UN ECLIPSE ENCUMBRA A EINSTEIN
LAS MEDICIONES EFECTUADAS DURANTE EL OCULTAMIENTO DEL SOL, EN MAYO DE 1919, CONFIRMARON QUE LA GRAVEDAD PUEDE CURVAR LA LUZ, UNA IDEA PLANTEADA POR EL FÍSICO ALEMÁN QUE, SEGÚN LOS MEDIOS DE LA ÉPOCA, SOLO COMPRENDÍA UN PUÑADO DE SABIOS.
En marzo de 1916, la revista Annalen der Physik publicó un artículo de Albert Einstein titulado “Los fundamentos de la teoría general de la relatividad”. Su principal novedad no era, sin embargo, la idea relativista, que ya había planteado diez años antes, sino que en él explicaba cómo podía aplicarse de un modo general. Einstein había puesto en duda la existencia de un tiempo y un espacio absolutos –tal como los había pensado Newton– con la teoría de la relatividad especial o restringida, en 1905. Pues bien, con aquel nuevo estudio ampliaba sus recelos. De hecho, planteaba que la propia gravedad, la fuerza común a toda la materia, que gobierna los movimientos de los cuerpos celestes y terrestres, también estaba sometida a la relatividad y que, en
suma, no era más que una consecuencia de la deformación del espacio-tiempo de cuatro dimensiones que ocasionaba la presencia de una masa. Eso sí, hace un siglo Einstein no era precisamente conocido, y no muchos eran capaces de entender sus ideas sobre la curvatura del citado espacio-tiempo.
El planteamiento del físico alemán constituía todo un desafío a la mecánica newtoniana, que había imperado durante siglos. Precisamente por ello, había científicos muy interesados en comprobarla, como el astrofísico Arthur Stanley Eddington, que dirigía el observatorio de Cambridge, o Frank Watson Dyson, astrónomo real y responsable del de Greenwich.
Para ello, nada mejor que un eclipse total de sol. En su ensayo Sobre la influencia de la gravedad en la propagación de la luz, de 1911, Einstein había explicado que durante tal fenómeno podría medirse la desviación de la posición aparente de una estrella si su luz pasaba cerca del borde del astro rey. En concreto, los
cálculos relativistas cifraban que la desviación de los rayos luminosos que rozasen la corona solar sería de 1,74 segundos de arco, mucho más de lo que tradicionalmente se contemplaba.
LOS EXPERTOS SABÍAN QUE EL 29 DE MAYO DE 1919 TENDRÍA LUGAR UN ECLIPSE DE SOL en una zona del cielo donde había estrellas brillantes, así que Dyson comenzó en 1917 los preparativos para estudiar la desviación de su luz durante el mismo. Se establecieron dos estaciones: una, comandada por Eddington, en la isla de Príncipe, en el golfo de Guinea; Charles Davidson, un ayudante de Dyson, estaría al frente de la otra, en Sobral, en el nordeste de Brasil. Llegado el día, se tomaron desde ambas numerosas fotos de trece estrellas en las proximidades de la aurora solar. Cuando se compararon sus posiciones con las que presentaban habitualmente, se comprobó que la desviación observada era la prevista por Einstein.
El 30 de octubre, Dyson, Eddington y Davidson enviaron a la revista Philosophical Transactions un trabajo titulado “Cálculo de la desviación de la luz por el campo gravitatorio del Sol, a partir de observaciones hechas en el eclipse total del 29 de mayo de 1919”, pero la noticia desbordó el ámbito científico. El 7 de noviembre se podía leer en el Times: “Revolución en la ciencia”, “Nueva teoría del universo”, “Las ideas newtonianas superadas”... Idénticos titulares aparecieron en muchos otros medios. Para entonces, Einstein se había hecho mundialmente famoso.