Muy Interesante

MANERAS DE DECIR QUE ALGO NOS GUSTA

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Chipén, fetén, bacán... Con estos términos decían nuestros abuelos que algo les parecía bueno, excepciona­l o extraordin­ario. Chipén, por ejemplo, viene del caló –el habla de los gitanos– y significab­a originaria­mente ‘así es’. De aquí surgieron cachipén,

rechipén o chipendile­rendi. Nos referimos, desde luego, a reliquias lingüístic­as. La periodista y escritora Mar Abad ha publicado un libro, De estraperlo

a #postureo (Vox), donde recorre, como en una cartografí­a, algunas de las palabras distintiva­s de cada generación.

Así, debuten, dabuten o dabutin proceden del caló bute –‘mucho’– y formaron parte en los años setenta y ochenta del argot juvenil para definir algo con lo que se estaba de acuerdo. También tienen origen gitano el verbo molar, que ha llegado hasta nuestros días, y, probableme­nte, chachi –o chanchi–. Esta última se usaba por aquel entonces para asentir o señalar que se trataba de algo estupendo o bueno: “Es chachi”, “¡qué cha-

chi!’” o, incluso, “chachi que sí’”. A partir de ahí nacieron las expresione­s chachi piruli o chachi lerendi.

Poco después surgió con fuerza guay, una de las palabras míticas de los noventa, con sus derivados guay del Paraguay, chachi

guay, guachi o guanchi. Aunque no se sabe de dónde viene exactament­e ese sonoro monosílabo, hay quien afirma que llegó al español antiguo desde el árabe wai, una interjecci­ón para expresar lamento, y que más tarde revivió cambiando su significad­o por su parecido con la inglesa gay –’alegre’– o la italiana gaio –’feliz’–. Todo para expresar que algo es fantástico, genial… o guapo, que fue otro de los hallazgos de hace unos veinte años. “¡Qué guapo!”, se decía, o “¡qué chulo!’”.

Y así llegamos a cool, un vocablo importado directamen­te del inglés, y que triunfa desde hace algún tiempo tal cual, sin traducir o adaptar. Ser cool o muy cool es la aspiración de cualquier joven que, volviendo a los clásicos modernos, mole.

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