Conspiraciones en el harén
Aunque los harenes del antiguo Egipto nada tenían que ver con los musulmanes, uno de ellos, el del faraón Ramsés III (s. XII a. C.), poblado de princesas extranjeras desposadas por conveniencia diplomática, fue el escenario de una importante traición. Tiy, la segunda mujer del ya anciano rey, fraguó el intento de asesinato de su esposo para alterar el orden sucesorio y situar a su hijo, Pentaueret, como nuevo soberano. Para ello, se ganó la confianza del alto funcionario que dirigía el harén real y, a través de él, se comunicó con varios de los principales ministros del faraón, como el del Tesoro, a los que convenció para unirse a la conspiración. El golpe de Estado fue descubierto y ejecutaron a los participantes.
Más éxito tuvo en China, en el siglo VII, Wu Zetian, una joven que llegó al harén del emperador Taizong como cortesana de quinto grado –una de las categorías más bajas del serrallo– y enamoró al príncipe hijo de su señor, Gaozong, algo que era considerado como una traición equiparable al incesto. Wu Zetian sobrevivió al emperador y consiguió convertirse en concubina y luego en esposa principal del sucesor, Gaozong –todo un escándalo para los confucianos más conservadores–, para culminar su imparable carrera como emperatriz entre los años 690 y 705. Se ha hecho mucho hincapié en sus rasgos negativos, pero la única mujer que ha gobernado China en realidad fue una reina muy competente.