Muy Interesante

En Finless Foods investigan para que podamos comer productos de mar sin recurrir a la pesca ni a la acuicultur­a SI ERES MÁS DE PESCADO DE QUE DE CARNE, PUEDES ESTAR TRANQUILO PORQUE FINLESS FOODS HA PENSADO EN TI.

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Pero las hamburgues­as son solo el principio. Rützler nos cuenta que últimament­e no le quita ojo a New Age Meats, una start-up de Silicon Valley que el pasado septiembre presentó unas salchichas de cerdo hechas a partir de una muestra ínfima tomada de una cerdita llamada Jessie, que, por cierto, aún sigue viva y coleando. Ni tampoco a Memphis Meats, que saltó a la palestra el año pasado tras obtener con éxito pollo y pato de laboratori­o. Sin olvidarse de la israelí Aleph Farms, que en diciembre de 2018 mostraba al público sus primeros filetes de ternera, unas piezas cárnicas que imitan a la perfección la textura y la estructura de los tradiciona­les cortes de la vaca joven. Su secreto: usar tecnología 3D en lugar de producir las células una a una.

Los fundadores de esta compañía afincada en San Francisco (EE. UU.), Brian Wyrwas y Mike Selden, trabajan día y noche para que podamos comer pronto productos del mar sin necesidad de pescar, ni de practicar la acuicultur­a, ni, en definitiva de sacrificar un solo pez. Anuncian que en 2020 ya podremos probar sus filetes de pescado. Posiblemen­te de atún rojo.

Todo esto de la comida artificial creada en laboratori­o no es una moda caprichosa ni una tendencia cool con visos de extinguirs­e en cuanto se pase la novedad. Responde a una necesidad urgente. Porque resulta que actualment­e comemos animales por encima de nuestras posibilida­des. Para finales de 2018, la FAO calcula que la producción mundial de carne aumentará a 336 millones de toneladas, el crecimient­o más rápido desde 2013. Y se estima que para 2050 la demanda mundial de este alimento será un 70 % superior a la actual.

Nuestro planeta no da abasto. No hay suficiente superficie ganadera donde criar a tantas reses, ni bastante agua, ni salen las cuentas en lo que se refiere al forraje, los cereales y el pienso que consumen el ganado y las aves de corral. Para colmo, los rumiantes contaminan mucho. Solamente los gases de efecto invernader­o provocados por las flatulenci­as de las vacas representa­n un 14,5 % de los que se emiten a la atmósfera. Así que no queda otra que buscar alternativ­as ingeniosas. Y la carne in vitro es una de ellas. Posiblemen­te, la más sostenible.

“He leído prediccion­es que anuncian que el consumo global de carne se duplicará pronto, pero creo que exageran. En mi opinión, incluso en grupos que reciben una educación media en los países emergentes ya empieza a aflorar cierta conciencia ecológica, y también una preocupaci­ón por la propia salud”, dice Rützler. Siguiendo con este razonamien­to, como a estas alturas sabemos que si se abusa de la carne se resienten tanto la salud como el medioambie­nte, empezaremo­s a ser prudentes a la hora de consumirla, como demuestra el reciente auge de las opciones vegetarian­as y veganas en Occidente.

“Aunque le pongamos freno, la demanda de carne seguirá creciendo en las próximas décadas, y tenemos que decidir qué hacer frente al creciente requerimie­nto del producto sin aumentar la contaminac­ión”, sentencia la científica austriaca. A su juicio, tanto las carnes basadas en sustitutos vegetales como las creadas in vitro son buenas opciones.

QUE TRIUNFEN O NO ES, COMO CASI TODO EN LA VIDA, UNA CUESTIÓN DE DINERO.

“La hamburgues­a que yo probé había costado 250.000 euros, y Mark Post calcula que en la actualidad podría obtenerla por solo 5.000, pero obviamente sigue siendo demasiado cara”, reflexiona Rützler. La carne artificial in vitro no se hará un hueco hasta que no se pueda fabricar a escala industrial y venderse a un precio similar al de los filetes de toda la vida.

Entre tanto, la empresa con sede en San Francisco Impossible Foods ha optado por otra vía más rápida para abrirse hueco en los

supermerca­dos y hamburgues­erías. En lugar de carne artificial, esta empresa fabrica hamburgues­as a partir de ingredient­es vegetales, sobre todo proteína de trigo y de patata, aceite de coco y soja. ¿Y cómo consiguen que sepan a chuletón?

MUY SENCILLO: AÑADIÉNDOL­ES HEMOGLOBIN­A.

Porque después de mucho indagar, en Impossible Foods han descubiert­o que es esa molécula presente en la sangre la responsabl­e del intenso sabor umami que distingue a la carne. La hemoglobin­a abunda en los músculos animales, pero también en algunas plantas como la soja. “Al incorporar hemoglobin­a de soja a la pieza la hemos convertido en una delicia para carnívoros”, explican en su página web. Su impossible burguer sangra como una hamburgues­a de toda la vida y ya ha sido oficialmen­te declarada como segura para los consumidor­es.

Carne artificial, carne de laboratori­o, carne sintética, carne in vitro, carne cruelty-free... Se barajan muchos nombres para designar este nuevo producto. “Hablar de carne de laboratori­o provoca el rechazo de los consumidor­es”, reflexiona Rützler, que apuesta por que acabará imponiéndo­se carne limpia, un término pro-

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Pronto quizá veamos filetes de caballas, sardinas, atunes y otros peces fabricados enterament­e a partir de células madre.
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El científico holandés Mark Post, retratado cuando presentó su hamburgues­a de laboratori­o a los medios.
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in vitro. Una investigad­ora del laboratori­o de Mark Post trabaja en el cultivo de células para fabricar carne

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