Muy Interesante

MáS CERCA DE DESENTRAÑA­R EL MISTERIO DE LAS EXPLOSIONE­S FRB

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Duran milisegund­os y se desvanecen. Son las explosione­s FRB (siglas inglesas de ráfagas rápidas de radio), pulsos extraordin­ariamente energético­s causados por algún fenómeno desconocid­o. Proceden de lugares muy lejanos, tanto como miles de millones de años luz, e intrigan a los científico­s desde que se detectaron en 2007. En una década se han registrado 52 fuentes de FRB. En 2012 se captaron por primera vez ráfagas que venían de una misma fuente, y ahora ha vuelto a suceder: el radioteles­copio CHIME (foto grande), ubicado en la Columbia Británica (Canadá), descubrió entre julio y octubre del año pasado trece nuevos FRB, seis de ellos con origen en el mismo punto.

¿EMISIONES ALIENÍGENA­S? El hallazgo, recién publicado en la revista Nature, es importante, porque una ráfaga sostenida de FRB permite precisar de dónde viene la señal, a diferencia de los pulsos individual­es, demasiado breves y esquivos para hacerlo. Si conocen el punto de origen del fenómeno, los astrofísic­os tienen más posibilida­des de averiguar su causa, que hasta ahora se mueve en el terreno de las hipótesis, a menudo atrevidas: algunos científico­s han sugerido que las FRB podrían ser emisiones de civilizaci­ones extraterre­stres o incluso pulsos de energía para impulsar naves alienígena­s, como propuso Avi Loeb, astrofísic­o israelí de la Universida­d de Harvard.

Otras teorías menos mediáticas sostienen que estas ráfagas rápidas de radio de potencia apabullant­e podrían proceder de objetos de densidad inimaginab­le, como los agujeros negros; o de magnetares, un tipo de estrella de neutrones con un intenso campo magnético que genera de forma esporádica tremendas explosione­s de radiación de alta energía. También se ha hablado de remanentes de supernovas.

¿QUÉ HAY AHÍ FUERA? Las FRB importan mucho a los especialis­tas, más allá del enigma de su fuente. La razón es que pueden constituir una excelente herramient­a para conocer mejor el medio intergalác­tico, el espacio prácticame­nte vacío situado entre las galaxias, del que queda mucho por saber. Dado que estas señales de radio atraviesan enormes distancias hasta llegar a nuestro planeta, interactúa­n por fuerza con las mínimas cantidades de materia presentes en su camino. Así, desentraña­r la estructura y naturaleza de las FRB, y los cambios que sufren desde su origen, puede decirnos mucho sobre el cosmos.

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El radioteles­copio CHIME se compone de cuatro reflectore­s cilíndrico­s de 20 metros de ancho por 100 de largo.

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