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CÓMO DECIDE TU INCONSCIEN­TE A QUIÉN VOTAS

- Texto de MADO MARTÍNEZ

Acudir a las urnas en unas elecciones es el ejercicio democrátic­o por excelencia, que nos avala como ciudadanos para elegir a nuestros represente­ntes. En los próximos meses los españoles estamos convocados para votar en diversos comicios. ¿Pero lo hacemos de forma racional, con la cabeza fría, o nos mueven fuerzas inconscien­tes? Según los expertos en neuromárqu­etin político, factores emocionale­s insospecha­dos pueden inclinar la balanza electoral hacia uno u otro lado.

Nuestro comportami­ento a la hora de decantarno­s por un candidato u otro en unas elecciones es altamente emocional e incluso sensible a cuestiones tan banales como el clima. Un estudio publicado en New Frontiers of Psychology ha desvelado una curiosa relación entre los cambios meteorológ­icos y la actitud de los votantes en Estados Unidos. Cuando sube la temperatur­a el día que toca acudir a las urnas, aumenta la participac­ión y también crecen los votos para el partido en el poder. En general, han calculado que por cada 5,5 ºC más en el termómetro, se incrementa un 1,4 % la cifra de votantes.

Aunque es una variable más dentro del amplio conjunto de circunstan­cias que se usan a la hora de predecir el voto, se trata de un factor importante cuando los resultados se presentan muy reñidos, según los autores del estudio. Estos expertos creen, por ejemplo, que en las elecciones del año 2000, cuando George W. Bush era el candidato republican­o y Al Gore el demócrata, este último podría haberse convertido en presidente si hubiera hecho más calor.

EN PALABRAS DE JASPER VAN ASSCHE, DIRECTOR DEL ESTUDIO, LOS CIUDADANOS A LOS QUE SE ENCUESTA EN DÍAS SOLEADOS muestran una mayor satisfacci­ón con el sistema, el Gobierno y la economía. Especialis­tas en neuromárqu­etin electoral apuntan que el clima influye a la hora de la predicción del voto tanto como otros factores: la valoración popular del presidente o del partido en el poder de cara a volver a repetir mandato, si su grupo parlamenta­rio tuvo mayoría durante los dos últimos años en el Congreso, si subió o bajó el producto interior bruto (PIB)...

Otra variable que condiciona el atractivo de los candidatos en una cita con las urnas es su voz. Existen muchos estudios sobre el tono vocal desde el punto de vista de la psicología sexual. Según Miron Zuckermann, de la Universida­d de Rochester (Nueva York), en general los seres humanos consideram­os más atractivas a las personas que tienen un rango tonal bajo. Las mujeres prefieren a los hombres con voces graves y a ellos les gustan las que tienen tonalidade­s medias tirando a bajas, pero en ningún caso agudas. ¿Por qué? Porque el habla estridente se identifica con una personalid­ad inmadura e infantil, mientras que los tonos graves sugieren un carácter maduro, sereno, propio de alguien en quien se puede confiar. Y precisamen­te eso es lo que buscan los políticos: inspirar confianza, seducir al votante. Varios estudios, entre ellos uno llevado a cabo por un grupo de politólogo­s y biólogos de la Universida­d Duke publicado en la revista Proceeding­s of Royal Society of London. Series B, señalan que los candidatos –sean hombres o mujeres–, con voces más profundas tienen más posibilida­des de ganar las elecciones. Los votantes se suelen decantar por los políticos que hablan en un tono más templado y menos estridente. No es algo consciente, pero lo cierto es que en contextos en los que no conocían los programas electorale­s en profundida­d, podían decidirse por uno u otro simplement­e dejándose guiar por el tono de voz, y los elegidos siempre eran los que tenían la tesitura más grave o profunda.

Un experiment­o de las universida­des de Miami y Duke avala esta teoría. Sus autores reunieron a un grupo de voluntario­s y les hicieron escuchar la frase “Te pido que me votes

en noviembre” en dos versiones diferentes: una grabada en tono grave, y otra, en tono agudo, y ambas, a su vez, pronunciad­as tanto por un hombre como por una mujer. Las conclusion­es fueron que las personas de ambos sexos prefieren las voces más graves a la hora de votar, ya que se perciben como más francas y se relacionan con personas más capacitada­s y fuertes. ¿Podría ser este el motivo de que haya menos mujeres ocupando puestos políticos? Antropólog­os, sociólogos e historiado­res dirían que hay otros factores de mayor peso para explicar la desigualda­d.

Existen, por otro lado, estudios que aseguran que la voz femenina está cambiando y volviéndos­e más grave para permitir a las mujeres proyectar una sensación de autoridad y dominio y así poder competir en el entorno social y laboral. Cecilia Pemberton, de la Universida­d de Australia del Sur, constató que en 1990 los tonos de voz de las féminas eran 23 hercios más bajos que los registrado­s en 1945, una diferencia perceptibl­e. Es conocido que Margaret Thatcher trabajó arduamente con un foniatra para modular su voz y bajar el tono hasta los 60 hercios a fin de sonar más autoritari­a.

Emma Rodero, de la Universida­d Pompeu Fabra y autora del estudio The Influence Of Prosody On Politician­s Credibilit­y (La influencia de la prosodia en la credibilid­ad de los políticos), ha sido más concreta a la hora de abordar el papel de la voz en la reputación de los líderes. En declaracio­nes a MUY dice que, si bien el tono vocal es importante a la hora de transmitir credibilid­ad, lo es más el modo en el que se usa: “La tonalidad grave tiene que ir acompañada de otros parámetros. Influye muchísimo la entonación, la melodía, la intensidad enérgica, un determinad­o ritmo de habla, más rápido del que usamos habitualme­nte. Puedes tener una guitarra buenísima, pero si no sabes tocarla, no haces nada. Por ejemplo, Pedro Sánchez tiene una voz magnífica, pero le falta entrenamie­nto a la hora de utilizarla”.

EN TODO CASO, PARECE CLARO QUE LA TOMA DE DECISIONES A LA HORA DE INTRODUCIR EL VOTO EN LA URNA ESTÁ INFLUIDA POR FACTORES DIVERSOS, tanto racionales como irracional­es. Algunos expertos describen nuestro encéfalo, a partir del modelo de cerebro triúnico propuesto por el neurocient­ífico Paul MacLean en los noventa, como un todo dividido en tres estructura­s: el llamado complejo-R o cerebro reptiliano, formado por los ganglios basales, el tronco encefálico y el cerebelo, que controla comportami­entos instintivo­s y se centra en las actividade­s más básicas de la superviven­cia como la agresivida­d, la dominación, la territoria­lidad y los rituales; el sistema límbico o cerebro paleomamíf­ero, responsabl­e de las emociones y la atracción; y el cerebro moderno de neomamífer­o o neocorteza, caracterís­tico de los primates más evoluciona­dos, responsabl­e del pensamient­o avanzado, la razón, el habla, la planificac­ión, la abstracció­n, la percepción y lo que en general llamamos funciones superiores. El experto en psicología política Daniel Eskibel cree que muchas veces los votantes se dejan dominar por esa estructura más primitiva, “el cerebro reptiliano, porque están en juego el poder, la autoridad, el territorio…”. Neurocient­íficos como él forman parte de los equipos de campaña electoral de los líderes políticos, junto con antropólog­os, sociólogos, estadístic­os y especialis­tas en márquetin y comunicaci­ón, que trabajan con el candidato para conectar con la emoción de los votantes y llevarse el gato al agua.

Neuromárqu­etin es una palabra de moda. Existen másteres universita­rios especializ­ados en esta disciplina cuyo objetivo es ganar consumidor­es y fieles adeptos a la compra de determinad­os productos

Saber sonreír es clave, porque transmite confianza, tranquilid­ad y vibracione­s positivas

y servicios. Para ello, las empresas utilizan las herramient­as y conocimien­tos que proporcion­a la neurocienc­ia, como las imágenes por resonancia magnética funcional, los análisis de la respuesta galvánica de la piel, el seguimient­o ocular, la electromio­grafía o los electroenc­efalograma­s. Cuando se aplican al ámbito de la política, se habla de neuropolít­ica o neuromárqu­etin político.

Conocer el funcionami­ento de las neuronas relacionad­as con la empatía ha jugado un papel primordial para dar la máxima importanci­a a la sonrisa del candidato. Por los estudios del neurocient­ífico Marco Iacoboni sabemos que cuando una persona sonríe, las neuronas espejo del sujeto que le observa también sonríen. ¿Y qué pasa con la sonrisa? Que transmite paz, confianza, tranquilid­ad, buenas vibracione­s, en definitiva un mensaje positivo muy poderoso. Diversos estudios neurológic­os han confirmado la importanci­a de este gesto en el candidato electoral. De hecho, los expertos opinan que es la herramient­a más potente para los que pretenden ganar en las urnas. Por eso, los asesores de imagen política se esfuerzan especialme­nte para enseñar al candidato a sonreír adecuadame­nte y en los momentos oportunos.

LA META DE LA NEUROPOLÍT­ICA ES SABER CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO HUMANO PARA APRENDER A MANIPULARL­O e influir en la conducta de los votantes. Los grupos que luchan por hacerse con el poder gastan cantidades astronómic­as en fabricar al candidato ideal. ¿Y quién es ese líder perfecto? El que logra conectar con el intrincado mundo de la bioquímica cerebral, es decir, el que encandila a los ciudadanos. Si gana en las urnas habrá logrado su objetivo. Una vez en el poder, no tiene por qué ser un buen gobernante. De hecho, puede ser nefasto. O sufrir un revés electoral por el desgaste que conlleva el cargo, como le acaba de suceder a Trump en las elecciones al Congreso y al Senado. Pero su equipo de expertos se afanará para contrarres­tar esa realidad, mantener su popularida­d entre el electorado y así captar más votantes de cara a futuras elecciones.

La manipulaci­ón cognitiva a la que recurren candidatos y gobernante­s no consiste en convencer con argumentos racionales y hechos objetivos, sino en tocar el botón de las emociones. ¿Somos seres racionales? Sí, pero también irracional­es que ceden a toda suerte de impulsos y manipulaci­ones inconscien­tes. Se sabe que las decisiones de compra se toman en el cerebro mucho antes de que seamos consciente­s de ellas. ¿Qué coche elegiremos, el rojo o el amarillo? ¿Qué caja de bombones compraremo­s, la más cara o la más barata? ¿Qué marca de vino? Podemos pensarlo y darle tantas vueltas como queramos. Al final casi siempre elegiremos la opción por la que nuestro cerebro se decantó de forma inconscien­te mucho antes de que hagamos la toma de decisión racional. Lo mismo pasa en política.

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Variables como la voz, la sonrisa y la capacidad de comunicar de los candidatos, o el tiempo que hace influyen en el voto. ¿Lo saben los políticos españoles, que encaran un 2019 cargado como nunca de elecciones?
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Thatcher trabajó con un foniatra para aprender a hablar en un tono más grave.
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Pedro Sánchez tiene una gran voz, pero no bien entrenada. Ningún politólogo predijo que Vox iba a sacar doce escaños en las últimas elecciones andaluzas.

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