UN SANTUARIO EN LAS MALDIVAS PARA TORTUGAS VÍCTIMAS DE LAS REDESFANTASMA
En 2013, el biólogo británico Martin Stelfox fundó el proyecto Olive Ridley, nombre en inglés de la tortuga olivácea o golfina (Lepidochelys olivacea), una de las especies más pequeñas de quelonio marino. Lo hizo alarmado por el creciente número de ejemplares enredados en redes de pesca que, incapaces de nadar, llegaban flotando y malheridos a las Maldivas, el archipiélago del Índico donde trabajaba por entonces. Su objetivo era –además de salvar tortugas– averiguar de dónde procedían todas esas redes fantasma, como se llama a las redes perdidas o abandonadas por pescadores, que causan estragos
entre la fauna de los océanos. En cinco años, los voluntarios de esta organización han retirado en las Maldivas unos 1.500 de estos aparejos y han hallado cerca de setecientas tortugas atrapadas en ellos: el 87 %, las citadas oliváceas o golfinas. UN HOSPITAL EN EL PARAÍSO. En febrero de 2017, el proyecto Olive Ridley se unió al resort Coco Collection, uno de los mejores de las Maldivas, para crear un centro de rescate de tortugas marinas en uno de los alojamientos del complejo hotelero. En sus instalaciones hay un laboratorio, aparatos de rayos X y ultrasonidos para diagnósticos, un quirófano y una veterinaria permanente especializada en tortugas: Claire Lomas, una galesa de solo veinticinco años, pero con amplia experiencia en el tratamiento de animales salvajes.
Al centro, que puede albergar ocho animales a la vez, llegan sin cesar reptiles atrapados en las redes, a menudo en pésimas condiciones. En sus primeros dos años han pasado por allí sesenta y ocho ejemplares; treinta han sido devueltos al mar tras su cura y un periodo de rehabilitación, pero muchos mueren a causa de las heridas. Según los últimos datos oficiales de la FAO –de 2009 y en proceso de actualización–, cada año acaban en el mar unas 640.000 toneladas de aparejos.