HABLEMOS DE ETIQUETAS
QUERAMOS O NO, TENEMOS QUE IR ASIMILANDO conceptos como reglamentación de medición de emisiones, asignación de etiquetas a vehículos y nuevas denominaciones de carburantes, ya que nos influirán directamente. En 2017, la homologación mundial del parque móvil dio un paso adelante con la creación de la WLTP (worldwide
harmonized light vehicles test cycles), unos incipientes test de medición de consumo y emisiones.
Pero lo que cuenta desde el 1 de enero de este año es la nueva normativa RDE (real
driving emissions), que recoge la homologación que definirá los impuestos a pagar en las matriculaciones y las zonas donde podremos circular. Desde 2016 la DGT ha entregado más de cuatro millones de distintivos ambientales, unas etiquetas adhesivas azules, verdiazules, verdes o amarillas que permiten distinguir a los vehículos en zonas de acceso restringidos o en días de restricciones de circulación.
La azul (también llamada Cero) se destina a los vehículos de cero emisiones, cien por cien eléctricos con autonomía mínima de 40 km. La bicolor (Eco) corresponde a los de gas natural o de gas licuado y a los eléctricos con autonomía inferior a 40 km. La verde (C) va para turismos y furgonetas ligeras de gasolina matriculados a partir del 1 de enero de 2006 y diésel desde 2014, así como vehículos de transporte de mercancía y los de más de ocho plazas de gasolina o diésel. Y la amarilla (B) se destina a furgonetas ligeras y turismos de gasolina posteriores a 2000 y diésel desde 2006, así como diésel y gasolina de más de ocho plazas y transportes de mercancías desde 2005. Nadie en su sano juicio está en contra de reducir la contaminación. Es un éxito ponernos todos de acuerdo. Pero no debemos olvidar que en esta película no existe solo un malo. También contaminan los aviones, las fábricas y las calefacciones.