Un trágico final
Cuando se descubrió la naturaleza del fragmento óseo llamado Denisova 11 (Denny para los amigos), los científicos lo sometieron a una microtomografía computarizada de rayos X que obtuvo imágenes en dos y tres dimensiones a pequeña escala y de alta resolución. Los resultados mostraron que el hueso era muy denso y carecía de signos de degradación, aunque presentaba fracturas microscópicas longitudinales y otras alteraciones estructurales que se deberían a los jugos gástricos de una hiena.
Nada sorprendente, porque tales carroñeros y depredadores fueron una presencia habitual en Denísova y sus alrededores durante largos periodos. Hace 90.000 años, uno de estos carnívoros regurgitó uno de los huesos de Denny dentro de la cueva. A menudo, estos animales vomitan cuando terminan de comer, e incluso les gusta revolcarse en el vómito. Este comportamiento, aún por explicar, es el responsable de que hayamos conocido la existencia de la desafortunada niña híbrida de neandertal y denisovano que acabó en el estómago de una hiena en circunstancias que nunca sabremos.