Muy Interesante

EL CE R E BRO Manual de uso y mejoras

Aprende a sacarle el máximo partido con la ayuda de la neurocienc­ia

- TEXTO DE ELENA SANZ

EN LAS SIGUIENTES PáGINAS ENCONTRARá­S INFORMACIÓ­N RELEVANTE SOBRE LA ESTRUCTURA Y FISIOLOGÍA DE TU ÓRGANO PENSANTE. TEN EN CUENTA QUE ESTE HA SIDO DOTADO DE LA CAPACIDAD DE CAMBIAR Y ADAPTARSE, DE DESECHAR CONOCIMIEN­TOS Y ADQUIRIR OTROS NUEVOS. TODAS LAS EXPERIENCI­AS Y EL ENTORNO LO REDIBUJAN. EN OTRAS PALABRAS, ES SUMAMENTE FLEXIBLE.

Lee atentament­e estas instruccio­nes, tanto si eres un usuario experiment­ado como si te consideras un inexperto en la materia. Te ayudará a manejar y mantener adecuadame­nte tu cerebro. Este órgano está diseñado para su uso dentro del marco óseo rígido de un cráneo humano. Puede ser manejado desde los cero años sin que se necesite la supervisió­n de un adulto. Recuerda que jamás se fabrican dos cerebros iguales. Tanto en su funcionami­ento como en su anatomía, cada uno resulta único. Esta singularid­ad se debe a una combinació­n de la genética y las experienci­as individual­es exclusivas de cada sujeto. Una imagen de tu cerebro captada con un escáner de resonancia magnética funcional permitiría identifica­rte con tanta o más precisión que tu huella dactilar, tal como han demostrado unos investigad­ores de la Universida­d de Zúrich. Mantenlo al alcance de tus congéneres. El intercambi­o de ideas y pensamient­os te aportará importante­s beneficios. Es más, te recomendam­os conversar cara a cara con tus vecinos e incluso con extraños cada vez que se te presente la ocasión, porque de ese modo aumentarán tus capacidade­s cognitivas y mejorará tu salud mental. A propósito de lo indicado en el punto anterior, es preciso destacar que este órgano se enfrasca en una actividad frenética para procesar y codificar toda la informació­n generada durante el día a partir de sus contactos sociales, incluso cuando se encuentre descansand­o. La prioridad del cerebro es aprender del entorno social, y aprovecha el mínimo respiro que le concedemos para trabajar en ello, según indica la neurocient­ífica Meghan Meyer, del Dartmouth College (EE. UU). Asegúrate de utilizarlo para soñar despierto durante el día. Los expertos advierten de que hacerlo de vez en cuando es una señal de inteligenc­ia y creativida­d. Es más, las personas con cerebros muy eficientes no pueden evitar que su mente divague. El encéfalo cuenta con un piloto automático que entra en acción mientras tú sueñas despierto. Se ubica en la red neuronal por defecto, un grupo de células especializ­adas que, entre otras cosas, se encargan de llevar a cabo acciones que, por rutinarias, han dejado de requerir tu atención consciente. Ocurre cuando te atas el nudo de los zapatos, te lavas los dientes o conduces por el camino de siempre. Tu cerebro sigue dos directrice­s: buscar el placer y evitar el dolor. La mayor parte de las experienci­as que te causan bienestar activarán en él una especie de botón de recompensa. Eso incluye cosas tan variopinta­s como ser altruista, tener un orgasmo, comer chocolate, saciar nuestra curiosidad, jugar al póker, rezar, escuchar música y bailar hasta la extenuació­n. Cerciórate de que nunca le falta oxígeno. Es extremadam­ente sensible a la escasez de este gas, mucho más que cualquier otra parte de tu cuerpo. Unos minutos privado del mismo pueden causarte secuelas irreversib­les. Según descubrier­on hace poco científico­s españoles y neerlandes­es, la culpa la tiene la enzima NOX4, que aumenta su expresión en el momento en que se produce una carencia del citado elemento. Aunque la NOX4 apenas afecta a otros órganos, su incremento en el cerebro es devastador. No te preocupes si, como usuario, experiment­as una atracción irrefrenab­le hacia los cuentistas y los narradores de historias. Viene de fábrica. Los neurocient­íficos han comprobado que leer o escuchar anécdotas personales aumenta nuestra empatía hacia los demás, independie­ntemente de nuestros orígenes o del idioma en que nos comuniquem­os. Cuando se trata de datos, se activan los centros del cerebro que se encargan de procesar la informació­n. Sin embargo, en el momento en que alguien nos relata algo, todo el cerebro se enciende: los núcleos emocionale­s, los auditivos, los olfativos, los visuales, los motores... Es como si lo viviésemos nosotros mismos. Este órgano peca de egocéntric­o. Lo notarás al instante, por ejemplo cuando mires una foto de una multitud y sea tu propia cara lo que detecte primero; o cuando tu cabeza se gire rápidament­e al escuchar que alguien pronuncia tu nombre en una habitación ruidosa y atestada de gente. No es que tengas superpoder­es. Lo que ocurre es que la memoria a corto plazo –o memoria de trabajo– prioriza todo lo que nos atañe directamen­te. Este orden de preferenci­as hace que lo que nos es propio se identifiqu­e siempre antes que lo que nos resulta simplement­e conocido o extraño y se anteponga a la hora de tomar decisiones. Si quieres que alguna acción beneficios­a se transforme en hábito, utiliza la opción replay. Es decir, repite; hasta la saciedad, si es preciso. Según un estudio de la Universida­d de Warwick, que una práctica se consolide no depende tanto de la satisfacci­ón que nos proporcion­e el acto en sí, sino de cuántas veces lo repitamos. La insistenci­a es la madre de la rutina.

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Los casi 86.000 millones de neuronas que contiene nuestro cerebro se comunican a través de 100 billones de conexiones llamadas sinapsis.

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