No es el corazón
La manifestación más grave de la ansiedad es la crisis de pánico o angustia, sobre todo porque en tres de cada cuatro casos se combina con agorafobia –miedo a los espacios abiertos que provoca que el afectado apenas salga de casa–. “Son personas que, sin previo aviso, experimentan un terror incontrolable y la creencia de muerte inminente, cuando este peligro no es real. Puede tener consecuencias muy serias si no se trata a tiempo”, advierte la doctora Rosario Arce.
Una paciente de 45 años lo describió así:
“Empiezo a tener miedo, a querer salir corriendo, no puedo respirar bien, me pongo fría, empiezo a sudar, me duele el pecho y mi presión sube. También empiezo a temblar, siento como si me fuera a dar un infarto, como si me fuera a caer muerta en ese momento. Esto se siente más fuerte en unos minutos y luego, poco a poco, comienza a desaparecer, hasta que ya me siento bien, pero me queda una sensación rara, como que me va a suceder otra vez en cualquier momento”. Como consecuencia, esta mujer se aisló en el interior de su hogar, abandonó su trabajo y todas sus actividades habituales. Por suerte, acudió al centro de atención primaria después de uno de estos ataques, segura de que padecía un problema de corazón. Después de someterla a análisis clínicos y pruebas cardiacas y de determinar que todo estaba normal, el Servicio de Medicina Interna la desvió a Psiquiatría. Allí se le recetó un tratamiento específico para su problema, que era psicológico y no físico.