A las nuevas generaciones les preocupa el bienestar animal y son más permeables a las nuevas tecnologías
movido por las start-ups norteamericanas tampoco les termina de convencer, ya que suena “un poco a fraude”. Nos detenemos en la terminología porque las palabras importan mucho cuando lidiamos con productos que tratan de vencer las reticencias de los consumidores, sobre todo si pretendemos dejar a un lado vocablos inquietantes como frankensteinburguesas y otros parecidos.
"LA GENTE YA EMPIEZA A ASIMILAR QUE HAY UNA NECESIDAD URGENTE DE CAMBIO",
explica Post cuando le preguntamos por su punto de vista. Dice que, aunque no ha hecho un estudio científico, cada vez que sondea la opinión de los asistentes a una de sus conferencias, el 50 % entiende los problemas a los que se enfrenta la producción de carne. “Tampoco hay que obviar que producir productos cárnicos y embutidos sin causar sufrimiento a los animales y con cuidado para el medioambiente le da puntos a la nueva carne, sobre todo de cara al público más joven. A las nuevas generaciones les preocupa el bienestar animal y el planeta en que vivimos, y son menos escépticos con las nuevas tecnologías”, apunta Rützler.
Con todo y con eso, Post es consciente de que la sociedad sigue teniendo ciertos reparos hacia lo que él hace. “La salud y la seguridad son asuntos serios. Tenemos que probar que esta carne no solo no tiene efectos negativos para el organismo, sino que es más sana”, dice el investigador. Él cree que será más fácil una vez que pasen los estrictos controles que establece la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Y apunta un detalle interesante: que usamos mal la palabra natural, “porque no hay absolutamente nada de natural en tener 1.500 millones de vacas en el planeta”, señala. Ni en eso ni en la forma de criarlas en las explotaciones ganaderas.
En ese debate comida artificial versus comida natural también entra Rützler. “Salvo los alimentos crudos, todo lo que comemos es en cierto modo artificial, puesto que la cocina implica transformación. Además, si miramos de cerca las frutas y verduras que consumimos, prácticamente todas son plantas cultivadas, modificadas de forma artificial durante siglos mediante cruces y otras técnicas”, añade. Siendo sinceros, hay que reconocer que nuestros jardines y campos de cultivo son auténticos laboratorios desde la Revolución Verde.
“Ferrán Adrià dijo en una ocasión que la verdadera revolución vendrá cuando científicos y cocineros trabajen juntos”, cita la investigadora. En ese sentido, añade, ahora sí estamos en plena revolución.