A VUELTAS CON LA SÁBANA SANTA
UN NUEVO ESTUDIO DEFIENDE QUE EL SUDARIO DE TURÍN ENVOLVIÓ EL CUERPO DE JESÚS DE NAZARET, PERO EL CARBONO 14 YA DICTAMINÓ HACE TRES DÉCADAS QUE HABÍA SIDO CONFECCIONADO EN LA EDAD MEDIA, Y OTRAS INVESTIGACIONES HAN PROBADO QUE ES UNA PINTURA.
No hay año sin un nuevo hallazgo sobre el sudario de Turín, preferentemente publicado alrededor de la Semana Santa, cuando los cristianos conmemoran la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Es lógico: ese lienzo es para muchos creyentes la prueba de que Jesucristo sobrevivió a su crucifixión. Ya lo decían los titulares de prensa de finales de los años setenta: “Cristo resucitó. Sensaciona
les descubrimientos de la NASA”. Pero ¿qué pintaba la NASA estudiando una reliquia? Nada. De hecho, la agencia espacial norteamericana nunca hizo ningún análisis de la tela.
El sudario de Turín es una pieza de lino de 4,32 metros de longitud y 1,10 metros de anchura en la que se ven la parte frontal y dorsal del cuerpo de un hombre con las lesiones que se atribuyen al Jesús crucificado. Apareció a mediados del siglo XIV en Francia sin que su dueño aclarara cómo se había hecho con ella. Identificada desde el principio como la mortaja de Cristo por los creyentes más piadosos, se guarda desde 1578 en la catedral de Turín. En 1898, el fotógrafo aficionado Secondo Pia propuso que la imagen era un negativo fotográfico y, a principios de los años setenta del siglo pasado, el físico John Jackson y el ingeniero aeronáutico Eric Jumper, profesores de la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, fueron más allá: según ellos, contenía información 3D.
LOS CAPITANES JACKSON Y JUMPER CONSIGUIERON EN 1977 QUE LA NASA les prestara un analizador de imágenes usado en la exploración planetaria: el VP8. La aplicación de la tecnología más avanzada dio como resultado una
recreación tridimensional del hombre de la sábana que, desde entonces, se ha presentado como prueba de lo extraordinario de la pieza, aunque en realidad no lo es tanto. Ambos devotos católicos, Jackson y Jumper tenían en mente desde el principio cómo debía ser esa representación 3D y no admitieron los datos del VP8 sin más, sino que fueron modificando los parámetros hasta que finalmente salió el resultado que esperaban. Por eso, el trabajo de estos dos sindonólogos –así se conocen a los estudiosos del sudario de Turín– ni siquiera lo aceptan muchos creyentes en la autenticidad de la reliquia. JACKSON HA VUELTO AHORA A LA PALESTRA POR HABER ‘CRUCIFICADO’ a una serie de voluntarios con la intención de demostrar que los supuestos regueros de sangre del lienzo se corresponden con los de un individuo ejecutado por ese sistema. El físico estadounidense, en colaboración con otros dos miembros del Centro para el Sudario de Turín de Colorado –uno de ellos es su esposa Rebecca, que sostiene que la pieza de lino fue antes el mantel de la Última Cena–, suspendió sobre una cruz a varios voluntarios, “elegidos cuidadosamente” por su parecido físico con el hombre de la sábana. Después, echaron sangre sobre los cuerpos en las zonas donde aparecen los agujeros de los clavos en la imagen de la mortaja y vieron cómo fluía por muñecas y antebrazos. Las conclusiones “parecen apoyar la hipótesis de la autenticidad del sudario en algunas formas nuevas e inesperadas”. Por ahora, es todo lo que sabemos de los resultados de un estudio que se presentó en febrero en la reunión anual de la Academia Estadounidense de Ciencias Forenses y que pretende rebatir otro del antropólogo forense Matteo Borrini y el químico Luigi Garlaschelli, estudiosos que sostienen que la sábana data de la Edad Media.
Garlaschelli es un reconocido escéptico italiano que ya en 1991 publicó en la revista Nature una posible receta de la sangre de san Genaro; esta, contenida en una ampolla en la catedral de Nápoles, se licúa milagrosamente cada 19 de septiembre, festividad del santo. Borrini y él realizaron sus experimentos sobre los regueros de sangre del sudario en 2014 y publicaron los resultados de la investigación en julio pasado en el Journal of Forensic Sciences. El químico hizo las veces de crucificado, y adoptó diferentes posturas con una cánula colocada en el dorso de sus manos, de donde manaba sangre real y sintética. Así comprobaron que, para conseguir un reguero como el del antebrazo izquierdo, “debía tener los brazos levantados con un ángulo entre 80º y 100º”, mientras que el del dorso de la mano requería que fuera de 45º. Además, la sangre del lanzazo correspondía a un individuo de pie, y la herida de la espalda, a uno tumbado. ¿Inexplicable? No.
Los resultados del estudio de Borrini y Garlaschelli encajan perfectamente con lo que la ciencia sabe de la reliquia turinesa. Tres laboratorios de primera línea –los de Arizona, Zúrich y Oxford– sometieron en 1989 sendos trozos de la tela a la prueba del radiocarbono, que la fechó “entre 1260 y 1390 (±10 años)”. Hasta el momento, nadie ha rebatido estos resultados, publicados en Nature.
Antes, en 1980, el microanalista forense Walter McCrone comprobó que la sangre era en realidad témpera al colágeno y aventuró que el carbono 14 dataría la creación de la reliquia “el 14 de agosto de 1356, diez años más o menos”. Y Vittorio Pesce, antropólogo de la Universidad de Bari (Italia), también mantenía que había sido confeccionada entre 1250 y 1350. Y es que los documentos históricos, la iconografía, los materiales y las técnicas empleadas bastaban y sobraban para situar su fabricación a mediados del siglo XIV.
UN EXPERIMENTO DEMOSTRó QUE LOS REGUEROS DE SANGRE SIGUEN TRAYECTORIAS IMPROBABLES
POCO IMPORTA ENTONCES A ESTAS ALTURAS si los regueros de sangre del hombre de la sábana coinciden o no con los del cadáver de un crucificado. Eso demostraría, como mucho, la meticulosidad del artista medieval que la elaboró. Nada más. Porque lo que está claro es que, si la tela es del siglo XIV, no pudo envolver un cuerpo humano en el siglo I. ¿O sí?