SALONES, FUTURO INCIERTO
RECIÉN ATERRIZADO DEL SALÓN DE GINEBRA, debo trasladaros mi inquietud por el momento incierto que vivimos en la industria de la automoción. Desde los primitivos salones del automóvil de Londres (1896) y París (1898), estos eventos evolucionaron hasta convertirse en los años 50, 60 y 70 en exposiciones de sueños para países como España, donde tener capacidad económica no bastaba para poder adquirir los modelos soñados, debido a las restricciones aduaneras. Con la globalización, se han ido expandiendo desde Europa hacia el resto de mercados para mostrar la capacidad de adaptación de las marcas a las exigencias de los distintos países.
Pero hoy la realidad es más oscura. En los últimos años, los salones han reflejado la lucha de una industria herida que trata de no ahogarse. Actualmente, los grandes grupos automovilísticos se encuentran con obstáculos difíciles de sortear: la desaparición o no del motor de combustión; la consolidación o no de tecnologías alternativas, como la electricidad; el oportunismo de Gobiernos que, aun con capacidad de poder limitada a unos pocos años, toman decisiones a largo plazo que en su mayoría quedarán en papel mojado... Son tiempos de miedo e incertidumbre.
El Salón de Ginebra 2019 ha sido un catálogo de la sala de urgencias de la industria. Marcas como Ford, Volvo, Opel y Hyundai no han asistido, por motivos quizá justificados, pero inoportunos a mi entender. Ahora es cuando los fabricantes tienen que luchar para dar credibilidad a sus nuevas tecnologías y definir sus segmentos. El canal angosto que nos está llevando hacia lo eléctrico, aunque la infraestructura necesaria no esté ni se la espere, o la burbuja SUV, condenada a la posible desaparición del segmento si los reglamentos siguen siendo más exigentes cada año, obligan a estar presentes para hacer fuerza común.