El caótico hospital de los horrores
En 1989, la prensa internacional se hizo eco de la detención de cuatro enfermeras austriacas, acusadas de haber asesinado al menos a 49 pacientes en el Pabellón 5 del Hospital General de Lainz, en Viena. Los mataban al azar, y contaban con el silencio del director del pabellón, el doctor Franz Pesendorfer, que había acabado con la larga agonía de su hermano mediante una inyección letal. Las enfermeras, que se ganaron el calificativo de “el escuadrón de la muerte del hospital de Lainz”, conocían el secreto de Pesendorfer y lo chantajeaban para que no las denunciara.
No se limitaban a matar: eran negligentes, y los ancianos de su pabellón carecían del mínimo de atención necesaria. El caso reveló que todo el hospital era un desastre: carecía de personal cualificado, las rencillas entre los trabajadores eran constantes y también los insultos entre pacientes y el cuerpo médico, con amenazas de muerte y hasta agresiones. Un clima propicio para que las cuatro mujeres –tres de ellas menores de treinta años y una con cincuenta– asesinaran coordinada e impunemente durante siete años, pese a que, como declaró el jefe de seguridad de Viena, Max Edelvacher, “todos en el hospital sabían de los rumores”. En el interrogatorio, una de las detenidas confesó que al comienzo había “una muerte cada tres meses” y que en los últimos años el ritmo había subido a “tres veces al mes”.
Las formas de matar variaban: sobredosis de insulina o tranquilizantes, ahogamientos haciendo ingerir líquido a la fuerza a las víctimas mientras “la otra les apretaba la nariz”... Fueron detenidas cuando Pesendorfer las denunció, tras lo cual fue apartado de sus funciones.