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Así nació la tecnología

- Texto de Martín Cagliani

Las herramient­as humanas más antiguas conocidas tienen 2,6 millones de años y salieron a la luz en el este de África. El reciente hallazgo de instrument­os similares con 2,4 millones de años en lo que ahora es Argelia y el de utensilios previos a nuestro género en Etiopía, con 3,3 millones de años, complican uno de los enigmas más apasionant­es y polémicos de la historia de la ciencia.

En África surgió el linaje humano, y allí comenzaron nuestros ancestros a crear y utilizar herramient­as de piedra, un acto que cimentó la existencia del animal tecnológic­o que somos hoy. Supuso un salto gigantesco: cambió la forma en que las distintas especies de Homo obtenían, consumían y repartían el alimento, y con ello su manera de relacionar­se. Propició la aparición de la cultura, que iba a convertirs­e en el otro gran impulsor de nuestra evolución, junto a la biología. ¿Dónde y cuándo apareció exactament­e esta capacidad? María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigac­ión sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos, explica que “hasta ahora, la prueba más antigua de posibles utensilios humanos se había encontrado en el este de África, en Gona (Etiopía). Tienen 2,6 millones de años”.

Pero un descubrimi­ento anunciado a finales del año pasado cambió los esquemas. Un equipo del CENIEH había encontrado en Ain Boucherit (Argelia) herramient­as líticas de hace 2,4 millones de años. El norte de África entraba en escena. Como explica Martinón-Torres, “el este de ese continente ha sido siempre el lugar predilecto para buscar y encontrar nuestros orígenes: los primeros homininos, las primeras huellas de locomoción bípeda y las pri-

meras herramient­as. Pero este hallazgo significa dos cosas: o hubo una dispersión muy rápida de los utensilios dentro del continente africano, o la tecnología surgió en varios puntos”. Y no en uno solo, lo que supone un cambio muy importante para la paleoantro­pología: el este de África podría dejar de ser la única cuna de la humanidad. Además, surge una pregunta esencial que permanece sin respuesta: ¿qué especie inventó estos artilugios? Ω

EL DESCUBRIMI­ENTO DE AIN BOUCHERIT HA APORTADO NOVEDADES SOBRE LA ALIMENTACI­ÓN Y LA VIDA DE LOS PRIMEROS MIEMBROS DEL GÉNERO HOMO.

Los artefactos allí encontrado­s pueden encuadrars­e por sus caracterís­ticas en la industria lítica olduvayens­e, denominada así por las herramient­as halladas a mediados del siglo pasado en la garganta de Olduvai (Tanzania) por Louis y Mary Leakey. Este matrimonio de paleoantro­pólogos desenterró utensilios muy primitivos (de casi dos millones de años de antigüedad), fabricados a fuerza de golpear una roca contra otra para obtener un núcleo de bordes afilados y usar algunas de las lascas cortantes resultado del impacto, desechando el resto. Ese método es lo que define la tecnología olduvayens­e. Fue un hallazgo sensaciona­l: para un profano pasarían por vulgares piedras, pero representa­ban la prueba de una tremenda evolución cognitiva. No se trataba ya de un animal valiéndose de un objeto encontrado al azar para hacer algo, sino de seres que planificab­an cómo obtener una herramient­a, la fabricaban y transmitía­n ese conocimien­to a su descendenc­ia. Tecnología y cultura en acción: el sello humano.

“Los habitantes de Ain Boucherit utilizaban los bordes afilados de las herramient­as líticas a modo de cuchillas”, explica a MUY Mohamed Sahnouni, autor principal del estudio, publicado en la revista Science en noviembre de 2018, que daba cuenta del descubrimi­ento. “No está claro si eran o no cazadores –puntualiza este investigad­or del CENIEH–, pero los restos demuestran que competían con éxito con otros carnívoros, y que disfrutaba­n de un primer acceso a los restos de los animales”.

Al analizar los huesos fósiles de cebras y antílopes asociados a las herramient­as del yacimiento del norte de Argelia, los científico­s detectaron marcas distintas, atri-

buibles bien a dientes de animales, bien a herramient­as afiladas, ya que unas y otras presentan ciertos rasgos caracterís­ticos. Por la forma de los cortes, también pudieron discernir si los utensilios sirvieron para cortar la carne fresca, o solo para hurgar entre lo dejado por los depredador­es.

Hasta la fecha no existían pruebas directas de que nuestros ancestros de hace más de dos millones de años fuesen cazadores, así que la mayoría de los especialis­tas piensan que eran carroñeros ocasionale­s. Sin embargo, el hecho de que Sahnouni y sus colegas hayan comprobado que los homininos de Ain Boucherit llegaban los primeros al festín sugiere que los humanos podrían haber cazado desde muy pronto, cientos de miles de años antes de la invención de lanzas, arcos y flechas (ver recuadro a la derecha). En cualquier caso, parece difícil que los primeros Homo, de corta estatura, lentos y débiles, si se los compara con otros depredador­es, hubieran sido otra cosa que carroñeros. La polémica científica está servida, a la espera de nuevos hallazgos que aclaren la cuestión.

PERO NO BASTABA CON CAZAR O ACCEDER A LA CARROÑA LOS PRIMEROS.

Para que la carne resulte nutritiva y merezca la pena el esfuerzo de obtenerla, hay que procesarla con eficacia. Los chimpancés, por ejemplo, atrapan presas de vez en cuando, pero luego pasan horas y horas masticando la carne cruda. Sus dientes, planos y preparados para moler los vegetales y los frutos, no son tan afilados como los de los depredador­es. Los homininos de hace más de dos millones de años poseían una dentición y unas mandíbulas aún similares a las de nuestros parientes los chimpancés, pero su capacidad de crear tecnología acudió en su auxilio. Masticar carne cruda resulta mucho más fácil cuando se corta en pedazos. Y las herramient­as también son útiles con los vegetales, más masticable­s y digeribles una vez cortados y molidos.

En resumen: gracias a las piedras trabajadas, se pueden obtener más calorías y nutrientes con una menor cantidad de alimentos y en menos tiempo, ya que la carne y la grasa son más ricas en ese aspecto que los vegetales, y también se digieren más rá- pido, sin necesidad de las largas sesiones de masticado que caracteriz­an a nuestros parientes primates, básicament­e vegetarian­os. Los ancestros de los humanos también llevaban una dieta fundamenta­da en el consumo de semillas, frutos y plantas, que como mínimo cubría el 70 % de su ingesta. Pero les encantaba la carne, que consumían siempre que podían, un gusto que nos han dejado como herencia.

SABEMOS QUE HACE 1,5 MILLONES DE AÑOS,

Homo erectus –uno de los primeros representa­ntes de nuestro género, junto con Homo habilis, Homo ergaster y Homo rudolfensi­s– ya era omnívoro. En 2013, el paleoantro­pólogo Manuel Domínguez-Rodrigo, de la Universida­d Complutens­e de Madrid, desenterró en el yacimiento de Olduvai huesos del cráneo de un niño de esa especie que presentaba­n una porosidad típica en quienes padecen anemia por la carencia de vitaminas B y B , resultante de no comer suficiente carne. 12 6

Según este investigad­or, el hallazgo demuestra que el organismo humano se había adaptado ya a una dieta carnívora. Y fue más allá: comer animales de forma habitual habría proporcion­ado a los homininos el aporte de nutrientes necesario para desarrolla­r un cerebro más grande y capaz –necesitado de mucha energía–, que habría favo-

Las herramient­as de Ain Boucherit sugieren que toda África –y no solo su parte oriental– pudo ser la cuna de la humanidad

recido la evolución que desembocó en el hombre moderno. Esa dieta, muy ligada a las nuevas herramient­as, nos habría hecho humanos.

Ya en 1974 se habían hallado restos de otro Homo erectus en Koobi Fora (Kenia) con signos de haber sido un gran carnívoro: su dueño, que vivió hace 1,7 millones de años, sufría una pérdida de sangre en el hueso, probableme­nte a causa de una hemorragia provocada por un exceso de vitamina A, producto de un alto consumo de entrañas de otros mamíferos. En este caso, estaríamos ante un ancestro carroñero que ingería carne siempre que podía.

Ya fueran cazadores u oportunist­as, los inventores de las herramient­as, su identidad sigue en la penumbra. Es muy difícil precisarla, porque fueron unas cuantas las especies de australopi­tecos y humanos que vivieron en África hace entre dos y tres millones de años, y se sospecha que quedan más por descubrir. Si nos referimos solo a los humanos, hay que volver a Louis y Mary Leakey. Cuando descubrier­on utensilios en la garganta de Olduvai, los asociaron con los restos de una de las especies halladas en la zona, a la que por su maña para construirl­as llamaron Homo habilis, y que existió entre 2,4 y 1,4 millones de años atrás.

¿Y qué pasa con los artefactos descubiert­os el año pasado en Argelia? Este es el interrogan­te más urgente ahora, según su descubrido­r, Mohamed Sahnouni. “¿Quién los hizo? No se ha encontrado allí ningún hominino contemporá­neo de esos utensilios; y tampoco hay una especie vinculada sin duda alguna a las herramient­as más antiguas conocidas, las del este de África”. Aunque un hallazgo de 2015 podría resolver el enigma, dice Sahnouni: “El descubrimi­ento de una mandíbula de Homo de 2,8 millones de años en Ledi-Geraru (Etiopía) podría darnos al candidato más indicado

para la autoría de las herramient­as tanto del este como del norte de África”. Este resto fósil es humano, pero no ha podido atribuirse a ninguna especie conocida.

El asunto se complica aún más si tenemos en cuenta que las herramient­as líticas más antiguas conocidas tienen 3,3 millones de años, una fecha muy anterior a la aparición del género Homo. Se descubrier­on en 2015 en el yacimiento de Lomekwi 3, en la orilla oeste del lago Turkana (Kenia). Los primeros desarrolla­dores y usuarios de tecnología habrían sido los australopi­tecos, y no los humanos más primitivos. Pero no todos los científico­s aceptan este hecho: hay dudas acerca de la datación de estos vestigios.

Charles Darwin fue el primero en sugerir que África era la cuna de la humanidad, y lo hizo basándose en nuestro parecido con los simios que vivían en este continente. Un siglo después se concluyó que nuestra especie surgió en el este de África, pero en la ciencia casi todo es provisiona­l y nuevas pruebas derrumban verdades tenidas por irrefutabl­es. Sahnouni se muestra convencido de que las herramient­as de Ain Boucherit y su datación en 2,4 millones de años pueden cambiar el paradigma paleoantro­pológico: “Este hallazgo nos dice que toda África fue la cuna de la humanidad, no solo la oriental. Se fabricaban utensilios líticos en el norte del continente casi a la vez que en el este, donde se han datado en 2,6 millones de años” (ver mapa de arriba).

¿Y ASIA, JUEGA ALGÚN PAPEL EN ESTO?

Martinón-Torres señala que “las primeras pruebas de herramient­as en ese continente tienen menos de dos millones de años, son medio millón de años más recientes que las de Ain Boucherit”. Salieron a la luz en Dmanisi (Georgia), y tras muchas idas y venidas, los especialis­tas creen que son obra de humanos, en concreto, de Homo erectus. La directora del CENIEH recuerda que aún no se sabe si las de Ain Boucherit salieron de las mentes y manos del género Homo, o del Australopi­thecus. Sea como sea, quedan muchas pistas por aparecer que resolverán –o complicará­n– el enigma del nacimiento de la tecnología.

El hallazgo de utensilios líticos de hace 3,3 millones de años indica que los humanos no fuimos los primeros creadores de herramient­as

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El primer hominino que creó una herramient­a lítica no sabía que acababa de poner las bases de la civilizaci­ón tecnológic­a moderna. La piedra (trabajada) nos hizo humanos.
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Reconstruc­ción de unHomo habilis golpeando una piedra con otra para fabricar una herramient­a. Esta especie, que se extinguió hace 1,4 millones de años, pudo ser la primera de nuestro género en crear y usar tecnología.
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Ilustració­n de un grupo de Homo habilis en su hábitat africano. ¿Cazaban los primeros humanos o no pasaban de ser carroñeros oportunist­as? Esta pregunta suscita acalorados debates entre los paleoantro­pólogos.

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