PARTÍCULAS EXPLOSIVAS
PRODUCTOS TAN COTIDIANOS COMO LA HARINA O EL CACAO EN POLVO PUEDEN SER... ¡LA BOMBA!
El 22 de noviembre de 2018, una fiesta de cumpleaños en Hong-Kong se desmadró por accidente: doce estudiantes sufrieron quemaduras de cierta gravedad. Los jóvenes comenzaron a tirarse harina unos a otros durante la celebración. Las velas de la tarta ya se encontraban encendidas, y al contactar sus llamas con la harina suspendida en el aire se produjo una inesperada reacción explosiva.
ALERTA DE POLVOS El 2 de mayo del año 1878, las siete plantas de la fábrica de harina de Washburn, situada en la ciudad estadounidense de Mineápolis, volaron por los aires a causa de una serie de violentas explosiones de harina en polvo. Hubo veintidós víctimas mortales, entre bomberos y ciudadanos. Muy poca gente lo sabe, pero cada año fallecen o resultan heridas decenas de personas a causa de las explosiones de polvo.
Casi cualquier cosa suspendida en el aire en forma de partículas y que ocupe un volumen suficiente puede llegar a explosionar si se dan las circunstancias adecuadas. La lista de productos potencialmente peligrosos es amplia: azúcar, harina, almidón, cacao, aluminio, cebada, café, lino, carbón, serrín... LAS CAUSAS DEL ESTALLIDO Este tipo de explosiones se originan cuando partículas minúsculas suspendidas en el aire reaccionan con un compuesto oxidante, por lo general el oxígeno ambiental. Además, hace falta una fuente de ignición, que puede ser una vela, un arco eléctrico, un mechero, el chispazo de una máquina o una sierra en funcionamiento, una estufa... Casi cualquier cosa.
El mayor riesgo de detonación surge con el polvo más fino, formado por partículas de diámetros mínimos; tiene más volumen que otras polvaredas con una masa equivalente, pero compuestas por partículas más gruesas. Cuanto menores resulten ser las motas, menos energía se necesitará para encenderlas, lo que las hará todavía más inflamables.
Si el espacio donde reacciona el polvo con el oxígeno ambiental es cerrado, los efectos pueden ser catastróficos, como pasó hace casi siglo y medio en Mineápolis. Así que en la próxima fiesta de cumpleaños, no se os ocurra lanzar ningún polvo, y menos si hay una tarta con velas encendidas… En este caso, no querríamos que la celebración fuera la bomba.