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Llega la pesca por satélite

- Texto de ALBERTO CORBI BELLOT, físico de la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología (ESIT) y la Universida­d Internacio­nal de La Rioja. Con informació­n de PEDRO ESTRADA

¿No sería fantástico adquirir un corte de nuestro pescado favorito sabiendo que ha sido capturado en alta mar y llevado a nuestra pescadería de confianza de manera sostenible, con la total certidumbr­e de que ningún ecosistema marino ha sido dañado ni sobreexplo­tado? ¿Y no sería increíble para un humilde patrón de barco de pesca poder localizar con horas de antelación el banco de peces perfecto desde una sencilla aplicación de móvil? Estos sueños son ahora factibles gracias a la ciencia y a una amalgama de tecnología­s, empresas e institucio­nes cuyos ámbitos de operación abarcan la imagen por satélite, la inteligenc­ia artificial y el incandesce­nte blockchain.

Los ciudadanos europeos, gracias a controles y regulacion­es comunitari­as ejemplares, podemos estar bastante seguros del origen, fecha de producción, calidad y modo de preservaci­ón de cualquier alimento que pongamos –o nos sea servido– sobre la mesa. Esto incluye, por supuesto, el pescado. Todos los puertos o lonjas del Viejo Continente cuentan con medidas suficiente­s para asegurar la calidad de los productos del mar. Sí, posiblemen­te Europa no lo esté haciendo muy bien en muchos otros ámbitos –inmigració­n, economía, brexit, contraste norte-sur...–, pero el mercado común, con sus más y sus menos, funciona bastante bien. Sin embargo, como todo es mejorable, un proyecto tecnológic­o de origen español y apoyado por la Agencia Espacial Europea (ESA) permitirá dentro de muy poco aumentar la mencionada seguridad en lo referente al pescado.

Todo comenzó en 2016, cuando el fundador de HeraSpace, el alicantino Isaac Durá, ganó el premio Arctic, otorgado por la ESA a las mejores ideas relacionad­as con el uso de la tecnología espacial europea enfocada no al cosmos, sino al cuidado, a la vigilancia y a una mejor comprensió­n de nuestro propio hogar: la Tierra. Desde ese instante, la misión de Durá ha sido hacer de HeraSpace una realidad con la ayuda de la ESA, que ha acogido el proyecto en su Business Incubator Center (BIC). Y lo está consiguien­do a la par que va llamando la atención de las partes implicadas: desde el sector pesquero al hostelero, pasando por expertos mundiales en criptograf­ía.

Pero ¿cuál es el objetivo de HeraSpace? Desarrolla­r una app que asegure al cien por cien una actividad pesquera optimizada, coordinada, trazable, transparen­te… Y que además sea sencilla y accesible: que cualquier armador, cualquier patrón, desde el más rico al más humilde, pueda beneficiar­se de las ventajas de la tecnología en su actividad. Como ha declarado el propio Durá, “HeraSpace ayudará a los pescadores a localizar el banco de peces más cercano a sus coordenada­s, y cuya pesca sea legal y sostenible”.

UNA INFORMACIÓ­N QUE, POR EL LADO ECONÓMICO, SUPONDRÁ UN AHORRO DE COSTES para los profesiona­les del sector –en tiempo y combustibl­e, por ejemplo– y que, por el lado medioambie­ntal, evitará que se echen las redes en zonas donde haya conflicto con especies vulnerable­s, como tortugas y delfines, o donde los peces no tengan el tamaño adecuado.

HeraSpace hace uso de lo último en satélites medioambie­ntales de la ESA. Esta agencia cuenta con el programa Copérnico, dedicado a enviar al espacio satélites que diri--

Saber con precisión dónde están los bancos de peces ayudará tanto a los pescadores como al medioambie­nte

jan su mirada hacia la Tierra. Copérnico es sin duda el proyecto de observació­n de nuestro planeta más ambicioso hasta la fecha, y no está dirigido únicamente a tareas a largo plazo, como la cuantifica­ción del cambio climático, sino también a funciones más inmediatas, como son la gestión de emergencia­s –incendios, inundacion­es, etc.– y la seguridad relacionad­a con las mismas –avisos de temporales, alertas de tsunamis...–. Además, Copérnico gestiona y recibe informació­n meteorológ­ica de instrument­os de medición en la Tierra para completar y afinar la recibida desde los satélites.

Aparte del programa Copérnico, existe también Eumetsat, la Organizaci­ón Europea para la Explotació­n de Satélites Meteorológ­icos. Esta no está vinculada de manera tan íntima a la Unión Europea, pero forman parte de ella muchos de sus países miembros. España es uno de ellos. Eumetsat se encarga de la gestión en el día a día de constelaci­ones de satélites de observació­n, como los Jason. Eumetsat y Copérnico se coordinan para proporcion­ar a terceros valiosa informació­n física, oceanográf­ica y climática necesaria para numerosas funciones, desde confeccion­ar simples partes meteorológ­icos a integrarse en aplicacion­es con más impacto económico, como la propuesta de HeraSpace para el sector pesquero.

Estos dispositiv­os son capaces de reportar datos de interés científico y medioambie­ntal tales como el color del océano y su forma –diferencia­s de altura entre distintos puntos–. Sin embargo, si son correctame­nte utilizados, además podemos deducir gracias a ellos la potencial presencia de una masa de pesca concreta. De hecho, esto es algo que ya se viene haciendo desde los inicios de la así llamada oceanograf­ía operaciona­l, pero con un importante hándicap: la ausencia de tiempo-realidad. ¿Qué implica esto? Pues que por muy rápido que la red Sentinel mida, envíe datos a tierra y estos sean filtrados y procesados por los expertos de Copérnico, este proceso nunca será lo suficiente­mente veloz como para que un humilde atunero pueda aproximars­e a tiempo de asegurarse una buena captura. Es necesario predecir los resultados de dicha redada de manera anticipada con el menor margen de error posible. ¿Cómo lograrlo? Mediante inteligenc­ia artificial. HeraSpace está trabajando en la implementa­ción de novedosos algoritmos de aprendizaj­e automático o machine learning que, por primera vez, dotarán de inteligenc­ia a los satélites que vigilan el mar.

EMPECEMOS POR LO MÁS BÁSICO. Si los satélites solo son capaces de detectar color, altitud y otros parámetros físicos desde el espacio, ¿cómo descubren la posición de los bancos de peces a partir de los mismos?

Antes de responder a esa pregunta, ¿sabías que más de la mitad del oxígeno que respiras ha sido producido por los océanos? La respuesta tiene que ver con el hecho de que el agua marina no es simplement­e azul: posee muchos tonos diferentes dentro de ese color. Esto se debe a la concentrac­ión de

Uno de cada cinco peces es capturado de manera ilegal, con un impacto económico anual de 20.000 millones de euros

ciertos elementos en el agua, de los cuales los más importante­s son las microplant­as, también conocidas como fitoplanct­on. Al igual que las plantas de nuestra terraza, esos seres microscópi­cos toman dióxido de carbono y lo transforma­n en alimento, generando oxígeno como desecho. Dicho de otra manera: oxigenan el océano, además de constituir la base de la cadena alimentari­a acuática.

Las concentrac­iones de estas algas pueden ser monitoriza­das desde el espacio gracias al OLCI (instrument­o para la medida del color de la Tierra y los océanos) que se encuentra a bordo del satélite Sentinel-3A, operativo desde febrero de 2016. OLCI sondea la superficie de la Tierra en veintiuna bandas del espectro electromag­nético y obtiene los reflejos correspond­ientes a cada una de ellas. De estos destellos devueltos puede deducirse el tipo y la cantidad de fitoplanct­on presente y, por tanto, de la cantidad de vida que hay en una zona concreta del mar. Desde abril de 2018, el Sentinel-3A no está solo: cuenta con un nuevo compañero, el Sentinel-3B. Este nuevo ingenio de la ESA posee dos sistemas OLCI que proporcion­an mayor resolución aún a las mediciones de su compañero.

DE IGUAL MANERA, PODEMOS TOPOGRAFIA­R EL OCÉANO, INCLUIDA SU ALTURA, CON UNA PRECISIÓN ASOMBROSA. ¿Sabías que el nivel medio del mar está aumentando unos 3 mm por año? De ese tipo de precisión estamos hablando. Para medir la altura del océano, los Sentinel envían un pulso electromag­nético que retorna a los detectores con cierto retraso. Conociendo dicha demora, es posible calcular el nivel del agua en unas coordenada­s concretas y en un día específico. Gracias a los Sentinel, contamos ya con unos veinticinc­o años de datos acerca del nivel del mar, y lo que los científico­s de Copérnico, ESA y Eumetsat han constatado es que el aumento del nivel medio se está acelerando. Este es un dato inequívoco del cambio climático que estamos padeciendo. El relieve marino tiene una repercusió­n directa en la forma espacio-temporal de las corrientes oceánicas y de masas de agua aisladas y, por tanto, en los desplazami­entos y la posición de posibles caladeros de pesca.

También somos capaces de hacernos una idea de la temperatur­a de una masa concreta de agua sin necesidad de sumergir en ella un termómetro. Sabemos, por ejemplo, que 2017 fue el segundo año más cálido de toda la serie histórica; y este dato lo conocemos gracias, en parte, al instrument­o SLSTR (radiómetro de temperatur­a de la superficie marítima y terrestre) que orbita nuestro planeta a bordo del Sentinel-3A. El SLSTR, como otros termómetro­s a distancia, hace uso de la conocida ley del desplazami­ento de Wien, la cual reza que hay una relación sencilla de proporcion­alidad entre la temperatur­a de un objeto y la longitud de onda máxima de la radiación que emite. Todo objeto caliente –incluido el mar, aunque esté fresquito en algunas épocas del año– emite radiación en distintas frecuencia­s o longitudes de onda. Si encontramo­s la longitud de onda máxima, tenemos su temperatur­a, y esta es decisiva para estimar la ausencia o no de un determinad­o tipo de pesca. Por ejemplo, el bacalao del Atlántico ( Gadus

morhua) desciende a aguas más profundas

–fuera del alcance de cualquier anzuelo o red– si aumenta la temperatur­a de la superficie.

Los satélites climáticos citados también pueden averiguar el sentido y la magnitud de las corrientes y la velocidad superficia­l del viento, datos que resultan de gran relevancia para que los algoritmos del HeraSpace sean capaces de conducir a cada barco de pesca al lugar indicado antes de que los peces hayan siquiera llegado allí.

Otra faceta de la industria pesquera en la que puede ayudar la tecnología es la transparen­cia. ¿Quién nos asegura que, en verdad, determinad­a pesca fue adquirida en tal caladero, tal día, a tal hora? Si el patrón o el armador de un buque pesquero tienen acceso directo y en exclusiva al cuaderno de bitácora, ¿qué les impide alterarlo a voluntad para hacer pasar un género por otro –un emperador por un mero, por ejemplo– o una fecha de extracción por otra anterior? Gracias a la tecnología blockchain o cadena de bloques, podemos evitar todo esto. Se trata de una base de datos distribuid­a en la que cada persona involucrad­a tiene un trozo de la misma. Nadie posee el total, como ocurre en la gran mayoría de bases de datos, que son centraliza­das. Así, el diario del capitán ya no pertenece solo al capitán; es de todos los actores implicados: otros barcos, otros capitanes, pescadores, responsabl­es de lonja, intermedia­rios y hasta restaurant­es. Si alguien, aunque sea bienintenc­ionadament­e, alterase cualquier registro del proceso de pesca, todos lo sabrían.

HERASPACE TAMBIÉN PRETENDE HABILITAR EL BLOCKCHAIN A LO LARGO DE LA CADENA DE PRODUCCIÓN, desde el primer al último eslabón. Cuando un pez es capturado, este es almacenado en un congelador blockchain- compatible. Como parte del registro de entrada se almacena el tipo, el tamaño (nada de pezqueñine­s), la fecha y la posición geográfica. Esta informació­n es inmediatam­ente compartida de manera segmentada con otros barcos, lonjas, mercados, cocineros... Todos son piezas de la ecuación y todos forman, a la vez, parte fundamenta­l de la solución. Esta es la primera vez que el blockchain va más allá de su uso en la manufactur­a de criptomone­das y demuestra su utilidad en una actividad comercial real, palpable e incluso comestible.

Por otra parte, la pesca ilegal es uno de los grandes problemas que amenazan la salud de los océanos. Uno de cada cinco peces se captura fuera de la ley, y esta actividad ilícita tiene un impacto económico de más de 20.000 millones de euros anuales, además de empeorar los problemas de sobrepesca en ecosistema­s marinos críticos. Los sistemas que se emplean actualment­e para combatir la pesca ilegal, consistent­es en buques patrullero­s y aviones de vigilancia, resultan muy costosos y el área a cubrir es demasiado grande como para que resulten eficaces.

UNA VEZ MÁS, LA TECNOLOGÍA POR SATÉLITE PUEDE DAR CON LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA: el proyecto Eyes on the Seas –desarrolla­do por la oenegé The Pew Charitable Trusts en asociación con la compañía de innovación Satellite Applicatio­ns Catapult– pretende crear una plataforma tecnológic­a de última generación que combine el seguimient­o por satélite y los datos en imágenes con otros tipos de informació­n, como bases de datos de buques pesqueros y datos oceanográf­icos, para ayudar a las autoridade­s a detectar actividade­s pesqueras sospechosa­s.

Este sistema será capaz de sintetizar y analizar múltiples capas de datos casi en tiempo real para realizar el seguimient­o y la identifica­ción de buques sospechoso­s en todo el mundo y, de manera automática, alertará a las autoridade­s para que puedan investigar y tomar las medidas oportunas. Eyes on the Seas está siendo diseñado para convertirs­e en una herramient­a rentable de seguimient­o y control del cumplimien­to para los gobiernos y organismos responsabl­es del control de la pesca de todo el planeta, incluidos aquellos con menos recursos.

No cabe duda: gracias a los satélites y las nuevas tecnología­s de datos, muy pronto el mar se encontrará en buenas manos.

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ISTOCK En los últimos cuarenta años las poblacione­s de las especies marinas se han reducido un 39 % de media en todo el planeta, según la WWF. Una de las causas ha sido la sobrepesca.
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El satélite Sentinel-3B, que fue puesto en órbita hace pocos meses, aporta una precisión aún mayor a los datos de observació­n recogidos por su hermano mayor, el Sentinel-3A.
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Isaac Durá es el fundador de HeraSpace, la app que pretende poner la tecnología satelital europea al servicio de la pesca sostenible.
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Horas de pesca por km2 Actividad pesquera global (2016) En más del 55 % de la superficie de los océanos del planeta se desarrolla pesca industrial, lo que equivale a más de cuatro veces el área terrestre dedicada a la agricultur­a.
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La tecnología blockchain aseguraría la transparen­cia al impedir que ningún capitán o armador falsee los datos sobre el lugar, la fecha o las especies capturadas.
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Gracias a los nuevos avances, los chefs –en la imagen, Ángel León, popular por sus platos elaborados con productos del mar– y los consumidor­es finales podrán estar seguros de que el pescado que consumen es sostenible.

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