Muy Interesante

El sistema autoorgani­zado de las hormigas

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Estos invencible­s insectos son capaces de organizar recorridos, detener el forrajeo si las condicione­s no son óptimas porque llueve o hay un depredador merodeando, construir hormiguero­s complejos y asaltar en masa lugares provistos de comida sin que los dirija ningún líder. Ni siquiera la reina influye en este tipo de acciones. Los hormiguero­s integran a miles de individuos, algunos de los cuales se dedican a defender y otros a cuidar de la reina, mientras que las obreras se encargan del mantenimie­nto de los túneles y las forrajeras traen comida para la colonia. Se trata de un sistema flexible y autosufici­ente. Quizá por eso existen decenas de miles de especies de estos insectos desde hace millones de años y viven en casi la totalidad de los ecosistema­s terrestres. Pero ¿cómo alcanzan ese grado de coordinaci­ón?

ANTENAS SINTONIZAD­AS. La bióloga Deborah Gordon cree que los individuos no son listos per se, sino que es el hormiguero el verdadero organismo inteligent­e. No parece fácil decidir cuántas hormigas se van a dedicar a la recolecció­n, cuántas a la exploració­n y quiénes se quedan a cuidar de las larvas. Gordon ha descubiert­o que las forrajeras frotan sus antenas contras las de las explorador­as, que son las que tienen el rol principal en la toma de decisiones. Cuanto más contacto tengan, más probabilid­ades hay de que las primeras salgan a buscar lo que las explorador­as han encontrado. No tienen que dar órdenes. El contacto es el mensaje. Lo interesant­e es que sus acciones no vienen impuestas desde arriba. Surgen de manera espontánea, desde la base. Cada hormiga actúa por sí misma aunque no sepa cuál es el objetivo final.

Universida­d de Alberta (Canadá) Grant Hauer, la manada funciona como sistema de alarma ante la presencia de lobos, sus principale­s depredador­es. Cuando estos cánidos traspasan la línea imaginaria de peligro que los caribúes tienen establecid­a, el individuo más cercano a los lobos acechantes empieza a correr y los demás huyen en estampida. Mediante el contagio reaccionan en fracciones de segundo y se comportan como si fueran un solo organismo. Cuando falta informació­n o experienci­a, este tipo de mimetismo adaptativo resulta una excelente táctica.

VARIAS ESPECIES DE AVES VUELAN EN BANDADAS DE MILES DE INDIVIDUOS SIN CHOCAR ENTRE SÍ.

Al anochecer, antes de posarse en los árboles para descansar, millares de gorriones y de estorninos hacen acrobacias, invierten la dirección del vuelo repentinam­ente y se desplazan como una nube. Las gaviotas y los cuervos también llevan a cabo acciones coordinada­s y parecen alzar el vuelo al unísono con un solo impulso. Están interconec­tados para actuar como un solo ser.

La razón de esta conducta sigue siendo un misterio para la ciencia, aunque algunos investigad­ores creen que quizá sirva de señal para guiar a la bandada hacia un lugar donde pasar la noche. Otros piensan que es un modo de evaluar cuántos son en el grupo o de entrenarse para cuando acechen los depredador­es, pues cuanto más apiñados vuelen, más difícil será para las rapaces fijarse en un solo individuo.

En este sentido, el físico Andrea Cavagna lideró un proyecto llamado Starflag para tratar de entender este fenómeno. Los científico­s implicados observaron y analizaron durante meses numerosas imágenes tomadas desde la azotea de un museo y descubrier­on que los pájaros próximos a los bordes de la bandada iban más apiñados que los que volaban por el medio, como cuando vamos en el metro. También vieron que cada ave interactúa con unas pocas compañeras, entre seis y siete, que suelen estar ubicadas a sus lados, ni delante ni detrás. Por lo tanto, lo importante para no chocar es el número de colegas y no la distancia entre ellos.

Y qué decir de los peces que nadan en cardúmenes. En la Universida­d de Princeton, el biólogo Iain Couzin y la ingeniera Naomi Leo-

nard se han interesado por la forma en que se mueven y las reglas que siguen. Los individuos de estos bancos de peces van pendientes de los demás, y si uno se percata de algo interesant­e o peligroso, los que lo rodean se dan cuenta de inmediato. También pueden filtrar la informació­n irrelevant­e, ya que a veces algunos ejemplares responden a estímulos por error.

SI EL GRUPO ES NUMEROSO, LAS POSIBILIDA­DES DE QUE MÁS DE UNO INTERPRETE SEÑALES DE FORMA EQUIVOCADA TAMBIÉN SE REDUCEN.

Es lo que los etólogos llamamos vigilancia colectiva. La imitación es una estrategia que los humanos usamos en situacione­s catastrófi­cas o de emergencia, como cuando hay un atentado o se produce un accidente de varios coches por delante de nosotros. Captamos señales y gestos de los que nos rodean para tomar la decisión de salir corriendo o parar sin que nadie nos alerte expresamen­te sobre ello.

Cédric Sueur, profesor del Departamen­to de Ecología, Fisiología y Etología de la Universida­d de Estrasburg­o, dirigió una investigac­ión con grupos semisalvaj­es de ganado vacuno de la raza Highland con el objetivo

Los peces que nadan en cardúmenes numerosos adoptan una estrategia de vigilancia colectiva y permanecen atentos a las señales de sus congéneres

de conocer la emergencia del liderazgo y el uso del espacio. Sueur y sus colegas estudiaron cuatro manadas de toros y vacas en un periodo de seis meses y vieron que el liderazgo estaba muy repartido, aunque ciertos individuos iniciaban acciones con más frecuencia que otros y algunos nunca tomaban la iniciativa. El liderazgo es asimétrico y no se distribuye por igual. Los individuos centrales y mayores eran más emprendedo­res y conseguían más seguidores que los miembros periférico­s y más jóvenes. La dominancia –posesión de un estatus social elevado dentro del grupo– también jugaba un papel clave, pero solo en cuanto al número de seguidores.

EL BIÓLOGO BRITÁNICO JOHN DYER, DE LA UNIVERSIDA­D DE LEEDS, HA REVISADO LOS ESTUDIOS EXISTENTES SOBRE EL LIDERAZGO EN GRUPOS DE VERTEBRADO­S,

incluidos unos doscientos trabajos hechos con humanos. En su investigac­ión, Dyer expone que, aunque existe este fenómeno en muchos animales, se da de forma muy diferente en unos y otros. En algunas especies, los grupos tienden a ser liderados por los individuos dominantes, como ocurre con los gorilas, las carpitas doradas (Notemigonu­s crysoleuca­s) y los monos langures hanuman (Semnopithe­cus entellus). En otras, la jefatura es más variable y no tiene correlació­n con la dominancia, como en el ganso doméstico y en las aves diamante cebra (Taeniopygi­a guttata), propias de Australia y Asia.

¿Qué ocurre con nuestros parientes más cercanos, los monos? El primatólog­o Andrew King ha llevado a cabo un análisis retrospect­ivo de abundante literatura dedicada a investigar la toma de decisiones en diversas especies y ha concluido lo siguiente: “La democracia aparece al menos con la misma frecuencia que el despotismo en la naturaleza, contrariam­ente a muchas prediccion­es teóricas”.

Así que la posición social o estatus no es garantía de salirse con la suya. Si un chimpancé quiere mandar, tendrá que hacer verdaderas maniobras políticas. Las negociacio­nes que implican el reparto del poder suelen resolverse mediante apoyos y equilibrio­s. Cuantos más aliados y colaborado­res consiga un individuo, más posibilida­des tendrá de imponer su criterio y alcanzar la posición de alfa. Pero a la hora de cazar,

En la naturaleza, los comportami­entos democrátic­os son tan frecuentes como los despóticos. Los chimpancés, por ejemplo, necesitan negociar y buscar apoyos para poder mandar

por ejemplo, se ha observado que algunos miembros del grupo que podríamos incluir en la categoría de los subordinad­os daban una palmada a otros para iniciar las maniobras de ataque. Además, dado el sistema de coalicione­s que sostiene su estructura, es muy difícil para un solo chimpancé obligar a otros a hacer algo que no quieren sin contar con ayuda.

ENTRE OTROS PRIMATES SE PRODUCE LO QUE LLAMAMOS INVERSIÓN DE ROLES: CUALQUIERA PUEDE TOMAR UNA INICIATIVA GRUPAL AUNQUE EXISTAN INDIVIDUOS DOMINANTES.

En varias especies de lémures, las hembras son las responsabl­es de elegir los tiempos y la dirección de los desplazami­entos colectivos, pero en los lémures pardos (Eulemur fulvus) no existe ese liderazgo femenino. Según el primatólog­o Armand Jacobs, estos monos se mueven en función del mimetismo y la afiliación. Es decir, usan la imitación y deciden influidos por lo que hacen sus familiares o amigos preferidos.

Entre los primates hay, pues, bastantes variables sociales a la hora de tomar una decisión. Nuestra gran cohesión no solo se explica por factores ecológicos, como la necesidad de defenderno­s de los depredador­es y la búsqueda de alimento, sino que también tenemos en cuenta los vínculos, las amistades y las alianzas con otros individuos, así como los factores psicológic­os. Por ejemplo, cuando los babuinos hamadryas (Papio hamadryas) salen en tropel en busca de comida, varios miembros pueden moverse en diferentes direccione­s. Los restantes decidirán a cuál seguir, pero el estatus no tiene ningún efecto para lograr la adhesión del grupo. Avanzar deliberada­mente y con decisión parece ser un factor clave para lograrlo. Es como cuando las personas, en caso de emergencia o accidente, seguimos a aquellos de nuestros congéneres que transmiten más confianza.

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 ??  ?? Un estudio de la etóloga francesa Amandine Ramos revela que los bisontes americanos tienen una forma muy participat­iva de tomar las decisiones a la hora de encarrilar la marcha de la manada.
Un estudio de la etóloga francesa Amandine Ramos revela que los bisontes americanos tienen una forma muy participat­iva de tomar las decisiones a la hora de encarrilar la marcha de la manada.
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