre por ser la primera mujer de origen hispano –sus abuelos paternos eran mexicanos– en viajar al espacio: fue astronauta en cuatro misiones de la NASA, de 1993 a 2002. Doctorada en Ingeniería Eléctrica, es coinventora de un sistema de inspección óptica, un método de reconocimiento de objetos y una técnica para eliminar el ruido en imágenes. Todo ello ha supuesto una mejora significativa en la captura y el análisis de imágenes con gran detalle tanto en la Tierra como en el espacio.
También el trabajo de la química estadounidense Barbara Askins (1939), que inventó un método que usa materiales radiactivos para mejorar los negativos fotográficos que han sido subexpuestos y, así, obtener imágenes más nítidas, ha ayudado mucho a la NASA y a la industria médica. Gracias a él logró el título de Inventora del Año de su país en 1978.
LA APORTACIóN DE ESTAS EMPRENDEDORAS VE
TERANAS SIGUE SIENDO MUY IMPORTANTE, bien porque no han dejado del todo el trabajo, bien porque sus conferencias y charlas resultan inspiradoras. Es el caso de Helen Murray Free (Pittsburgh, 1923), licenciada en Química e incluida, en el año 2000, en el Salón de la Fama de los Inventores de EE. UU. Su creación, llevada a cabo junto con su marido –Alfred Free– y calificada de “hito en la historia de la química nacional” por la Sociedad Estadounidense de Química, son las tiras reactivas que detectan la presencia de glucosa en la orina del paciente y que sirven para monitorear la diabetes. Usadas hoy en todo el mundo, también resultan muy eficientes en los estudios sanguíneos.
Todo es posible en la actualidad gracias a los distintos tipos de software. Y aquí aparece otra inventora retirada... pero no del todo: Erna Schneider Hoover (Nueva Jersey, 1926), doctorada en Filosofía y Fundamentos de las Matemáticas por la Universidad de Yale. Su patente,
registrada en 1971 después de muchos años de esfuerzo, reconoció el programa que había inventado para optimizar el funcionamiento de las centrales telefónicas. Lo que hizo fue introducir un algoritmo que permitía usar los datos de las llamadas entrantes de manera que pudiera establecerse un orden de respuesta y así evitar los, por entonces, habituales colapsos. Sobrados motivos para sentirse orgullosa en su vejez.
Exactamente igual que la neoyorquina Edith M. Flanigen (1929), licenciada en Química por la Universidad de Siracusa y que está detrás de los métodos actuales de producción de gasolina, el saneamiento ambiental y la purificación del agua. Todo ello gracias a las 108 patentes que obtuvo tras liderar a un equipo que descubrió veinticinco estructuras de tamices moleculares y doscientas composiciones que aceleran y optimizan los procesos mencionados y otros más. Tanto logro le sirvió a Flanigen para, en 1992, convertirse en la primera mujer que recibía la prestigiosa Medalla Perkin que concede cada año la sección estadounidense de la Sociedad de la Industria Química.
Estas son solo algunas de la inventoras de las últimas décadas, y todas ellas han seguido la estela perfilada desde siglos atrás por aquellas que se aventuraron a innovar cuando su entorno se empeñaba en denostar y negar sus logros. De muchas de estas mujeres no se sabe nada; de otras, muy poco, ya que, no en pocas ocasiones, inscribía la patente el marido. Fue el caso de la creadora de las bengalas de salvamento marítimo, la estadounidense Martha Coston (1826-1904), que solo pudo registrar su adelanto como administradora testamentaria de su fallecido marido, el también inventor Benjamin F. Coston –este desarrolló un prototipo de submarino que podía navegar durante ocho horas bajo el agua–. Más suerte corrió su compatriota Josephine Cochrane (1839-1913), que sí pudo inscribir con su propia firma su invento, el primer lavavajillas comercialmente viable, objetivo al que se lanzó cuando la muerte de su marido la dejó viuda, con dos hijos y arruinada.
LAS MUJERES HAN CONCEBIDO MUCHOS INVENTOS COMO ESE, LIGADOS A LAS TAREAS DOMÉSTICAS,
área que en el pasado normalmente les tocaba gestionar, pero también han resuelto numerosos problemas que, en su época, estaban ligados al mundo masculino. La estadounidense Mary Anderson (1866-1953), promotora inmobiliaria, ranchera y viticultora, inventó y patentó el limpiaparabrisas. Había nacido un año antes que Marie Curie (1867-1934). Pionera en la investigación de la radiactividad y única mujer en ganar dos premios Nobel –Física y Química–, a la polaca además se le ocurrió la idea de crear unidades móviles de rayos X: para ello, instaló el aparato portátil inventado en 1909 por el es-