De palabras
Alrededor de 125 millones de personas hablan el panyabí. Aunque la mayor parte de ellos viven de una amplia zona fronteriza entre Pakistán y la India –el Panyab–, más de quince millones de hablantes residen en Gran Bretaña y Estados Unidos. Como se trata de un idioma fuertemente tonal, la manera de pronunciar las palabras, su musicalidad, cambia radicalmente el significado. Por ejemplo, kora, entonada en un tono descendente –como kóra– es ‘ caballo’; con un tono medio –sin acento en la o–, ‘látigo’; y con entonación ascendente – kó-ra–, ‘leproso’. Es una de las curiosidades que podemos encontrar en Babel. La vuelta al mundo en 20 idiomas, de Gaston Dorren (editorial Turner), un recorrido por la historia, personalidad y singularidades de las lenguas más importantes del mundo, desde el inglés, el francés o el alemán hasta las más exóticas –para el lector occidental–, como el vietnamita, el suajili y el tamil.
El libro, desde luego, está lleno de sorpresas. ¿Sabías, por ejemplo, que el japonés –130 millones de hablantes– incluye una serie de vocablos o expresiones que solo utilizan las mujeres? Es el llamado lenguaje onna kotoba o joseigo. ¿O que el vietnamita escrito utiliza el alfabeto latino con nueve acentos diacríticos –signos gráficos como nuestra tilde y diéresis– diferentes? Algunos incluso pueden ir superpuestos en la misma letra.
También llama la atención una peculiaridad del coreano, que cuenta con 85 millones de hablantes: el empleo habitual de ideófonos, vocablos que establecen una relación entre el sonido y su significado. Por ejemplo, al gato, la vaca y la cabra se los llama mèo, bò y dée, onomatopeyas de los maullidos, mugidos y balidos que emiten, respectivamente, esos tres animales. Quizá esta rareza se percibe aún mejor en la palabra hat-xi, ‘estornudo’.
Y ya para terminar, nos referiremos al javanés, con 95 millones de usuarios, que posee dos niveles de etiqueta, prácticamente idiomas distintos: uno más coloquial, el ngoko, y otro empleado en contextos sociales formales, el krama.