Llega la pesca por satélite
¿No sería fantástico adquirir un corte de nuestro pescado favorito sabiendo que ha sido capturado en alta mar y llevado a nuestra pescadería de confianza de manera sostenible, con la total certidumbre de que ningún ecosistema marino ha sido dañado ni sobreexplotado? ¿Y no sería increíble para un humilde patrón de barco de pesca poder localizar con horas de antelación el banco de peces perfecto desde una sencilla aplicación de móvil? Estos sueños son ahora factibles gracias a la ciencia y a una amalgama de tecnologías, empresas e instituciones cuyos ámbitos de operación abarcan la imagen por satélite, la inteligencia artificial y el incandescente blockchain.
Los ciudadanos europeos, gracias a controles y regulaciones comunitarias ejemplares, podemos estar bastante seguros del origen, fecha de producción, calidad y modo de preservación de cualquier alimento que pongamos –o nos sea servido– sobre la mesa. Esto incluye, por supuesto, el pescado. Todos los puertos o lonjas del Viejo Continente cuentan con medidas suficientes para asegurar la calidad de los productos del mar. Sí, posiblemente Europa no lo esté haciendo muy bien en muchos otros ámbitos –inmigración, economía, brexit, contraste norte-sur...–, pero el mercado común, con sus más y sus menos, funciona bastante bien. Sin embargo, como todo es mejorable, un proyecto tecnológico de origen español y apoyado por la Agencia Espacial Europea (ESA) permitirá dentro de muy poco aumentar la mencionada seguridad en lo referente al pescado.
Todo comenzó en 2016, cuando el fundador de HeraSpace, el alicantino Isaac Durá, ganó el premio Arctic, otorgado por la ESA a las mejores ideas relacionadas con el uso de la tecnología espacial europea enfocada no al cosmos, sino al cuidado, a la vigilancia y a una mejor comprensión de nuestro propio hogar: la Tierra. Desde ese instante, la misión de Durá ha sido hacer de HeraSpace una realidad con la ayuda de la ESA, que ha acogido el proyecto en su Business Incubator Center (BIC). Y lo está consiguiendo a la par que va llamando la atención de las partes implicadas: desde el sector pesquero al hostelero, pasando por expertos mundiales en criptografía.
Pero ¿cuál es el objetivo de HeraSpace? Desarrollar una app que asegure al cien por cien una actividad pesquera optimizada, coordinada, trazable, transparente… Y que además sea sencilla y accesible: que cualquier armador, cualquier patrón, desde el más rico al más humilde, pueda beneficiarse de las ventajas de la tecnología en su actividad. Como ha declarado el propio Durá, “HeraSpace ayudará a los pescadores a localizar el banco de peces más cercano a sus coordenadas, y cuya pesca sea legal y sostenible”.
UNA INFORMACIÓN QUE, POR EL LADO ECONÓMICO, SUPONDRÁ UN AHORRO DE COSTES para los profesionales del sector –en tiempo y combustible, por ejemplo– y que, por el lado medioambiental, evitará que se echen las redes en zonas donde haya conflicto con especies vulnerables, como tortugas y delfines, o donde los peces no tengan el tamaño adecuado.
HeraSpace hace uso de lo último en satélites medioambientales de la ESA. Esta agencia cuenta con el programa Copérnico, dedicado a enviar al espacio satélites que diri--
Saber con precisión dónde están los bancos de peces ayudará tanto a los pescadores como al medioambiente
jan su mirada hacia la Tierra. Copérnico es sin duda el proyecto de observación de nuestro planeta más ambicioso hasta la fecha, y no está dirigido únicamente a tareas a largo plazo, como la cuantificación del cambio climático, sino también a funciones más inmediatas, como son la gestión de emergencias –incendios, inundaciones, etc.– y la seguridad relacionada con las mismas –avisos de temporales, alertas de tsunamis...–. Además, Copérnico gestiona y recibe información meteorológica de instrumentos de medición en la Tierra para completar y afinar la recibida desde los satélites.
Aparte del programa Copérnico, existe también Eumetsat, la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos. Esta no está vinculada de manera tan íntima a la Unión Europea, pero forman parte de ella muchos de sus países miembros. España es uno de ellos. Eumetsat se encarga de la gestión en el día a día de constelaciones de satélites de observación, como los Jason. Eumetsat y Copérnico se coordinan para proporcionar a terceros valiosa información física, oceanográfica y climática necesaria para numerosas funciones, desde confeccionar simples partes meteorológicos a integrarse en aplicaciones con más impacto económico, como la propuesta de HeraSpace para el sector pesquero.
Estos dispositivos son capaces de reportar datos de interés científico y medioambiental tales como el color del océano y su forma –diferencias de altura entre distintos puntos–. Sin embargo, si son correctamente utilizados, además podemos deducir gracias a ellos la potencial presencia de una masa de pesca concreta. De hecho, esto es algo que ya se viene haciendo desde los inicios de la así llamada oceanografía operacional, pero con un importante hándicap: la ausencia de tiempo-realidad. ¿Qué implica esto? Pues que por muy rápido que la red Sentinel mida, envíe datos a tierra y estos sean filtrados y procesados por los expertos de Copérnico, este proceso nunca será lo suficientemente veloz como para que un humilde atunero pueda aproximarse a tiempo de asegurarse una buena captura. Es necesario predecir los resultados de dicha redada de manera anticipada con el menor margen de error posible. ¿Cómo lograrlo? Mediante inteligencia artificial. HeraSpace está trabajando en la implementación de novedosos algoritmos de aprendizaje automático o machine learning que, por primera vez, dotarán de inteligencia a los satélites que vigilan el mar.
EMPECEMOS POR LO MÁS BÁSICO. Si los satélites solo son capaces de detectar color, altitud y otros parámetros físicos desde el espacio, ¿cómo descubren la posición de los bancos de peces a partir de los mismos?
Antes de responder a esa pregunta, ¿sabías que más de la mitad del oxígeno que respiras ha sido producido por los océanos? La respuesta tiene que ver con el hecho de que el agua marina no es simplemente azul: posee muchos tonos diferentes dentro de ese color. Esto se debe a la concentración de
Uno de cada cinco peces es capturado de manera ilegal, con un impacto económico anual de 20.000 millones de euros
ciertos elementos en el agua, de los cuales los más importantes son las microplantas, también conocidas como fitoplancton. Al igual que las plantas de nuestra terraza, esos seres microscópicos toman dióxido de carbono y lo transforman en alimento, generando oxígeno como desecho. Dicho de otra manera: oxigenan el océano, además de constituir la base de la cadena alimentaria acuática.
Las concentraciones de estas algas pueden ser monitorizadas desde el espacio gracias al OLCI (instrumento para la medida del color de la Tierra y los océanos) que se encuentra a bordo del satélite Sentinel-3A, operativo desde febrero de 2016. OLCI sondea la superficie de la Tierra en veintiuna bandas del espectro electromagnético y obtiene los reflejos correspondientes a cada una de ellas. De estos destellos devueltos puede deducirse el tipo y la cantidad de fitoplancton presente y, por tanto, de la cantidad de vida que hay en una zona concreta del mar. Desde abril de 2018, el Sentinel-3A no está solo: cuenta con un nuevo compañero, el Sentinel-3B. Este nuevo ingenio de la ESA posee dos sistemas OLCI que proporcionan mayor resolución aún a las mediciones de su compañero.
DE IGUAL MANERA, PODEMOS TOPOGRAFIAR EL OCÉANO, INCLUIDA SU ALTURA, CON UNA PRECISIÓN ASOMBROSA. ¿Sabías que el nivel medio del mar está aumentando unos 3 mm por año? De ese tipo de precisión estamos hablando. Para medir la altura del océano, los Sentinel envían un pulso electromagnético que retorna a los detectores con cierto retraso. Conociendo dicha demora, es posible calcular el nivel del agua en unas coordenadas concretas y en un día específico. Gracias a los Sentinel, contamos ya con unos veinticinco años de datos acerca del nivel del mar, y lo que los científicos de Copérnico, ESA y Eumetsat han constatado es que el aumento del nivel medio se está acelerando. Este es un dato inequívoco del cambio climático que estamos padeciendo. El relieve marino tiene una repercusión directa en la forma espacio-temporal de las corrientes oceánicas y de masas de agua aisladas y, por tanto, en los desplazamientos y la posición de posibles caladeros de pesca.
También somos capaces de hacernos una idea de la temperatura de una masa concreta de agua sin necesidad de sumergir en ella un termómetro. Sabemos, por ejemplo, que 2017 fue el segundo año más cálido de toda la serie histórica; y este dato lo conocemos gracias, en parte, al instrumento SLSTR (radiómetro de temperatura de la superficie marítima y terrestre) que orbita nuestro planeta a bordo del Sentinel-3A. El SLSTR, como otros termómetros a distancia, hace uso de la conocida ley del desplazamiento de Wien, la cual reza que hay una relación sencilla de proporcionalidad entre la temperatura de un objeto y la longitud de onda máxima de la radiación que emite. Todo objeto caliente –incluido el mar, aunque esté fresquito en algunas épocas del año– emite radiación en distintas frecuencias o longitudes de onda. Si encontramos la longitud de onda máxima, tenemos su temperatura, y esta es decisiva para estimar la ausencia o no de un determinado tipo de pesca. Por ejemplo, el bacalao del Atlántico ( Gadus
morhua) desciende a aguas más profundas
–fuera del alcance de cualquier anzuelo o red– si aumenta la temperatura de la superficie.
Los satélites climáticos citados también pueden averiguar el sentido y la magnitud de las corrientes y la velocidad superficial del viento, datos que resultan de gran relevancia para que los algoritmos del HeraSpace sean capaces de conducir a cada barco de pesca al lugar indicado antes de que los peces hayan siquiera llegado allí.
Otra faceta de la industria pesquera en la que puede ayudar la tecnología es la transparencia. ¿Quién nos asegura que, en verdad, determinada pesca fue adquirida en tal caladero, tal día, a tal hora? Si el patrón o el armador de un buque pesquero tienen acceso directo y en exclusiva al cuaderno de bitácora, ¿qué les impide alterarlo a voluntad para hacer pasar un género por otro –un emperador por un mero, por ejemplo– o una fecha de extracción por otra anterior? Gracias a la tecnología blockchain o cadena de bloques, podemos evitar todo esto. Se trata de una base de datos distribuida en la que cada persona involucrada tiene un trozo de la misma. Nadie posee el total, como ocurre en la gran mayoría de bases de datos, que son centralizadas. Así, el diario del capitán ya no pertenece solo al capitán; es de todos los actores implicados: otros barcos, otros capitanes, pescadores, responsables de lonja, intermediarios y hasta restaurantes. Si alguien, aunque sea bienintencionadamente, alterase cualquier registro del proceso de pesca, todos lo sabrían.
HERASPACE TAMBIÉN PRETENDE HABILITAR EL BLOCKCHAIN A LO LARGO DE LA CADENA DE PRODUCCIÓN, desde el primer al último eslabón. Cuando un pez es capturado, este es almacenado en un congelador blockchain- compatible. Como parte del registro de entrada se almacena el tipo, el tamaño (nada de pezqueñines), la fecha y la posición geográfica. Esta información es inmediatamente compartida de manera segmentada con otros barcos, lonjas, mercados, cocineros... Todos son piezas de la ecuación y todos forman, a la vez, parte fundamental de la solución. Esta es la primera vez que el blockchain va más allá de su uso en la manufactura de criptomonedas y demuestra su utilidad en una actividad comercial real, palpable e incluso comestible.
Por otra parte, la pesca ilegal es uno de los grandes problemas que amenazan la salud de los océanos. Uno de cada cinco peces se captura fuera de la ley, y esta actividad ilícita tiene un impacto económico de más de 20.000 millones de euros anuales, además de empeorar los problemas de sobrepesca en ecosistemas marinos críticos. Los sistemas que se emplean actualmente para combatir la pesca ilegal, consistentes en buques patrulleros y aviones de vigilancia, resultan muy costosos y el área a cubrir es demasiado grande como para que resulten eficaces.
UNA VEZ MÁS, LA TECNOLOGÍA POR SATÉLITE PUEDE DAR CON LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA: el proyecto Eyes on the Seas –desarrollado por la oenegé The Pew Charitable Trusts en asociación con la compañía de innovación Satellite Applications Catapult– pretende crear una plataforma tecnológica de última generación que combine el seguimiento por satélite y los datos en imágenes con otros tipos de información, como bases de datos de buques pesqueros y datos oceanográficos, para ayudar a las autoridades a detectar actividades pesqueras sospechosas.
Este sistema será capaz de sintetizar y analizar múltiples capas de datos casi en tiempo real para realizar el seguimiento y la identificación de buques sospechosos en todo el mundo y, de manera automática, alertará a las autoridades para que puedan investigar y tomar las medidas oportunas. Eyes on the Seas está siendo diseñado para convertirse en una herramienta rentable de seguimiento y control del cumplimiento para los gobiernos y organismos responsables del control de la pesca de todo el planeta, incluidos aquellos con menos recursos.
No cabe duda: gracias a los satélites y las nuevas tecnologías de datos, muy pronto el mar se encontrará en buenas manos.