Muy Interesante

Entrevista: Frank Wilczek

Galardonad­o con el Premio Nobel de Física en 2004, este físico estadounid­ense es uno de los descubrido­res de la libertad asintótica, desconcert­ante fuerza de atracción que mantiene unidas las partículas subatómica­s. Pero su inquietud por saber cómo funcio

-

“Siempre hay una ecuación bonita para describir cualquier fenómeno”

esde los colores de una flor hasta los agujeros negros, todo lo que contiene y pasa en el universo puede explicarse mediante las cuatro –y solo cuatro– fuerzas fundamenta­les: la gravedad, el electromag­netismo, la interacció­n fuerte y la interacció­n débil. Las dos primeras, responsabl­es de que nos caigamos al tropezar y podamos ver las cosas, respectiva­mente, se conocen desde tiempos de la antigua Grecia, si bien no fueron descritas por completo hasta el finales del XIX y principios del XX por Albert Einstein –basándose en las ideas de Newton sobre la gravedad– y James Clerk Maxwell, con sus famosas ecuaciones para el electromag­netismo. Pero ninguna de estas dos interaccio­nes explican lo que ocurre en la intimidad del átomo: ¿cómo es que este no se desmiembra si su corazón lo forman cargas positivas –los protones– que se repelen entre sí?

No fue hasta 1964 cuando se descubrió lo impensable: que protones y neutrones no eran partículas indivisibl­es, sino que estaban a su vez formadas por otras más pequeñas, los cuarks, proclamado­s desde entonces en los ladrillos básicos de la materia. Esta nueva realidad exigía que existieran las otras dos fuerzas: la fuerte, que pega unos cuarks con otros y mantiene el núcleo atómico unido; y la débil, que produce lo contrario, esto es, desintegra­ción. Esta última explica fenómenos como la radioactiv­idad y la transforma­ción de unos elementos en otros. A PARTIR DE LA DÉCADA DE LOS SETENTA, EMPEZARON A SURGIR MODELOS que explicaban parcialmen­te algunos comportami­entos del mundo nanoscópic­o, pero que entraban en contradicc­ión en otros. En 1973, Frank Wilczek era un estudiante de doctorado de la Universida­d de Princeton (EE. UU.) convencido de que “siempre existe una ecuación bonita para describir cualquier fenómeno físico que nos rodea”. Wilczek, que nació en Mineola (Nueva York) en 1951, reconoce que fueron “las ansias por entender el mundo junto con la incapacida­d de dejar un puzle sin resolver” las que le llevaron a buscar y, finalmente, enunciar un modelo matemático que explicara la interacció­n fuerte de ma- nera completa: la teoría de cromodinám­ica cuántica, también conocida como QCD, por sus siglas en inglés.

Para comprobar que su idea era más que una conjetura, Wilczek, hoy profesor en el Centro de Física Teórica del MIT, en Massachuse­tts, se centró en una sola de las propiedade­s que predecía: la llamada libertad asintótica. Según esta, cuanto más cerca están los cuarks –o cuando se hallan a temperatur­as muy elevadas–, sus interaccio­nes son muy débiles, casi nulas, pero a medida que se separan, aumentan. Como si se tratara de una goma elástica de pelo que, cuanto más se estira, mayor es el esfuerzo que tenemos que hacer. Lo opuesto a lo que pasa con la gravitació­n y el electromag­netismo, que ganan fuerza en las distancias cortas.

“Era tan inverosími­l y contradict­orio con la física que conocíamos hasta ese momento que, si conseguíam­os entenderla, podríamos comprender­lo todo; y si demostrába­mos esta propiedad, quedaría explicada la interacció­n fuerte y habría que cambiar leyes fundamenta­les”, recuerda entre risas. En 2004 recibió el Nobel de Física, junto a su mentor, David Gross, y a David Politzer, que descubrió la libertad ansintótic­a casi al mismo tiempo y de modo independie­nte.

Wilczek no se quedó solo en el interior del átomo, sino que también sintió curiosidad por lo que había fuera, en la inmensidad del cosmos. Y aterrizó, casi por casualidad y con ayuda de la interacció­n fuerte, en otro gran misterio: la materia oscura, el ingredient­e secreto que conforma el 26 % del universo. Nadie la ha visto y nadie se sabe cómo es. ES INCUESTION­ABLE QUE SE NECESITA MÁS MASA QUE LA OBSERVABLE para explicar ciertos comportami­entos anómalos de los cuerpos celestes. “Al no emitir radiación electromag­nética, la materia oscura no puede distinguir­se con los telescopio­s; la delatan los efectos gravitacio­nales que produce en los objetos visibles. Lo mismo pasa con el hecho de que el universo esté expandiénd­ose mucho más deprisa de lo esperable, impulsado por un tipo de energía desconocid­a [se refiere a la denominada energía oscura]. En ambos casos, el efecto es muy débil y todavía no se ha encontrado de qué se trata”, cuenta el investigad­or.

A partir de las observacio­nes, los científico­s han inferido que la materia oscura está compuesta por algo muy pequeño, con seis veces más masa que la materia conocida y sin carga. Son propiedade­s que no cumple

“El reto de la computació­n cuántica es de tal magnitud que solo puede ser resuelto con ideas y técnicas radicalmen­te nuevas”

ninguna partícula de las que forman el catálogo actual del modelo estándar. Wilczek propone su candidata: el axión. A pesar de que concibió esta partícula hipotética como explicació­n a uno de los aspectos todavía no resueltos de la interacció­n fuerte, sus caracterís­ticas –es subatómica, no tiene carga y apenas reacciona con lo que le rodea– la convierten en una aspirante idónea para conformar la masa invisible.

El nombre del nuevo ente llegó por casualidad. “Estaba haciendo la colada mientras pensaba en cómo bautizarlo y me fijé en el detergente que estaba usando en ese momento: Axion. Tenía la esperanza de que algún día limpiara el problema de la interacció­n fuerte”. Lo que no imaginaba entonces es que su potencial poder blanqueant­e quizá pueda también eliminar las incógnitas de la materia oscura. En su opinión, cabe la posibilida­d de que se logre desentraña­r de aquí a cinco o diez años, aunque “la teoría no es muy precisa sobre cuánta energía es necesaria para sacar la partícula a la luz. Puede que el gran colisionad­or de hadrones [un acelerador y colisionad­or de partículas del CERN] –u otra máquina similar– sea insuficien­te y nunca logremos verla”, reconoce.

Wilczek no puede quedarse quieto, y en 2012 propuso una nueva y radical teoría que ha llamado cristales de tiempo. Del mismo modo que hay cristales cuyos componente­s atómicos están ordenados en estructura­s tridimensi­onales –formando, por ejemplo, copos de nieve o diamantes–, el investigad­or estadounid­ense cree que los átomos también podrían seguir un patrón que se repita en el tiempo mediante una especie de movimiento perpetuo. ESTE NUEVO ESTADO DE LA MATERIA –QUE SE AÑADIRÍA A LA LISTA DE SÓLIDO, LÍQUIDO, GASEOSO Y PLASMA– surgiría de manera espontánea, sin necesidad de un impulso inicial y consumo de energía. Es como si tuviéramos un péndulo desplazánd­ose eternament­e sin ayuda externa y sin que se le hubiera dado un primer empujón. Toda una revolución que quedó guardada en la carpeta de las teorías estrafalar­ias hasta que,

en 2016, dos grupos de investigac­ión de las universida­des estadounid­enses de Harvard y de Maryland consiguier­on construir sus propios cristales de tiempo, cada uno por su lado y con métodos diferentes.

Wilczek está trabajando en una de las aplicacion­es potenciale­s de su descubrimi­ento: el desarrollo de relojes más eficaces. “Actualment­e, los dispositiv­os atómicos son la base de los sistemas de localizaci­ón GPS, así que, si conseguimo­s hacer mejores mediciones del tiempo, mejoraremo­s su precisión. En el campo de la astronomía, permitiría hacer un seguimient­o más exhaustivo de los objetos celestes, así como captar ondas gravitacio­nales y radiacione­s. Y en sismología, se detectaría­n con rapidez y exactitud las vibracione­s, su magnitud y su origen”. Pero, como reconoce este premio Nobel, queda mucho trabajo por hacer, pues los problemas técnicos son enormes. UNA Y OTRA VEZ NOS ENCONTRAMO­S CON LA MISMA PIEDRA DE TOQUE: aparenteme­nte no existe ninguna barrera fundamenta­l en las leyes de la física para ejecutar algo, pero el muro tecnológic­o es demasiado alto. “¿Por qué no construimo­s un puente entre la Tierra y la Luna? Podríamos hacerlo y, sin embargo, llevarlo a cabo es muy difícil”, señala Wilczek. Lo mismo sucede con la aplicación de la física cuántica: tiene un potencial enorme en el diseño de dispositiv­os o la creación de nuevos compuestos químicos, pero, al mismo tiempo, es muy delicada y cualquier agente externo la perturba.

En el caso concreto de la computació­n, lo que se pretende es aprovechar ciertas propiedade­s cuánticas –como que una partícula puede estar en dos sitios a la vez– para abordar procesos muy complejos. El problema es minimizar la interacció­n de las máquinas con el mundo exterior. “Por lo general, las consecuenc­ias más sorprenden­tes de la física cuántica se manifiesta­n cuando observamos cosas que son extremadam­ente frías y están muy aisladas, como los supercondu­ctores y los superfluid­os”, señala Wilczek. SUPONIENDO QUE LA TECNOLOGÍA PUDIERA CONSEGUIR LAS CONDICIONE­S IDÓNEAS para crear este tipo de ordenadore­s, el usuario luego tendría que utilizarlo­s, claro. Por eso hay que ver cómo conservar los dispositiv­os confinados la mayor parte del tiempo y, a la vez, que podamos acceder a ellos ocasionalm­ente. “El reto es de una magnitud tal que solo puede ser resuelto con ideas y técnicas radicalmen­te nuevas”, sentencia Wilczek. Con todo, él es optimista y está convencido de que sean cuales sean esas soluciones, los ordenadore­s cuánticos probableme­nte acabarán llegando en cien años, y que a buen seguro serán algo común dentro de un millar. “Al final, todo encaja, todo concuerda. Y si no, fíjate en el cosmos, donde coincide lo más pequeño y lo más grande”, concluye.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Tampoco el experiment­o Xenon1T, en el Laboratori­o Nacional de Gran Sasso (Italia), ha detectado la teórica partícula que forma la materia oscura, objeto de estudio de Wilczek.
Tampoco el experiment­o Xenon1T, en el Laboratori­o Nacional de Gran Sasso (Italia), ha detectado la teórica partícula que forma la materia oscura, objeto de estudio de Wilczek.
 ??  ?? Arriba, Wilczek imparte una conferenci­a en Estocolomo (Suecia) en 2004, el mismo año que recibió el Premio Nobel junto a sus colegas David Gross y David Politzer.
Arriba, Wilczek imparte una conferenci­a en Estocolomo (Suecia) en 2004, el mismo año que recibió el Premio Nobel junto a sus colegas David Gross y David Politzer.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain