ESTRELLA DE BARNARD B: ¿PÁRAMO GéLIDO O EXOPLANETA CON VIDA?
En noviembre del año pasado, un equipo de astrónomos españoles publicó en
Nature que había descubierto el segundo exoplaneta más cercano a la Tierra, un mundo que orbita la estrella de Barnard, una enana roja situada a seis años luz. Según el análisis de los datos obtenidos por diversos telescopios, tendría una temperatura en su superficie de 170 grados bajo cero, y una masa 3,2 veces mayor que la terrestre, como mínimo. Estrella de Barnard b, como lo han llamado, está a menos de la mitad de distancia de su estrella que nosotros de la nuestra, pero aquella, débil y pequeña, emite tan poca energía que su planeta no puede ser otra cosa que un páramo helado.
Sin embargo, una nueva investigación sugiere que el recién descubierto mundo podría albergar vida, pese a su extrema frialdad. Edward Guinan y Scott Engle, astrofísicos de la Universidad Villanova (Pensilvania), han analizado los datos de quince años de mediciones de los telescopios. Su conclusión: el exoplaneta es demasiado frío para tener agua líquida en su exterior, pero podría haberla bajo su superficie, de forma similar al océano subterráneo que se sospecha que existe bajo el hielo que cubre Europa –una de las lunas de Júpiter–, una masa de agua en la que los científicos creen que pueden darse las condiciones para la vida. Pero Guinan y Engle afirman que esto solo resultaría posible si Estrella de Barnard b es lo suficientemente grande, y sólido.
EL TAMAÑO DIRÁ. Estos océanos subterráneos solo pueden formarse en mundos rocosos, y no en gigantes gaseosos. La clave para que haya agua líquida bajo la superficie del exoplaneta radica en que posea actividad geotermal que derrita el hielo. Por eso es tan importante fijar con precisión la magnitud de este cuerpo celeste. Si se confirma que tiene 3,2 veces la masa terrestre, entraría en la categoría de las supertierra, y sería un candidato a albergar vida; si nuevas observaciones descubren que su masa es siete u ocho veces la de nuestro mundo, estaríamos ante un gigante gaseoso del tipo de Neptuno, donde ningún organismo puede desarrollarse, que se sepa.
La entrada en servicio del telescopio espacial James Webb –en 2021, si no sigue acumulando retrasos– puede resultar clave para observar con mayor precisión Estrella de Barnard b, y averiguar si posee las características necesarias para acoger algún tipo de material orgánico.